Los visitantes han podido disfrutar de una cueva que contiene tinajas de cemento y barro, y a los que José María Díaz ha explicado las razones por las que reventaban y que provocaron que los agricultores se inclinaran por las tinajas de cemento, que además de ser más resistentes, permitían esquivar el laborioso proceso de introducirlas por la lumbrera. A los navarros les ha llamado la atención las penalidades que suponía la construcción de unas cuevas en las que la picadores y terreras se empleaban a fondo, empezando por la lumbrera y terminando por la escalera. Asimismo, los expedicionarios han disfrutado de la agradable temperatura, en torno a los 14 o 15 grados, dato que ha permitido explicar a José María Díaz lo bien que se conservaba el vino en las cuevas, “lo que permitía a su dueño venderlo en la fecha que más le interesaba”. Otras preguntas han ido sobre la capacidad, la calidad del vino en función del nivel donde se encontraba y el famoso tufo que los vinateros de Tomelloso combatían con el fuego.
Ningún aspecto de la construcción ha pasado desapercibido en la visita; como el empotrado, el balaustre o las ménsulas que se hacían para decorar la construcción, además de un pozo anterior a la construcción de la cueva, la escalera o el jaraíz donde se pisaba la uva para producir ese mosto que luego fermentaba en las tinajas . Alguien ha preguntado el tiempo que suponía construir una tinaja de barro, respondiendo José María que alrededor de unos setenta días, “puesto que no solo era la construcción en sí de la tinaja, sino la preparación de una tierra especial que se utilizaba”.
Otras preguntas han ido sobre la capacidad, la calidad del vino en función del nivel donde se encontraba y el famoso tufo que los vinateros de Tomelloso combatían con el fuego. José María Díaz lo ha manifestado con total claridad. “Se encuentran ustedes dentro de una cueva típica que, sin duda, fueron las que hicieron grande a nuestra ciudad”.
Ha sido curioso comparar los distintos nombres con que se denominan los aperos en La Mancha y en Navarro, o las medidas de superficie o capacidad. Al terminar la visita, los excursionistas también han podido contemplar un típico corral manchego que se encuentra en perfecto estado de conservación.
Además de la cueva, los excursionistas navarros han visitado el Museo del Carro y otras ciudades y pueblos de la región como Toledo, Consuego, Manzanares, Puerto Lápice, Argamasilla de Alba y Ruidera. “Hemos disfrutado mucho con todo lo que hemos visto en la Mancha”, -han señalado uno de los 29 visitantes-. El grupo ha estado acompañado por dos guías turísticos.