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Cayeron 6.820 millones de pesetas en 1995

Santa Cruz de Mudela: 30 años del mayor premio de Lotería de la provincia

El Sorteo del Niño convirtió a más de la mitad de la localidad en millonaria

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Mucho de ese jolgorio tuvo que ver con Miguel Matute padre, propietario de Confecciones Matute y Papelería Matute / Elena Rosa
Nuria Tejedo / SANTA CRUZ DE MUDELA
El 5 de enero de 1995 una lluvia de 6.820 millones de pesetas regaba el municipio de Santa Cruz de Mudela. 20 series del 91.239, primer premio del Niño caían en la localidad y hacía millonaria a la mitad de su población.


    El 5 de enero de 1995, día sin nubes sobre Santa Cruz de Mudela, una lluvia de 6.820 millones de pesetas, unos 41 millones de los actuales euros, regaba el municipio. Veinte series del 91.239, primer premio de la Lotería del Niño de aquel año, se distribuían entre un buen número de los casi 5.000 habitantes que entonces poblaban la localidad. El actual alcalde, Joaquín Dotor (PP), calcula que entre un 60% y un 70% de los que vivían en el municipio resultaron agraciados, sino directamente a través de sus familiares. 30 años después los ecos del que hasta el momento sigue siendo el mayor premio de Lotería Nacional que ha tocado en la provincia de Ciudad Real, resuenan más como una anécdota lejana que como una realidad. Muchos de los afortunados ya han fallecido y el resto sigue con sus vidas y trabajando, porque la Lotería, dicen, “da tranquilidad, para vivir mejor si no malgastas”, “para vivir más holgado, pero no da para mucho más”, “no te retira”.

    Réplica del boleto agraciado con el 1º premio del Niño en 1995 / Elena Rosa
    Réplica del boleto agraciado con el 1º premio del Niño en 1995 / Elena Rosa

    Un día azul y frío

    El día había amanecido con un cielo despejado y azul, pero frío y un poco desapacible. No tardaría mucho en cambiar y caldearse al abrigo de los miles, muchos miles de millones de pesetas que caerían en la localidad poco después del mediodía. El Sorteo del Niño (que hasta 1999 se celebraba el día 5 en lugar del Día de Reyes) había empezado puntualmente a las 12.00 de la mañana. Poco después, los niños de San Ildefonso cantaban la combinación ganadora del premio gordo: “el nueve”, “el uno”, “el dos”, “el tres”, “el nueve”, el 91.239, agraciado con 240 millones de pesetas a la serie. Veinte de ellas, de la 9 a la 28 habían sido consignadas por el Organismo Nacional de Loterías y Apuestas del Estado (ONLAE) a la Administración nº1 de Santa Cruz de Mudela ‘Las Virtudes’, regentada por Felisa Bravo Laguna, que en total repartió 6.820 millones de pesetas. La mayoría de ellos, casi 4.800 millones se quedaron en el pueblo. Tres series fueron a parar a Alcázar de San Juan, repartidas por Miguel Ángel Bravo, hijo de la lotera, entre sus compañeros de trabajo y amigos. El resto de series de aquel número se habían distribuido a razón de una serie en Torres (Jaén), tres en Valencia, una en Azkoitia (Guipúzcoa) y dos en Madrid en administraciones de la Puerta del Sol y Vallecas.

    Joaquín Dotor, alcalde de Santa Cruz de Mudela, con una réplica del número premiado / Elena Rosa
    Joaquín Dotor, alcalde de Santa Cruz de Mudela, con una réplica del número premiado / Elena Rosa

    Revulsivo para la economía local

    Hace tres décadas, los casi 4.800 millones que se repartieron entre los vecinos y vecinas de Santa Cruz de Mudela sirvieron para revitalizar de forma puntual la economía del pueblo. El consumo creció y se dinamizaron algunos sectores, especialmente el de la construcción, con la adquisición de nuevas viviendas y la reforma de las antiguas, así como el de la automoción, gracias a la compra de muchos coches de gama alta. Entre las anécdotas que la mayoría de los santacruceños vinculan a aquel premio de Lotería está el de la circulación de cantidades de nuevos Citröen Xantia, Ford Mondeo y, en especial, Renault Laguna. Tanto que puntualmente se llegaba a deniminar la localidad como Santa Cruz de la Laguna en lugar de Santa Cruz de Mudela. También se recuerda que en aquel año la letra de matriculación era la T, de “te ha tocado”, según apodaron los lugareños.

    Al margen de las casas, coches, algunos caprichos y reparto entre familiares, con el consiguiente incremento del consumo en el momento, aquel premio del Niño no parece haber tenido una repercusión duradera en el municipio a lo largo del tiempo. Salvo, quizás, por el Supermercado MercaSantaCruz, que montaron entre varios industriales agraciados y que, en la actualidad, da empleo a unos 10 ó 12 trabajadores.

    Hoy en día, Santa Cruz se enfrenta como otros muchos pueblos del interior peninsular al problema de la despoblación. En estos años, el número de habitantes se ha reducido muy por debajo de los cuatro mil. La población se ha avejentado y apenas nacen entre 18 ó 20 niños al año, casi un tercio menos que antes, según comenta Joaquín Dotor, alcalde del pueblo desde mediados de 2023. Aún así, dice que “Santa Cruz merece mucho la pena”. Destaca “su ubicación fenomenal en la autovía (y los servicios asociados), su industrialización, su dinamismo y vida”. Y habla de los proyectos que tiene entre manos para cubrir las necesidades que se han ido generando, como un auditorio nuevo, nuevas instalaciones deportivas (pistas de tenis y nuevo césped para el campo de fútbol) y la nueva residencia de ancianos, ya en construcción, producto de una iniciativa privada.

    A Dotor, que en 1995 trabajaba en un banco, no le tocó la lotería de forma directa, “aunque la tuvo al lado” en el Casino, recuerda. Pero sí ganó, en parte, a través de las captaciones de un buen número de nuevos clientes. “Las entidades bancarias, -cuenta Miguel Ángel Bravo en un escrito sobre el suceso-, no respetaron sus habituales horarios y todas mantuvieron abiertas sus oficinas hasta bien pasada la tarde. Directores, ejecutivos y responsables, ayudados por empleados de otras procedencias, se afanaban por captar los depósitos de los agraciados”.

    La presencia de los banqueros y el colapso de las líneas telefónicas se mezcló aquel jueves con “las rebosantes muestras de entusiasmo, júbilo, algarabía sin límites, carreras, gritos, abrazos y besos, apretones de manos, y felicitaciones entre una heterogénea muchedumbre que no podía resistir la tentación de exteriorizar su contento por el cambio económico que en su vida se produciría al ser agraciada con la lotería”, añade Bravo en su memoria del acontecimiento. Los vecinos, agraciados y no, se congregaron frente a la Administración de Lotería y Confecciones Matute, donde se repartieron chatos de vino, botellas de cava, dulces propios de la Navidad y hasta un jamón para celebrar la buena suerte.

    Miguel Matute, hijo, eligió el número premiado / Elena Rosa
    Miguel Matute, hijo, eligió el número premiado / Elena Rosa

    La elección del número

    Mucho de ese jolgorio tuvo que ver con Miguel Matute padre, propietario de Confecciones Matute y Papelería Matute, que tenía por costumbre hacer participaciones de la Lotería del Niño (porque nunca jugaba en Navidad, según las memorias de Bravo), sin recargo y como atención a sus clientes. En aquella época, los décimos costaban 3.000 pesetas y no eran muchos los habituales de sus negocios que podían permitirse comprar uno entero. De esta manera se les hacía más asequible. Matute repartió 14 series del 91.239 en participaciones de 500 y 1.000 pesetas, premiadas con 5.6 y 11.4 millones, respectivamente. Las participaciones se hicieron en cartulinas de color verde donde se podía leer la publicidad del establecimiento Librería Matute, “Su librería”, que actualmente sigue siendo la única del pueblo. Entonces, las papeletas anunciaba sus libros, revistas, fotocopias, plastificaciones y encuadernaciones.

    Miguel Matute hijo, que cogió el testigo del negocio paterno, fue el principal artífice del reparto de los casi 4.800 millones de pesetas entre sus vecinos y vecinas. Él fue quién eligió el número de la suerte. Dice que lo escogió porque le gustaba la terminación en 9 y que empezara también por esa cifra. La tradición de las papeletas en los establecimientos de Matute acabó ese año. “Tocó y no hemos hecho nunca más”, apunta Miguel, que fue uno de los agraciados. Recuerda que estaba trabajando en la librería cuando se enteró del premio. Y siguió trabajando. “Fuimos a celebrarlo a mediodía y por la tarde volvimos a abrir”. Había faena porque al día siguiente eran los Reyes. Como anécdota de aquella jornada cuenta que se revolcaron en la arena de una obra próxima a la librería, por una apuesta que había hecho con un amigo, si tocaba. También se acuerda, aunque no con la misma sonrisa, de los problemas de validación con las papeletas (era fácil hacer copias falsas de las cartulinas) y los tres meses de preocupación que pasaron hasta que todo estuvo resuelto y bien atado. Lo que él hizo con el dinero que le tocó fue comprar la casa y reformar el negocio en el que sigue trabajando. “No dio para mucho más”, dice.

    Algunos sí se retiraron

    La mayoría de los premiados siguieron con su vidas normalmente, aunque con mejores casas, coches nuevos, alguna inversión en terrenos o negocios reformados. Pero hubo al menos seis personas a las que aquel Niño sí que les cambió la vida de forma radical. Fueron los agraciados con el premio especial a un décimo de cada serie correspondiente a la fracción 2ª y dotado con 101 millones de pesetas, que sumados a los 24 millones del décimo, se hicieron con un total 125 millones. Entre estos afortunados estaba Ramón Morales, ya fallecido, que era el conserje del Círculo de Recreo (Casino) de Santa Cruz y que utilizó el premio para jubilarse. Además, según el relato que el esposo de la lotera redactó en su momento para los anales de la historia santacruceña, entre esos cienmillonarios estaban también un industrial carnicero de Valdepeñas, un ATS de Almagro, un funcionario, un operario de talleres de Renfe y un empleado de Correos de Alcázar de San Juan.

    José Javier Vela, uno de los agraciados con El Niño, en su carnicería / Elena Rosa
    José Javier Vela, uno de los agraciados con El Niño, en su carnicería / Elena Rosa

    Muy repartido

    Pero, en general, el premio estuvo muy repartido entre los vecinos y vecinas del pueblo, porque la clientela de los establecimientos de Matute era mayoritariamente local. Aunque también resultaron agraciados algunos repartidores y vendedores, así como el cartero, al que el propietario de los establecimientos les regaló papeletas en agradecimiento por su trabajo. Una de las premiadas fue la madre de Valentina Bellón. Esta mujer, ya de edad avanzada, se emociona al recordar como los 11.5 millones de pesetas que le tocaron a su madre, Virtudes, salvó a su familia de un destino incierto. Su padre, pastor, había contraído deudas de pienso para el ganado y le iban a quitar la casa, dice. Cuando a su madre le tocó la lotería pudo comprarla.

    Al carnicero José Vela, que sigue regentando su establecimiento en la plaza del pueblo, también le tocaron algo más de 11 millones de pesetas, correspondientes a una única participación de mil pesetas que llevaba. Porque dice que no le gusta jugar y que sólo lo hace en Navidad. De hecho, ha sido la primera y única vez que le ha tocado la lotería. “Fue una alegría”, señala, pero también siguió trabajando con normalidad ese mismo día. El premio lo invirtió “en más trabajo”, asegura. Se compró una finca de olivos.

    Las anécdotas en relación a los agraciados son innumerables. En la localidad se comenta como un albañil de Torrenueva, que trabajaba descombrando en una casa próxima a Confecciones Matute sintió frío en los pies y fue a comprarse unos calcetines. Con ellos le llegaron 11 millones de pesetas. Hay quien dice que el hombre enmarcó los calcetines. También se habla de Hipólito, que se iba de viaje y fue a Matute a comprar una bufanda que le reportó otros 11 millones. Su consuegro, al parecer, no quiso la papeleta por no gustarle el número y se quedó sin premio. Luís, el del bar, recibió tres papeletas de 1.000 pesetas el mismo día del sorteo a las 11:00 de la mañana, producto de un compromiso. De Lourdes, una auxiliar de farmacia, se dice que en un gesto de honradez devolvió una papeleta que se había quedado pegada a la suya y que un vecino que fue a comprar un pantalón a Matute se llevo con él la suerte. Otros hubo que después de adquirir el décimo en la Administración ‘Las Virtudes’ se dieron la vuelta en la puerta y lo devolvieron por no gustarle el número. Como le pasó a Carmen, hermana del farmacéutico, que compró una revista en la librería y al retirarla del mostrador tiró las papeletas, que luego resultaron premiadas, al suelo y aún así no quiso quedarse con ninguna, porque no jugaba a la lotería. La suerte…

    Alejandro Bravo en la Administración de Lotería 'Las Virtudes' / Elena Rosa
    Alejandro Bravo en la Administración de Lotería ‘Las Virtudes’ / Elena Rosa

    Difícil que caiga en una administración pequeña

    Y es que la intervención de la fortuna es determinante para que un premio de las características y cuantía de las de aquel Niño caiga en una administración pequeña como la de Santa Cruz de Mudela, señalan los actuales propietarios y socios del negocio, Lolo Luz y Alejandro Bravo. Hay que tener en cuenta que para aquel 5 de enero de 1995, la Administración ‘Las Virtudes’ había dispuesto de tan sólo 43 de los 100.000 números que componían el sorteo. Recuerdan que la venta de aquel año se dio bien, beneficiada porque en el sorteo de Navidad del 22 de diciembre de 1994 se habían dado bastantes premios de pequeña cuantía, terminaciones, reintegros y pedreas que los vecinos fueron reinvirtiendo para El Niño. Aquel sorteo histórico, sigue siendo el que ha repartido el premio más alto de la Lotería Nacional en la provincia de Ciudad Real, según confirma el delegado provincial de Lotería y Apuestas del Estado, José Manuel Labrador. Sin embargo, los actuales loteros también quieren recordar el 5º premio repartido en el Sorteo Extraordinario de Navidad de 1992, pocos años después de la apertura de la administración en 1986 y que repartió 7.2 millones de pesetas por serie en el número abonado del establecimiento, el 13.307.

    Alejandro Bravo, que en 1995 tenía 11 años, recuerda la alegría y la fiesta durante la comida con amigos en casa de su padre, uno de los agraciados, el día del Niño, y que los regalos de Reyes fueron mejores ese año. También recuerda que aunque a sus abuelos, propietarios del negocio, entonces, no les tocó nada, sí que recibieron algunos regalos. Un amigo de su padre de Alcázar, dice, le regaló un abrigo de visón a su abuela en agradecimiento. Pero estos presentes fueron contados. De hecho, su abuelo en sus memorias del acontecimiento se queja de lo poco agradecidos que se mostraron los premiados. Con todo, ahora la vista esta puesta en el sorteo de este año, porque según dice Alejandro “la gente tiene esperanza de que se vuelva a repetir” [la fortuna de hace 30 años]. Lo que esperan desde la Administración ‘Las Virtudes’ es que la suerte llegue con su número abonado, el 13.307.

    Administración nº1 de Santa Cruz de Mudela, en la calle San Sebastián 19 / Elena Rosa
    Administración nº1 de Santa Cruz de Mudela, en la calle San Sebastián, 19 / Elena Rosa

    Si volviera a tocar…

    Recorriendo Santa Cruz de Mudela, muy pocos de los agraciados y no agraciados en 1995 piensa en qué haría si les tocara la lotería ahora. A pesar de la esperanza de que vuelva a caer en el pueblo, prácticamente nadie parece pensar en ello, en realidad. Cerrar hipotecas y repartir entre los hijos es el deseo más repetido cuando se insiste para que se exprese alguno. Pero casi nadie de las personas con las que ha hablado Lanza, muchas ya próximas a la edad de jubilación, piensa en qué haría con un nuevo premio y mucho menos en retirarse si les toca. “Nada de jubilación anticipada”, dice por ejemplo José Vela, “hay que estar activo”.

    El alcalde, Joaquín Dotor, sí tiene algo más claro su deseo si la lotería regresa. “Pediría a los ciudadanos, dice, que jugaran a ser emprendedores. Aquí tenemos ejemplos de paisanos con negocios que les va muy bien. Tenemos gente muy habilidosa (fontaneros, electricistas, carpinteros…) que lo que les hace falta es salir de trabajar de asalariados, dar el salto”.

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