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29 marzo 2024
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Tesoros que afloran cuando baja la Tabla de la Yedra: 28 años del hallazgo de las bombas de la Guerra Civil

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El periodista Aníbal de la Beldad en la Tabla de la Yedra, justo en el lugar donde aparecieron las bombas de la Guerra Civil / Clara Manzano
Noemí Velasco / PIEDRABUENA
Cuando las precipitaciones no llegan, en los ríos Elba y Rin aparecen las “piedras del hambre”, y los alemanes leen su nefasto mensaje: ‘Si me ves, llora’. En Piedrabuena, sin embargo, en tiempos de sequía los vecinos recuerdan el hallazgo de 140 bombas de la Guerra Civil en el río Bullaque y no dejan de pensar que “la Tabla de la Yedra puede esconder todavía muchos secretos”

El pedregal del lecho del río aflora en la playa de la Tabla de la Yedra, la zona menos profunda y donde es más evidente la sequía. Siete años con precipitaciones más bajas de lo habitual no han pasado inadvertidos en este paraje de aguas tranquilas y exuberante vegetación que poco tiene que ver con la llanura manchega. El corte de vegetación desvela hasta dónde llegaron los márgenes del Bullaque en otoños más fecundos y al pisar los embarcaderos se atisban los secretos que esconden las aguas. Misterios existen y algunos son insospechados: hace 28 años el descenso del caudal descubrió un arsenal militar con 140 bombas de la Guerra Civil.

“Aparecen 29 proyectiles de guerra en el río Bullaque”. Con semejante titular abrió Lanza la portada de su diario el 19 de septiembre de 1994. Los proyectiles habían sido descubiertos por un pescador en ‘La isleta’, muy cercana a la popular zona de baño de ‘El cacho’ en la Tabla de la Yedra, y aseguraban que habían sido arrojados a las aguas al finalizar la contienda militar. Lo contó de primera mano Aníbal de la Beldad, piedrabuenero y periodista de Lanza en la comarca en aquellos años, que recorre con el mismo periódico tres décadas después las huellas que dejó el hallazgo.

La pesca de los hermanos García

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Los hermanos Ángel y Pedro García Ortega encontraron las bombas en el margen izquierdo del río, muy cerca del puente flotante / Clara Manzano

Unos hermanos de Piedrabuena, Ángel y Pedro García Ortega, fueron los que localizaron las primeras bombas. “Ellos se dedicaban a pescar, a coger cangrejos, a vivir un poco de lo que daba la naturaleza, además de trabajar en otras cosas. Y mientras pescaban carpas vieron aparecer estos proyectiles, que no es que emergieran, sino que el río bajó tanto de su nivel que aparecieron en los márgenes y fue fácil verlos”, explica De la Beldad. Entonces, ellos, que eran “curiosos y atrevidos, perfectos nadadores y buceadores”, no lo dudaron y enseguida se lanzaron al agua.

Al final no fueron 29, sino 140 los proyectiles que finalmente aparecieron en la orilla o sumergidos a apenas unos metros de ella en las cercanías del ‘puente flotante’ que hoy conecta las riberas del río. “Cuando te metes hasta la cintura de agua, puedes tocar todos los que quieras con los pies. Está todo lleno, hay un montón”, confesó a la prensa uno de los hermanos. Medían una longitud de 45 centímetros y unos 10 de diámetro, y tenían un peso aproximado de unos 12 kilos.

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La aparición de las bombas de la Guerra Civil, en la portada de este medio / Lanza

Aparecieron, recuerda De la Beldad, “cubiertos de óxido y lodo”, aunque muchos seguían activos después de cincuenta y cinco años. Los efectivos militares que intervinieron en la extracción tuvieron que explosionar en una cantera las bombas bajo unas estrictas medidas de seguridad. Este tipo de material bélico fue utilizado con frecuencia en la Guerra Civil. Disparadas con cañones, según los especialistas tenían una onda expansiva de unos 200 metros con un kilo y medio de explosivos.

La sequía descubrió el arsenal del Ejército Rojo

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Senderistas por la senda que recorre ‘La isleta’ y ‘El cacho’ / Clara Manzano

¿Qué hacían las bombas allí? Todo parece indicar, según explica Beldad, que “cuando estaba acabando la Guerra Civil española, el Ejército Rojo decidió desprenderse del armamento y así es como las bombas acabaron en el río Bullaque”. Hay que tener en cuenta que Ciudad Real siempre estuvo en la retaguardia de la República y que Piedrabuena acogió una de las bases de operaciones que surtían de munición al frente de Extremadura. Las características de la Tabla de la Yedra y, en concreto, del entorno del ’Cacho’, “una zona de aguas profundas, que normalmente no se secaba”, la convirtieron en el sitio perfecto “para que el armamento quedara fuera del alcance de sus rivales”.

La sequía tan prolongada que vivió España entre los años 1990 y 1995 permitió que apareciera el cementerio de bombas. Fue “una situación muy grave”, reconoce Aníbal de la Beldad, que recuerda que las personas mayores de Piedrabuena describían por aquel entonces que “nunca habían vivido algo semejante”. Mientras recorre las sendas del bosque de ribera mediterráneo y explica que “los sábados se concentran los pescadores porque la Tabla de la Yedra es de los pocos lugares en los que todavía se puede pescar”, reconoce que “la actual sequía, que ya dura 7 años, aunque no ha sido tan extrema, pero sí más prolongada en el tiempo, nos está devolviendo una imagen muy parecida a la de 1994 y 1995”.

Piedrabuena vivió el suceso con gran expectación

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El hallazgo de las bombas generó una gran expectación en Piedrabuena / Clara Manzano

En Piedrabuena el hallazgo se vivió con una gran expectación. “Lógicamente fue un hecho excepcional. Cuando aparecieron las primeras bombas podía ser algo casual, pero luego se demostró que había más cargamento militar”, explica Aníbal de la Beldad, que recuerda que la noticia tuvo “mucho recorrido informativo” en la prensa. Como no podía ser de otra forma, lo que ocurrió es que “el río Bullaque se convirtió en un sitio de peregrinaje, no solo para gente de Piedrabuena, sino de fuera”. La Tabla de la Yedra se llenó de curiosos que iban a buscar bombas en el río e incluso “hubo gente que trataba de llevarse alguna”. Nada tenía que ver con la imagen de bañistas que proyecta cada verano.

El gobernador se comprometió a hacer un rastreo del río, pero no llegó

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Todo parece indicar que el Ejército Republicano hizo sucesivas descargas en la Tabla de la Yedra / Clara Manzano

El cauce del río puede llegar en esta zona a los 20 metros de profundidad, pero todo el arsenal apareció en la orilla, en ningún momento se utilizaron barcas para depositarlo en lo más hondo. Aníbal de la Beldad reconoce que “todo parece indicar que fueron descargas rápidas y probablemente en toda la Tabla de la Yedra, no solo en este lugar”. De hecho, este episodio no fue exclusivo, en julio de 1987 aparecieron dos proyectiles y el periodista cuenta que años atrás un vecino de Piedrabuena, Eugenio Laguna, perdió la mano tras manipular uno de estos explosivos. Beldad recopiló diferentes testimonios que hablaban de otros hallazgos, aunque no supieron precisar el lugar.

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El alcalde, José Luis Cabezas, pidió al gobernador civil un rastreo exhaustivo del río Bullaque / Lanza

Un recorte de prensa recuerda que en 1994 el gobernador civil, Fidel Martínez, se comprometió a traer a la Marina para “hacer un rastreo de todo el río Bullaque”, desde la perspectiva, señala De la Beldad, “de que este mismo episodio se podía vivir en otras partes”. Sin embargo, pese al rastreo que hicieron en la zona del hallazgo un grupo de buceadores de los Grupos de Operaciones Especiales (GOE), con militares de artillería de la unidad AALOG-11 del Ejército de Tierra, al año siguiente “las mismas personas volvieron a encontrar nuevos proyectiles”. Lo que demostró, en palabras del periodista, “que el rastreo no había sido lo suficientemente exhaustivo”. Si hubo una inspección posterior, nunca se llegó a saber.

“La Tabla de la Yedra puede esconder todavía muchos más secretos”

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Aníbal de la Beldad confiesa que los vecinos de Piedrabuena piensan que la Tabla de la Yedra puede encontrar más secretos: bombas y armamento / Clara Manzano

En los ríos Elba y Rin han quedado en los últimos meses al descubierto las llamadas “piedras del hambre”, unas inscripciones que rezan ‘Si me ves, llora’ y que se remontan a una tradición alemana del siglo XV. La salud del río Bullaque nunca va a dejar de preocupar a los vecinos de Piedrabuena, pero en este pueblo que es puerta de entrada a la comarca de los Montes cada vez que las aguas bajan no solo miran al cielo, sino que recuerdan esta historia y piensan que, como comenta Aníbal de la Beldad, “la Tabla de la Yedra puede esconder todavía muchos más secretos”.

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