Camiseta, bañador, chanclas y gafas de sol. Esa es la indumentaria que usan a diario los ángeles de la guarda del verano, los socorristas. No les hace falta más para mantener a salvo a pequeños y mayores que intentan apaciguar el calor estival en las piscinas municipales, residenciales y zonas de baño público en ríos o lagos que existen a lo ancho y largo de la geografía castellano-manchega.
En el año 2020, ocho fueron las personas que fallecieron en Castilla-La Mancha por ahogamiento. Un dato que, en lo que llevamos de año, alcanza las tres muertes en la comunidad autónoma, según el Informe Nacional de Ahogamientos (INA), que elabora la Real Federación Española de Salvamento y Socorrismo. Según este informe, la inmensa mayoría de las muertes por ahogamiento que se producen en España suele ser en piscinas privadas o en zonas de baño sin personal de salvamento, como ríos, pozas o lagos. Algo que evidencia la labor fundamental que realizan los socorristas por evitar ahogamientos en aquellos lugares donde sí están presentes y cuando la noticia suele ser “un socorrista salva…” o “casi muere ahogado…”, afortunadamente.
Desde diferentes empresas de contratación de socorristas aseguran que el perfil del socorrista y del socorrismo ha evolucionado muchísimo. Antes, el único punto de partida era prácticamente la forma física del socorrista en cuestión. Sin embargo, ahora, lo que se hacen son nuevos planteamientos de vigilancia. El punto de partida antes era responder a un determinado incidente en el menor tiempo posible, ahora el planteamiento es evitar que se produzca ese incidente.
Los socorristas son profesionales completamente formados. Para acceder al puesto han tenido que superar una serie de pruebas de nado, además de aprobar el examen de primeros auxilios en el que la maniobra de RCP (reanimación cardiopulmonar) es la más importante.
El día a día de estos socorristas puede parecer algo monótono, pero no pueden quitar los ojos de la piscina, la laguna o el mar en ningún momento, pues de ellos depende la seguridad de muchas personas.
Por fortuna, la inmensa mayoría de las actuaciones que realizan los socorristas, al menos en el caso de Ciudad Real, son leves, tales como heridas provocadas por cortes o caídas, picaduras de insectos, lipotimias, etc.
En todos los casos, tanto en los más graves como en los más leves, los socorristas se convierten en el mejor aliado de los bañistas, sus ángeles de la guarda. Jóvenes, en su gran mayoría estudiantes, que no dudan en hipotecar buena parte de sus vacaciones estivales para servir a los demás. Personas que, en definitiva, vigilan y velan por nuestra seguridad y que son imprescindibles tanto para el buen funcionamiento de las piscinas como para que podamos disfrutar de ellas con completa seguridad.
Los usuarios que con más frecuencia necesitan la ayuda de estos «ángeles de la guarda», son las personas mayores y los niños, los primeros por golpes de calor, principalmente, y los segundos por pequeñas heridas o golpes.
Jesús García, socorrista de la recién estrenada piscina municipal de Carrión de Calatrava, reconoce a Lanza que la labor de un socorrista, principalmente, consiste en “velar porque nadie se ahogue ni le pase nada mientras esté en el recinto de la piscina”. Reconoce que la labor es difícil al tener que estar en alerta durante toda su jornada laboral por si ocurre algo, pero, afortunadamente, “no suele serlo tanto”, al no ocurrir hechos de especial consideración.

Lo que sí considera difícil es controlar los nervios en el momento que ocurre una situación grave, reconoce Jesús, que en su corta experiencia como socorrista a lo más grave que se ha enfrentado ha sido a realizar un masaje cardiaco a una persona.
“Gracias a Dios, la labor de los socorristas suele ser aburrida, porque nunca pasa nada grave y eso es de agradecer”, señala Javier González, otro socorrista que presta servicio en una urbanización de la avenida de los Descubrimientos de la capital provincial.
“Nos encargamos de que la gente no se nos ahogue ni se nos lesione, y en el caso de que se nos lesione, pues aplicarle los primeros auxilios en función de la lesión o herida que presenten”, añade González, que es lo que mayoritariamente hacen. “Algún raspón, algún corte y poco más…” es lo que suele ocurrir a este joven socorrista que ya lleva tres años ejerciendo y que compagina con sus estudios.

Su compañero en la urbanización, Marcos Marín, con quien se turna en la vigilancia de este residencial, también afirma que su trabajo consiste en que “no suceda nada” en el entorno de la piscina, además de poner una serie de normas, y velar por su cumplimiento, para evitar que se pudiera producir “algo grave”.
Además, añade que, en el caso de los residenciales, los socorristas hacen un poco de dinamizadores con los niños, al menos en su caso. “Me gustan los niños y también nos dedicamos a entretenerlos”, comenta también este joven socorrista.

Al igual que a su compañero, a Marcos tampoco le han ocurrido hechos de especial gravedad, salvo algún pequeño rasguño que ha podido mitigar fácilmente.
Estos tres socorristas con los que ha contactado Lanza coinciden en que decidieron ser socorristas para sentirse útiles ayudando a la gente, además de lo que les aporta en el aspecto económico, ya que la gran mayoría de los socorristas suelen ser jóvenes que durante el invierno estudian y aprovechan el verano para sacarse unos ahorros de cara al siguiente curso académico.
Terminado el verano, toca abandonar las piscinas, algunos socorristas consiguen mantener su trabajo en piscinas cubiertas, pero a la mayoría les toca buscar otro empleo y esperar a que regrese el calor para volver a pasar el próximo estío bajo el sol velando por la seguridad de los que disfrutan de sus vacaciones y tiempo libre.
Más trabajo para los socorristas por la pandemia
La pandemia ha hecho que los socorristas tengan una mayor carga laboral. A las tareas propias de salvamento del socorrista, se le añade una labor más social, como controlar que la gente cumple las medidas anticovid.
Los socorristas tienen que intervenir más para que los bañistas, sobre todo, guarden la distancia social, además de usar las mascarillas en zonas comunes siempre que no se guarde la distancia de seguridad.
Pese a esta ‘carga’ más, los socorristas reconocen que la gente “cumple bastante bien” y suelen hacerles caso al primer toque de atención.
