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25 abril 2024
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Tres años del Estado de Alarma que cambió el mundo

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Rosa Hervás, jefa de estudios en el Instituto El Torreón/ Elena Rosa
H. Peco / CIUDAD REAL
El 14 de marzo de 2020, el Gobierno central, después de más de siete horas de reunión, hizo que los acontecimientos se acelerasen para cambiar nuestra realidad tal como la conocíamos. Se decretó el Estado de Alarma y con él se iniciaron los meses más raros y más duros para una sociedad que no estaba acostumbrada a vivir lejos de la calle, del ruido y con miedo a la muerte, que al fin y al cabo, era el resultado final de las noticias que llegaban de China meses antes y que parecían demasiado lejanas como para parecer verdad. Lanza habla con varios ciudarrealeños que valoran qué hemos aprendido de aquellos días

Aquel día 15 de marzo de 2020 estábamos trabajando. Por la mañana habíamos leído la prensa y es cierto que el covid y la preocupación a una escalada de contagios era cada vez más palpable en el ambiente. Casi todo lo que nos rodeaba estaba salpicado cada vez de aquellas palabras unidas a un número, que resonaban como una alarma con tono aterrador: covid-19.

En los días previos a ese 15 de marzo, el fútbol había decidido parar hasta encontrar algo de certidumbre y el Mobile World Congress de Barcelona había cancelado su celebración. Aquello era mucho más que guardar precaución por aquel virus chino que coleccionaba ya muertes por miles del que algunos españoles estaban siendo testigos en primera persona, como lo fue el puertollanero Dani Carmona, viviendo desde entonces en Wuhan. Aquellos cierres eran el inicio a una pesadilla para la que la sociedad no estaba preparada y para la que no hubo tiempo de asunción.

En Ciudad Real los carteles del concierto de Carolina Durante para el 12 de marzo empapelaban las calles más céntricas y para muchos la única preocupación era disfrutar de una noche que aspiraba a ser inmortal, como algunas de las canciones que se repetían en bucle en la playlist para llegar afónicos a una cita que hablaba de amigos que no se llaman Cayetanos, de saltos infinitos hacia el cielo de lo épico, pero lo único histórico aquel maldito marzo fue la rueda de prensa de Pedro Sánchez, anunciando el cierre de colegios, el confinamiento en casa, la suspensión de espectáculos y la prohibición de salir a la calle salvo por causa justificada o perro mediante.

Sin saberlo, en poco menos de media hora la vida nos cambió por completo. El mundo se paralizó, se le condenó al silencio y las rutinas obviaron que todo lo que nos daba sentido estaba fuera junto a los demás. Las preguntas se multiplicaron y casi todas acababan en la misma, ¿y ahora qué?, ¿hasta cuándo será esto? Las respuestas llegaron atragantadas por pequeños pizcas de almendras y en casa se instaló un señor que cobró su fama y nos llegó a resultar familiar, como fue Fernando Simón. Al principio sus datos sonaban a esperanza, pero los días lo fueron desgastando al ritmo de su discurso.

Nos vimos obligados a aprender a jugar al “Pinturillo“, a usar aplicaciones como Skype, Zoom o tantas otras que nos permitían hacer videollamadas como forma de contacto con nuestros seres queridos e incluso aprendimos a llevar el compás de los aplausos cuando llegaban las ocho de la tarde, para reconocer a los sanitarios su labor, aunque en realidad aquello fue la excusa para vernos con el resto desde la distancia de un acerado gris que parecía más triste de lo que nunca había estado, hasta que Jaime Coronel “Jimu” salía a tirar la basura en Puertollano, porque entonces había un héroe al que los niños miraban en la calle Menéndez Pelayo, cada día disfrazado de una forma diferente. Su éxito fue tal, que sin esperarlo lo viralizó alrededor del mundo, aunque tres años después sigue trabajando sin parar junto a su madre en la empresa de mudanza que regentan.

Así fueron los primeros días de encierro: caóticos, usando el papel higiénico para retos virales por exceso de estocaje o aprendiendo a sonreír con la mirada, por si acaso quedaba algún hueco para enamorarse detrás de unas mascarillas hechas de trapos sobre las que se portaba el miedo a morir con aquel maldito virus que nos hacía preguntarnos a diario si teníamos el sabor intacto y éramos capaces de oler el café recién hecho de por la mañana, simplemente para diagnosticar que estábamos driblando al malo día tras día.

Camilo Albornoz: “Se nos ocultó mucha información sobre lo que estaba ocurriendo”.

En la primera línea de fuego estuvieron cuerpos de seguridad, los dependientes de comercios y cómo no, los sanitarios. Uno de ellos fue el doctor Camilo Albornoz, que trabaja en uno de los centros de salud de Puertollano, que recuerda aquellos primeros días como “una derrota por sorpresa. No estábamos preparados y nadie pensaba que la cosa iba a ser como fue”. “No existía la mentalidad para afrontar una situación así, pero por otro lado, se intentó minimizar lo que estaba ocurriendo. Se nos ocultó mucha información”.

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Camilo Albornoz, doctor SESCAM/ HP

“Las instituciones reaccionaron muy lentamente y la sociedad nos vimos obligados a comportarnos como ovejas”. “Cuando nos dimos cuenta, la pandemia nos había desbordado y no contábamos con los recursos suficientes para enfrentarnos a ella”.

“Los sanitarios intentamos enfrentarnos a la pandemia, pero los políticos llegaron tarde y respondiendo muy lentamente a las circunstancia. Se echó en falta mayor valor político, institucional y la unidad que en países como Portugal si se vio”, asegura.

Después de tres años, se lamenta el doctor, “no hemos aprendido nada, no hemos conseguido obtener un valor añadido de esta etapa. Yo diría que en algunas circunstancias hemos empeorado”.

Sobre el sistema sanitario, avisa “sigue desbordado. Muchísimos médicos se jubilaron durante la pandemia porque estar en primera línea desgastó mucho y porque fuimos los primeros en jugarnos el tipo”.

Él mismo tuvo que estar hospitalizado a causa del coronavirus. “Llegué a tener miedo. El común de la sociedad tiene miedo porque no sabe lo que le espera, pero a nosotros nos daba miedo porque sabíamos lo que posiblemente podía ocurrir”. De hecho, cuenta, “algunos compañeros cercanos a mí murieron durante la pandemia y eso fue un aviso para no tomarlo a la ligera”.

Rosa Isabel García: “Era muy duro ver a toda la gente detrás de sus ventanas”

En primera línea de pandemia estuvieron también los policías. De un día para otro, su labor se reconvirtió, pasando a patrullar calles solitarias, velando para que la sociedad cumpliese con unas normas que no eran nada fáciles de asumir, porque entre otras cosas había que aceptar que no éramos libres.

“Patrullar calles vacías fue un golpe emocional muy fuerte. Teníamos mucho miedo y nos impresionaba ver a la gente dentro de casa mirando por la ventana. Aquello fue desolador y es imposible de olvidar. Fue un momento muy, muy duro”.

Uno de los pocos rayos de alegría llegó, cuando los coches de policía llegaban hasta las puertas de las casas para felicitar a la población por su cumpleaños, empleando la megafonía para hacer sonar a Parchís, convirtiendo aquellos momentos en una alerta de alegría que sofocaba el dolor por un momento. “A nosotros esos momentos nos salvaron y fue un auténtico regalo vivirlo desde dentro. La gente se portó muy bien con nosotros, recibimos centenares de dibujos de los niños y eso nos dio mucha fuerza para seguir adelante”.

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En valor también pone García la comunión que se generó en un pueblo como Puertollano. “Había mucha complicidad con los vecinos. Esos aplausos, ese respaldo, nos hizo vivir momentos muy emocionantes. Puertollano fue ejemplar, la verdad”. En ese sentido, añade, “muchos vecinos nos hacían llegar jabones, mascarillas, pantallas. Fue increíble”.

Para la Policía tampoco hubo tiempo previo para asumir lo que venía. “De un día para otro, tuvimos que cambiar todas las rutinas y nuestra forma de trabajar. No podíamos juntarnos con el resto de compañeros y tuvimos que extremar las medidas de seguridad para mantener alejado al virus”.

La pandemia puso de manifiesto la brecha digital entre el alumnado

Uno de los sectores que más cambios y más rápidos tuvo que afrontar fue el de los colegios. Rosa Hervás, jefa de estudios en el IES Torreón de Ciudad Real rememora que “pese a que los cambios fueron de un día para otro, nuestra adaptación fue rápida porque nuestros alumnos estaban acostumbrados a trabajar con una plataforma digital y ya hacían uso de ella”. El mayor problema, relata “fue el de la brecha digital. Teníamos algunos alumnos que no tenían acceso a Internet y para que no perdiesen el ritmo del curso, teníamos que recurrir a la Policía para hacerles llegar las tareas sobre todo de Lengua y Matemáticas”.

No obstante, “pudimos finalizar el curso sin grandes incidencias, aunque realmente regresar a las aulas y recuperar el contacto, para mí  fue un gran regalo”.

Tres años después, estima, “creo que hemos cambiado como sociedad y en el alumnado se ha notado también una cierta variación. Ahora observamos que sobre todo en bachillerato cuesta más asumir ciertos cambios que antes se llevaban a cabo en un par de meses. También hemos apreciado que el uso de la tecnología sea ahora menos responsable que entonces, con chavales con demasiado apego, sobre todo a los teléfonos, con los que se van a dormir y con los que pasan gran parte del día o con chicos que tratan de camuflar ciertas aplicaciones con las que tenemos que estar pendientes”. Algo para lo que sí ha servido esta pandemia, “es para concienciar y para aprender a protegernos. Ahora cuando hay un catarro fuerte, el alumno acude a clase con su mascarilla”.

En el IES Torreón es alumno David Llumiguano. En 2020, cuando comenzó la pandemia, estudiaba 3º de la ESO. Cuando se anunció el cierre de los centros escolares para todos fue una sorpresa. “Sabíamos que estaba pasando algo, pero no pensábamos que pudiese llegar aquí. De un día para otro tuvimos que adaptarnos y empezar a seguir el curso desde casa”.

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Ese cambio hacia lo digital para él “fue un poco raro al principio, pero sencillo”. Quizás lo más complejo fue perder el contacto con los compañeros, aunque describe, “mantuvimos la relación gracias a las aplicaciones como Zoom, Skype, etc. Quedábamos para jugar videojuegos online, así que en realidad, mantuvimos la relación de una forma diaria”.

Cuando arrancó el 2021, tocó volver a las aulas y en esa vuelta, las mascarillas se hicieron imprescindibles. “Al final, las mascarillas las vimos como algo natural. Cuando nos la quitaron había algunos compañeros que sólo los conocíamos por los ojos y hubo algunas bromas, pero se han ido produciendo los cambios de una forma muy natural”. Lo más duro para su promoción, fue no disfrutar de las excursiones que en el Centro son habituales. “No tuvimos los viajes que sí han tenido los demás compañeros, pero entendíamos que era lo mejor y lo asumimos”.

La pandemia vació los estadios y pabellones, dejando imágenes que ya son historia 

La pandemia también obligó al mundo del deporte a parar en seco. Virginia Ruiz, capitana del Salesianos Fútbol Sala, rememora que “a nosotras nos avisaron desde la dirección deportiva en medio de un entrenamiento de las medidas que se habían anunciando, aunque la idea era que el confinamiento iba a durar un par de semanas”.

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“Al llegar a casa conocimos que se paraba la Liga y que el deporte pasaba a un segundo plano”. Aquel parón sirvió para que el equipo no perdiese la categoría, aunque confiesa la capitana que “nos hubiese gustado ganarnos la permanencia en la pista, porque estábamos convencidas de que podíamos hacerlo”.

La temporada siguiente volvió el deporte a retomar la competición, aunque tocó asumir las mascarillas como compañeras de viaje y el olor a hidrogel como nueva atmósfera de vestuario, obviando al mentol de Reflex que ha endulzado siempre la garganta. Muchos deportistas no profesionales decidieron dejar pasar un tiempo, intentando que la vida descifrase lo que estaba pasando, pero estas valientes de amarillo, volvieron a competir y a viajar por toda España defendiendo el nombre de Puertollano. “Fue todo muy raro. De hecho, al equipo vinieron algunas jugadoras de fuera y pasó mucho tiempo hasta que pudimos vernos las caras y conocernos sin mascarillas”.

Después de un parón tan largo, “recuperar el tono físico fue complicado. En mi caso pasaron algunos meses hasta recobrar las sensaciones”. Hoy, aquellos días de terror han quedado como un recuerdo que enseñó mucho y en lo deportivo, la lucha por no descender se ha convertido esta campaña en el sueño de primera, que también tendrá que esperar, pero tal vez, como el regreso a la normalidad, se saboree más cuando acabe aterrizando en el seno de un club llamado a seguir haciendo historia.

La cultura, uno de los sectores más castigados por la pandemia

Sin duda uno de los sectores más golpeados por las secuelas de la pandemia fue el del arte. Muchas salas de cine y de teatro se vieron abocados al cerrojazo. Según recogía la consultora Comscore, el cine cerró con un 72% menos de ingresos en 2020, el peor dato del siglo. Las producciones cayeron en picado, los actores, músicos y trabajadores adyacentes a estos gremios fueron al paro, dejando paso a los encuentros virtuales donde surgieron momentazos como el protagonizado por David Guetta colgado en un ático de Miami, pinchando música que durante unas horas alivió el miedo entre los scratches y las luces de neón que iluminaron un cacho de cielo que sentimos como propios.

José Luis Vázquez, crítico de cine para Lanza, subraya que “el covid fulminó la gente de las salas de cine y con ellas se esfumó la idea del consumo como reunión social”. Además, lamenta Vázquez, “el tema de la pandemia llegó en medio de una tormenta perfecta, haciendo coincidir en el tiempo el problema sanitario con el auge de las plataformas digitales. Ahora bien, lo que te voy a decir a continuación es una teoría muy personal y es que yo quiero creer que el cine, que es un acto social, no va a morir nunca, como no lo ha hecho la ópera o un buen libro en papel”.

Sobre la apertura de salas, rememora que fue uno de los primeros en regresar. “Cuando se abrió la primera sala, ahí estaba yo”, un yo que en muchas ocasiones se encontraba sólo, rodeado de butacas vacías que se preguntaban cuándo volverían a llenarse para acompañar a ese verso libre de mirada ojiplática sobre su pantalla. “Este es el primer año de estos tres de pandemia en el que se comienza a experimentar una relativa normalidad, siendo la gente joven la que más acude al cine”.

Pese a esa “normalidad”, todavía hay días donde ir al cine sigue siendo un acto de soledad. “Sin ir más lejos, hace un mes y medio, cuando se repuso “Cantando Bajo la lluvia” estuve solo y me da mucha pena, porque la gente reclama un cine alternativo independiente que luego no consume”.

Lo que no ha cambiado desde antes de que arrancase la pandemia es el tipo de propuesta. “Yo creía que la pandemia iba a desembarcar en muchísimas películas que se hicieran eco de lo que hemos vivido, pero creo que sigue faltando perspectiva”, así pone como ejemplo, “las mejores películas de la guerra de Vietnam se hicieron con ese paso del tiempo y desde la perspectiva, aunque no son temas comparables, evidentemente”.

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José Luis Vázquez, crítico de cine / Elena Rosa

Por suerte, el tiempo hace todo relativo

Hoy, tres años después, la pandemia parece algo lejano, que se siente como si fuese una pesadilla que en realidad no ha ocurrido. Ésa parece una sensación general, cuando se rememora lo vivido y surgen conversaciones sobre antaño con un café de por medio.

“Madre mía, ya han pasado tres años”, exclama Santiago, que a primera hora hace corrillo con Miguel y con María. “Parece que fue ayer si lo piensas, pero parece que el cerebro tiene un mecanismo de defensa para olvidar todo ese miedo que pasamos” y no es que lo parezca, es que el cerebro es tan complejo, que es capaz de bloquear los recuerdos traumáticos.

Hoy las mascarillas son pequeños reductos de hospitales y farmacias. Los abrazos han vuelto y la sociedad ha retornado a su ritmo incesante, donde lo más gratificante es ver carritos con bebés “pandemials“, que no sabrán lo que se vivió cuando ellos eran apenas un proyecto familiar, pero que fueron parte de esa nueva forma de comprender el mundo.

Conviene no olvidar para estar mejor preparados, porque todo apunta a que nos tocará convivir con nuevos virus, que acechan en sepa dios qué tipo de sopa.

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