Eduardo Muñoz Martínez / Ciudad Real
A buen seguro que en la madrugada de este Jueves Santo muchos hermanos del Silencio han recordado a hombres como Elías Gómez Picazo, Félix García Muñoz, Cecilio López Pastor, Lino Desdentado Parrilla, Pablo Ruiz Pérez, Leopoldo de La Torre González, Federico Montoya Blanco, Francisco Roso Gutiérrez, Aquilino Ruiz Muñoz, Francisco de La Peña Rueda, José Fernández Pérez, Pedro Contreras, Antonio Asensio Fernández y Ricardo Oliver Fernández. Y es que ellos fueron los fundadores de la Hermandad del Silencio, que ahora celebra su setenta y cinco aniversario.
A las tres en punto, tras el toque de silencio, y ante la expectante espera de cientos de personas, se abrían las puertas del templo parroquial de San Pedro. Casi cuatrocientos hermanos, entre los «de fila» y los portadores de tronos y atributos, -como cadenas y cruces-, iniciaban su estación de penitencia acompañando a las imágenes de sus titulares el Santísimo Cristo de la Buena Muerte llevando a sus pies las fichas de los hermanos fallecidos durante el último año y calas, -como único adorno floral-, en número múltiplo de aquellos, y la Virgen del Mayor Dolor, llevada a ruedas, con el mismo exorno de la madrugada anterior.
Sin duda alguna, el redoble de los tres tambores que acompañaban a la cruz de guía y a los dos «pasos», así como el vibrar del cornetín que anuncia el comienzo y final de cada «estación» del Vía Crucis sirvieron para evocar una vez más los versos que por la calle del Compás de Santo Domingo «hilvanase» en su día el poeta ciudadrealeño Julián Márquez Rodríguez.
Las catorce «estaciones» fueron meditadas desde una acertada improvisación, -a excepción de la última, que fue léída-, y un profundo sentimiento, por don Julián Sánchez Mora, sacerdote salesiano, director del Colegio «Hermano Gárate».