Plaza de toros de Las Virtudes de Santa Cruz de Mudela (Ciudad Real). Corrida de toros. Casi media entrada.
Se lidiaron seis toros de Las Monjas, muy bien presentados. Justos de raza. Mejores tercero y cuarto.
Pepe Moral (de sangre de toro y oro): pinchazo y estocada entera sigo tendida (oreja); estocada entera arriba (dos orejas).
Adrien Salenc (azul plomizo y oro): entera desprendida (dos orejas); estocada atravesada que hace guardia y entera arriba (ovación con saludos).
Carlos Aranda (de sangre de toro y oro): pinchazo y media arriba (ovación con saludos); dos pinchazos y el toto se echó (ovación con saludos).
Los tres toreros se presentaban en esta plaza. Moral y Salenc salieron a hombros.
Decía Picasso que era conveniente que la inspiración te pillase trabajando; es decir, que hay días en que, a los artistas, no les apetece trabajar o la inspiración no les visita. Seguramente no sean pocos. Bien; pues no quiero ni imaginar lo que debe ser que esa inspiración te deba visitar para crear arte (toreando) un día señalado en el calendario a una hora fijada y, además, para crear «tu» arte, debas poner en juego tu integridad física en primera instancia, y la vida en última. Tremendo.
Al recién alternativado Carlos Aranda se le espera, aunque no está. Al menos de momento. Es cierto que no lo ha tenido fácil (como el 99% de los toreros), y que inoportunas lesiones están lastrando su desarrollo, pero ello no debe camuflar la inocultable falta de confianza que el de Daimiel muestra en la cara de los animales, especialmente evidente ayer en la plaza de toros del santuario de Las Virtudes, en Santa Cruz de Mudela, donde el ya matador ciudarrealeño debió estar mejor, dar otra imagen, sobre todo frente al primero de su lote, tercero de la tarde, aunque también ante el que cerró plaza.
Dos volteretas protagonizó el citado tercero que, a pesar de tal circunstancia, embistió con boyantía a las telas de Carlos Aranda, inédito con el capote tanto en éste como en el sexto. En el último tercio destacó una única tanda entonada y ligada de derechazos que hizo albergar esperanzas, las cuales se diluyeron en una pléyade de banderazos, buenas intenciones y escaso lucimiento. Un querer y no poder. El sexto de la tarde, segundo de su lote, recibió dos fuertes puyazos y, lógicamente, se apagó antes de lo debido. La faena de muleta fue una sucesión de probaturas, colocarse y quitarse por parte del torero daimieleño, que además pinchó sin pasar.
En cuanto al resto de protagonistas de la tarde, cabe señalar que a la plaza de toros hexagonal del santuario de Las Virtudes llegó una cuajada corrida de Las Monjas, toda cinqueña, que no molestó excesivamente (dos toros se dejaron mucho) pero que no fue para tirar cohetes.
El que abrió plaza acusó querencia tablas, y Pepe Moral vio condicionado su quehacer por tal circunstancia. Lo mejor de su actuación llegó en algunos naturales de hombros descolgados, aunque no tomó altura como conjunto.
Muy manejable resultó el cuarto, que en las cuatro primeras tandas ofreció clase y humillación para, a continuación, agarrarse al piso. El acople de Moral fue desigual, aunque una estocada cobrada al primer intento puso las dos orejas en sus manos.
El segundo se dejó sin más, con acometidas algo rebrincadas por su limitada fortaleza. El francés Adrien Salenc le arrancó una oreja en base a un trasteo corajudo, sin excesivas contemplaciones estéticas pero resolutivo, resultando herido leve en la pantorrilla izquierda después de un amago de voltereta. Por su parte el deslucido quinto se defendió punteando los engaños y sin pasar.