Son las 12:00 de la mañana. Desde las puertas de entrada a Afymos se escucha el murmullo de un edificio lleno de gente que a esa hora toma el desayuno de media mañana. Por las escaleras que conducen al primer piso bajan un par de chicos que se dirigen a un nuevo taller en el que esperan sus monitoras de referencia.
También está Jessica Izquierdo, coordinadora en una de las viviendas del centro, que los acompaña mientras espera la llegada de Lanza. Aquí las sonrisas todavía quedan camufladas por las mascarillas, que llegaron en 2020 y que todavía permanecen vigentes casi dos años después de que el mundo quedase paralizado.
Llegar desde el Ayuntamiento de Socuéllamos hasta Afymos se resume en un par de giros de esquina, uno por sentido. El primero a la izquierda, el segundo a la derecha; apenas cincuenta metros, que son muchos menos que los que otros usuarios de poblaciones aledañas recorren cada día para mantener sus rutinas y las convivencias con otras personas que, sin saberlo, les ha permitido ser felices.
Desde que naciese en 1991, el concepto de la Asociación ha ido cambiando. De ser un punto de encuentro para familias a cargo de personas con discapacidad, se ha convertido en un lugar de referencia, que no sólo trabaja con las técnicas más vanguardistas, sino que se ha consolidado a través de los casos de integración total de personas con diferentes grados de discapacidad en la sociedad; demostrando que el talento se trabaja y que la igualdad se alcanza desde el respeto y el acompañamiento.
Hoy son decenas los chicos que viven independientes, que trabajan, que madrugan, que se relacionan y que afrontan sus problemas diarios como cualquier hijo de vecino. Quizás el caso más cercano en el tiempo y que sirve ahora como ejemplo para el resto de usuarios que viven en las viviendas acompañadas de Afymos es el de Quico, al que recuerda Jessica. “Nos comentó la posibilidad de independizarse, después de llevar un tiempo trabajando y desde el centro le apoyamos para que diese el paso y pudiese conseguirlo”.
El mayor respaldo es que los que afrontan este salto a la independencia no lo hacen en una apuesta a cara o cruz, sino que saben que “aquí guardamos su plaza durante un par de meses y si no consigue adaptarse o desenvolverse como esperaban en su nueva vida, pueden regresar con nosotros”, explica Izquierdo.

En el amplio abanico de servicios que ofrece Afymos se encuentra el Centro de Día; el Servicio de Capacitación y dos viviendas con apoyo, en las que viven doce personas. -seis en cada una-. La primera abrió sus puertas en el año 2015; y tras sus buenos resultados, se sumó la segunda en 2019.
Desde entonces, la vida de personas como la de Ángel, Paqui, Eva, José Luis, Rubén o María han dado sentido a esta propuesta integradora, demostrando que la discapacidad no incapacita y que detrás de esos nombres, queda la vida de personas que sienten, que tienen las mismas inquietudes que el resto de la sociedad y a los que les separa de la felicidad un simple abrazo que encuentran en los brazos de sus compañeros de casa o en la mirada cómplice que no necesita de palabras para explicar lo que queda en el aire.
En este sentido, explica la coordinadora de vivienda, “muchos de ellos vienen de vivir situaciones muy complejas, con entornos familiares difíciles y para ellos; estar aquí es una oportunidad de crecer personalmente, de desarrollarse y de encontrarse en entornos que les favorece a encontrar el cariño que antes posiblemente no tenían”.
En ambos hogares se favorece la convivencia familiar y se fomenta la vida en el exterior. “Los chicos suelen quedar para hacer muchas cosas. Salen de paseo, van al cine, quedan para cenar, etc”. “Son personas que se integran totalmente con el pueblo. Cuando llegan a Socuéllamos –todos, excepto Rubén, son de fuera-, se les enseña el pueblo, se les acompaña hasta que son capaces de desenvolverse en este nuevo entorno y acaban conociendo más gente que muchas personas que llevamos aquí toda la vida”.
Un “Gran Hermano” sin cámaras
Si pudiese retransmitirse la vida dentro de las dos viviendas de Afymos, el resultado sería como ver una especie de “Gran Hermano”. En el hall de entrada aparecen dos cuadrantes para organizar los trabajos de la semana; un simple folio que sin embargo sirve para evitar problemas básicos de convivencia y que recuerdan que todos deben aportar lo mejor de sí mismo para que la “vida familiar” se desarrolle de la mejor forma posible.
Entre las tareas diarias está sacar la basura, cocinar, limpiar el baño o pasar el cepillo a la casa. Algunos como José Luis y Rubén confiesan que les gusta limpiar; otras como Eva, apuestan por comer helado tranquilamente, porque es “lo que más me gusta”.
Aunque “existen pequeños roces”, explican los protagonistas, son los típicos que surgen en cualquier convivencia. Pese a ellos, prevalece el sentido de pertenencia, el de apoyo entre todos ellos. “Todos están muy pendientes de los demás. Es algo muy bonito. Cuando pasa algo enseguida se apoyan, se aconsejan. Es muy gratificante”, relata Yolanda Alarcón, una de las sociosanitarias que está con ellos a diario.
José Luis es el más mayor de los doce usuarios que viven en las casas de Afymos “y el más antiguo”, resalta con orgullo. Lo mejor en la convivencia para él “es la relación entre los compañeros”. Cuando alguno de ellos se marcha, se echa de menos; quizás por eso no se plantea la posibilidad de irse pese a su alto grado de independencia.
Durante los últimos años ha ejercido como conserje de colegio, como repartidor de periódicos y ahora espera su oportunidad como barrendero. Es un trabajador incansable, con capacidad para adaptarse rápido a las nuevas tareas, como Rubén, recién nombrado Quijote de Socuéllamos en las últimas fiestas patronales de la localidad, un cargo que ostenta con mucha alegría.
El chico de la gorra y la sonrisa permanente lleva cuatro años en una de las casas de la Asociación y a ella le aporta su alegría y su carisma. Sin proponérselo es un líder y su forma de ser permite crear estabilidad a su alrededor. Es el único de los doce que ha nacido en la localidad y eso, quizás, le suma un grado de responsabilidad.
Durante esta charla con Lanza también están Ángel y Paqui, que son hermanos. Él es el callado, ella es la dicharachera. A su lado está María, a la que volver después de vacaciones siempre se le hace cuesta arriba.
En sus otras ocupaciones esta mañana se han quedado el resto de los chicos convivientes. Por un lado, Andrés y Javi G que están en la casa 1; por otro, Tomás, Javi y Pedro, que forman parte de la 2.
Para que estos chicos tengan una vida estable y equilibrada, es imprescindible el amplio equipo de Afymos en el que hay piscopedagogos, fisioterapeutas, logopedas, psicólogos, técnicos laborales, sociosanitarios y educadores como Visi, Dori, Jessica, Mari Carmen, Sebas, Silvia, Lucía o Araceli que aparecen como salvavidas cuando surgen las dudas.
Educadores como Jessica dejan aparcada su vida personal para convivir con ellos. Ella, como sus compañeros, se enfrentan al reto de ser parte de la gran familia, sin olvidar su papel como referentes. Una de las grandes dificultades a las que se miden es cuando los chicos necesitan qué camino elegir y no saben cuál es el adecuado. “Aquí les empujamos para que decidan. Es importante que se equivoquen y que acierten y descubran que detrás de las decisiones se dan unas consecuencias que deben aprender a afrontar con madurez. Es parte de nuestro trabajo”.
Normalizar la discapacidad desde la dignidad
Entre los grandes objetivos perseguidos desde Afymos está el de normalizar la discapacidad, trabajar con ella, para conseguir dignificar la vida de las personas que llegan hasta el centro buscando mejorar su calidad de vida.
Encabezando este proyecto está su la Junta Directiva de Afymos, compuesta por nueve personas, todas ellas familiares de personas con discapacidad o bien con una vinculación muy estrecha con este colectivo. Ana Belén García, directora de la Asociación, se felicita al explicar que “por suerte, la discapacidad ha dejado de ser algo desconocido, invisibilizado y sin recursos, que ahora cuenta con profesionales capacitados que pueden mejorar considerablemente la calidad de vida de las personas que con las que trabajan”.
“Tener una discapacidad no obliga a una persona a estar sentada en un sofá sin hacer nada; significa que es una persona que necesita de unos recursos y de unos profesionales para poder tener una vida lo más normalizada posible”.
La labor ejecutada desde Socuéllamos ha hecho que Afymos se convierta en una referencia en toda la región y un lugar donde la discapacidad tiene un futuro dignificado por delante.