La Semana Santa de Ciudad Real, de “Interés Turístico Nacional”, superado el paréntesis de la pandemia de Covid-19, por fin ha sido un éxito de devoción, de público y de visitantes, que llenaron nuestros hoteles y restaurantes. Una excelente ocasión -consideraciones religiosas aparte, aunque sean el verdadero leiv motiv de los días pasados- para atraer a los foráneos, y ganarse su corazón. Sobre todo si el tiempo es bueno, meteorológicamente hablando… Y de paso contribuir al restablecimiento del erosionado sector de la hotelería y la hostelería (con s).
En cuanto a la sutil inclusión de la “s”, sepamos la diferencia entre dos aspectos de un sector las más de las veces unitario. La Hotelería se encarga de la gestión y dirección de empresas hoteleras: los alojamientos. Mientras que la Hostelería (con “s”) es el conjunto de actividades, operaciones y prestaciones de servicios ligados a la alimentación de clientes, en los bares, restaurantes y otros establecimientos de comida. La hoy tan profusamente llamada “restauración”.
Pues bien, somos conscientes de que en estos días utilizados por otros mortales para los viajes y el ocio, los profesionales de este amplio sector han de trabajar más aún, y esforzarse por ofrecer un esmerado servicio a quienes nos visitan. Pero ¿y los de aquí? ¿Y los habitantes de esos núcleos de población menos cercanos a los polos de atracción del turismo? Pues bien que se buscan sus mañas para -respetando las normas más estrictas de la Semana Santa- gozar de la compañía que sus convecinos les ofrecen, con una mano en el corazón y otra en la cuchara. Que también así se santifican las fiestas…
Y es que no deja de ser original el caso de Cañada de Calatrava, pequeño núcleo de población con exactamente 105 habitantes. En pleno Campo de Calatrava, en el triángulo formado por Ciudad Real, Corral de Calatrava y Almagro, Cañada presume de ostentar una elevada dosis de cohesión ciudadana. Poquitos, pero bien avenidos. Y ahí está la muestra, ese popular “Potaje de Semana Santa” que organiza y distribuye gratuitamente el Ayuntamiento entre sus vecinos…
Claro, con la inestimable e insustituible colaboración de sus dos “cocineros titulares”, Gimi Cortés y Miguel Gómez Peco. En palabras de la alcaldesa de Cañada, Cristina Espadas, “se trata de una costumbre inveterada, y un año más el potaje de Cuaresma nos supo a gloria”. A pesar de que aún faltaban un par de días para el Domingo de Resurrección… Este “Potaje de vigilia” ciertamente nos recuerda al francés “pot-au feu”, algo así como “caldero en el fuego”, donde cuece indolentemente por espacio de horas.
Bien es verdad que este plato de verduras y legumbres contiene muchas variantes (garbanzos, judías, acelgas, espinacas, bacalao, pellas… pero nunca carne), dependiendo de la zona y la disponibilidad local de los alimentos. Una pequeña muestra de que los pequeños núcleos de población, no son más escasos que los grandes en aspectos tan vitales como la convivencia, hermandad y solidaridad… Ni tampoco en la conservación de nuestras recetas rurales más tradicionales ¡Pues que siga!