La nueva Política Agraria Común (PAC), vigente desde el pasado 1 de enero, ha traído el debate al campo. Y ha llegado a través de las medidas para cumplir las nuevas exigencias medioambientales de una PAC cada vez más ‘verde’, en pos de alcanzar los objetivos climáticos y medioambientales de la Unión Europea. Se trata de los llamados ecorregímenes, que, entre otras prácticas, contempla las cubiertas vegetales. Son capas de plantas que crecen de manera espontánea (flora autóctona) o con siembra (cultivadas con crecimiento controlado con gramíneas, crucíferas o leguminosas) en el suelo sin labrar de leñosos -viñas, olivos, pistacheros o almendros-. Otro modelo son las cubiertas inertes, es decir, las realizadas con restos de poda, u otros materiales como paja y elementos pedregosos, estas dos últimas mu poco utilizadas.
Las cubiertas apenas están presentes en las explotaciones de los productores ciudarrealeños, que cuestionan el sistema por sus reticencias en el manejo. Prefieren el laboreo tradicional que, además, ofrece una imagen ‘más limpia’ de sus fincas. Su resistencia, según explican, también viene dada por los gastos que conlleva la nueva práctica en una coyuntura que sigue marcada por la subida de costes de producción, e, igualmente, por temor a que sus cultivos pierdan vigor y reduzca sus cosechas, principalmente de uva y aceituna. Por ello, serán pocos los que se acojan a las ayudas adicionales previstas en la PAC para los leñosos con cubiertas: 61,07 euros por hectárea en explotaciones con baja pendiente, y hasta los 165,17 euros en elevada pendiente.
Por el contrario, este sistema tiene sus defensores y en la provincia cuenta con experimentada presencia en uno de los grupos agroalimentarios más importantes, como es Pago del Vicario. La empresa optó hace más de una década por esta herramienta, por sus beneficios como sumidero de carbono, y por contribuir al enriquecimiento del suelo con materia orgánica, retener el agua, frenar la erosión y favorecer la biodiversidad.

Prácticas agroecológicas más sostenibles y baratas
A favor de las cubiertas vegetales se muestra Eugenio Roldán Núñez, director técnico de Viticultura del conocido grupo ‘Pago del Vicario’, que optó hace más de dos décadas por este sistema en la gran finca vitícola de 130 hectáreas que dio forma al complejo enoturístico -con bodega propia- que la empresa tiene a pocos kilómetros de Ciudad Real.
Roldán destaca los grandes beneficios fisicoquímicos de este sistema agroecológico para la estructura del suelo, que superan a los inconvenientes. “Es positivo”, asegura, porque enriquece la superficie con más materia orgánica y favorece la biodiversidad de los microorganismos y la fauna que viven en las explotaciones sin laboreo tradicional. Igualmente, agrega, contribuyen al compactado del terreno que, a su vez, facilita el paso de la maquinaria y los trabajadores.
Otras ventajas de la nueva herramienta subvencionada en la PAC, apunta Roldán, son un gasto “sensiblemente más bajo” en fertilizantes, la reducción de la evaporación por el efecto aislante de la manta vegetal, la prevención de las escorrentías y la minimización de la erosión del terreno.
Por el contrario, las dificultades del sistema, explica el ingeniero agrónomo, se derivan de la presencia de las hierbas “difíciles de controlar”. Éstas, indica, precisan de una gestión más particular, en función del tipo de cultivo, así como en años secos “pueden representar un problema por el exceso de competencia con el cultivo”. En este caso, por la experiencia en las viñas del pago que dirige, con un horizonte en la lontananza de cepas en espaldera, ahora peladas, aconseja cubiertas vivas de gramíneas, porque tienen un ciclo opuesto: “las hierbas se agostan o se siegan en primavera”, mientras que la vid “está en pleno desarrollo, tras su brotación”. Para las más persistentes, “de hoja ancha”, sugiere el uso de fertilizantes específicos contra la maleza persistente.
Igualmente, el riego subterráneo es otra solución que Roldán defiende para optimizar el recurso en los cada vez más presentes y prolongados ciclos de sequía. Es el ejemplo de la gran finca que gestiona en torno a la bodega, que está dotada de kilómetros de tubos, soterrados a entre 35 y 40 centímetros de profundidad en el centro de las calles entre las cepas, por debajo de las cubiertas vegetales (están a entre 15 y 29 centímetros) para dirigir el agua al cultivo y cubrir sus necesidades.
Aumentar el nivel de materia orgánica
El ingeniero agrícola está al frente de estos viñedos -con 400.000 de cepas de 10 variedades, ninguna airén- desde su plantación en 2001. El primer objetivo por conseguir en este conjunto de plantíos, distribuidos en terrenos alomados, con las hileras de vides en perfecto orden, fue aumentar el nivel de materia orgánica. Una finalidad cumplida tras dos décadas de cubiertas en los suelos que previamente habían acogido cereal de secano, al doblar el 1,2% de biomasa inicial. Ha sido gracias, subraya el técnico, a los comentados aprovechamientos físicos -mayor capacidad de retención de agua- y químicos -restitución al suelo de los restos orgánicos tras su secado y prevención de los lavados de sales-.

Roldán considera las cubiertas -vivas o inertes (restos de poda, pajas o piedras)- como prácticas agrarias viables, aunque su incorporación a través de las exigencias de la PAC esté siendo “un poco drástica” para los agricultores, culturalmente alejados de este sistema y acostumbrados al laboreo tradicional.
No obstante, una vez conocido “y bien manejado, es más barato”, asegura el ingeniero, que el labrado con aperos arrastrados por un tractor porque “necesitas menos inversión”. Por ejemplo, al usar maquinaria, se precisan equipos más pequeños y rápidos.
Por su experiencia y conocimientos, el técnico también tiene implantada la técnica ‘verde’ en sus propias explotaciones, como la finca de almendros que cultiva al pie de la torre de control del pantano de El Vicario, cercana al Pago del Vicario’, con 10.000 árboles de la variedad marinada.
Más gastos y menor producción
En contra de las cubiertas vegetales se muestran algunos productores de la provincia consultados por El Campo.
Es el ejemplo de Rocío Magán, agricultora de Carrión de Calatrava, que ha decidido junto a su marido, ambos cotitulares de una explotación de 160 hectáreas -entre viña, cereal, olivo y almendros-, no acogerse a estas prácticas voluntarias para cultivos leñosos cuando cumplimenten la nueva PAC.
“No estamos seguros de cómo va a funcionar”, señala, posiblemente por “desconocimiento”, reconoce, aunque ha sumado a su decisión que la técnica agroecológica “pueda afectar a la producción de la viña” en forma de “pérdidas”.
“No está la cosa para hacer probaturas”, asegura, porque “las ganancias son muy justas” y hay poco margen “para arriesgar”.
Magán espera informarse sobre las ventajas de estas prácticas y así poder en posteriores campañas optar a las subvenciones, mientras que por ahora transformarán los restos de poda en biomasa, otras práctica reconocida en la nueva PAC.
Cuantías pequeñas
La misma posición defiende Valentín Utrilla, agricultor de 50 años de Pozuelo de Calatrava, quien tampoco ve “beneficiosas” las cubiertas vegetales para sus fincas de leñosos permanentes, de olivar y viñedo. Primero porque “las cuantías de las ayudas no son tan grandes”, y segundo porque tendría que adquirir maquinaria “para el desbroce o siega mecánica de los restos vegetales”.
Sobre el tratamiento de los restos de poda, que también pueden constituir una cubierta para retener el agua y frenar la erosión, señala la posibilidad de existencia de enfermedades de la madera, por los hongos, esporas y bacterias presentes.
En el caso de los herbáceos, Utrilla sí se acogerá a los ecorregímenes, indica, beneficiosos para el clima y el medio ambiente, con un porcentaje de barbecho y siembra de leguminosas. “Ya lo veníamos haciendo pare enriquecer la tierra y realizar la rotación de cultivo con especies mejorantes”, señala. Se trata de una práctica que a este agricultor le resulta “más sencilla”.
Más inversión
Similar tesitura es la del miguelturreño Justo Fernández, productor de varios leñosos, como pistachos, almendros y uvas. “No me gustan las cubiertas”, opina, porque impulsar esta instalación le obligaría a hacer una nueva inversión en maquinaria para el manejo de la técnica agroecológica
Acostumbrado al laboreo tradicional con tractor, “no me agrada pensar que tendría que cambiar”, sobre todo a la hora de mantener durante cuatro meses la cubierta viva sobre el terreno, dentro del periodo comprendido entre el 1 de octubre y el 31 de marzo. “No se puede arar”, que una labor que cada año realiza.
Con todo, diversas entidades, como Cooperativas Agroalimentarias o las entidades y sectoriales de productores están informando a los agricultores de las ventajas e incovenientes de acogerse de forma total o parcial a los ecorregímenes como solicitantes de la PAC. Pueden tramitar ayudas en toda o parte de su superficie, y combinando diferentes prácticas sobre distintas parcelas agrícolas, como ya están gestionando.
Más investigación
José Ángel Amorós Ortiz-Villajos, profesor jubilado de Producción Vegetal y Tecnología Agraria de la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Agrónomos de Ciudad Real (ETSIA), echa en falta “más investigación y campos de ensayo” en torno a las cubiertas vegetales y otras prácticas agroecológicas en explotaciones nacionales, regionales o ciudarrealeñas.
“Ya vamos tarde”, asegura quien ha estudiado y escrito durante años sobre estos sistemas, que ve menos recomendables en climas áridos, como los de las regiones meridionales de España: Andalucía o Castilla-La Mancha.
Por el contrario, las cubiertas vegetales cuentan a nivel europeo con gran bibliografía y experimentación, dada su ventajosa climatología, con apenas restricciones de humedad y suelos profundos. Allí “existe mucha experiencia y es una práctica habitual en los leñosos de porte mediano a grande”.
Por ello, Amorós pide sensibilidad a las administraciones para atender financieramente proyectos como los que su grupo de Producción Vegetal de la ETSIA lleva presentando desde 2017 a las instituciones europeas, nacionales y regionales. “No hemos tenido suerte”, lamenta, aunque no pierde la esperanza de que puedan abordarse “estudios científicos serios y de larga duración”.
Agricultura más ecológica
El profesor universitario resalta el carácter “de reverdecimiento” de la nueva PAC, cuyas subvenciones “están condicionadas a una agricultura más respetuosa, ecológica y sostenible”. Son obligaciones que implican cumplir los ecorregímenes a través de prácticas voluntarias para alcanzar una gestión agraria baja en carbono.
Las ventajas son muchas, apunta el investigador, “más diversidad de plantas, y de fauna -insectos, vertebrados y artrópodos, más materia orgánica del suelo y la minimización de emisiones de gases de efecto invernadero”, éste último un factor que “se debería valorizar y compensar económicamente”.

Amorós también habla de otras ventajas de las cubiertas vegetales, como es el más fácil acceso a las plantaciones (el terreno está más protegido), hay menos erosión y facilita la infiltración del agua. La técnica, además, puede contribuir, destaca, a disminuir los excedentes de producción, sobre todo en vid, y promover un control sobre la campaña que podría llevar a evitar “desequilibrios en los mercados”.
En esa línea, Amorós Ortiz-Villajos advierte de que la merma en la producción, que calcula entre el 20 y el 30%, se da con las prácticas ecológicas “de manera indefectible”, un extremo que está haciendo que algunos productores se resistan a poner cubiertas vegetales. “Están reacios”, reconoce, por los posibles perjuicios en su renta directa, que también podría minar la necesidad de cambio de maquinaria para la gestión del cultivo.

Por ello, y aunque en general está a favor de las cubiertas vegetales, alternativa al laboreo tradicional, “en una tendencia que parece irreversible”, ve un futuro incierto para ellas en regiones como Castilla-La Mancha, por su clima cada vez más extremo. “Hay que estudiar cada caso y ver qué tipo de suelos son y qué posibilidades de riego tienen” para que “la plantación no se vea comprometida”, explica.
En este contexto, rechaza la homogeneización de los criterios de una política agraria que “diseñan unos señores que están lejos del campo” y que no han tenido en cuenta “la experimentación”.