Plaza de toros de Tomelloso. Más de media plaza.
Se lidiaron seis toros de Virgen María. De desigual presentación. Faltos de raza y empuje en general. Muy bueno el tercero, de nombre Manifiesto, número 43, que fue premiado con la vuelta al ruedo.
Morante de la Puebla: pitos y oreja.
Cayetano: ovación y oreja.
Antonio Linares: dos orejas y oreja tras aviso.
Antonio Linares salió a hombros. Saludaron en el tercero Francisco Javier Tornay y Joao Pedro El Azoreño, y Miguel Hervás y Joao Pedro El Azoreño en el sexto.
La corrida de ayer en Tomelloso deja varias lecturas y alguna que otra incógnita.
Una de las preguntas sin resolver -la menos trascendental de todas- es porqué en Tomelloso es materialmente imposible comenzar los festejos puntualmente. No son pocos los años que llevábamos acudiendo gustosos a su feria, y está por ser la primera vez que el festejo en cuestión comience a la hora señalada. Ayer el primer toro salió pasadas las siete y veinte. Pero bueno, esa es cuestión menos relevante. A lo que tampoco encontramos explicación -y ésto es más serio-, es por qué la plaza registró una entrada tan pobre tratándose del cartel que se trataba. Una figura que hacía cerca de veinte años que no pisaba este ruedo (Morante), uno de los toreros más mediáticos y populares del escalafón (Cayetano), quien sustituía, es cierto, a alguien difícilmente reemplazable hoy día como es Roca Rey, y el debut como matador de toros del torero local (Antonio Linares). No es que fuera para poner el “No hay billetes”, pero casi, siendo Tomelloso una plaza a la que el público ha solido acudir. Por tanto se esperaba mucha más gente en Tomelloso, que registró más de media entrada aparente, y media real.
En lo estrictamente taurino, el primero le duró a Morante lo que un café en mañana de invierno; casi nada, excepto a la hora de acabar con él con los aceros; ahí se demoró. El de Virgen María, ayuno de casta y no sobrado de fuerza, hizo tirar al sevillano por la calle de en medio. No obstante la actitud del de La Puebla cambió en el cuarto. Se vio desde el saludo de capote, del que el toro salió suelto, lo cual no impidió que Morante fuera tras él hasta robarle aislados lances reseñables cerrados con gustosa media. La faena de muleta se sustentó en el pitón izquierdo, lado por el que hubo ceñimiento por momentos, y sabor casi siempre, sin que el conjunto resultante fuera deslumbrante. Al menos el sevillano puntuó cortando una oreja, aunque no creemos que el puntuar sea lo que mueva a este singular torero a vestirse de luces.
Cayetano pinchó una faena tosca en cuanto a formas aunque digna en lo referido a disposición. Tampoco es que tuviera enfrente material para bordar el toreo, ya que el de Virgen María embestía rebrincado y con aire cansino.
Frente al quinto, que hizo pasar fatiguitas a los banderilleros en el segundo tercio, Cayetano se justificó con un trasteo tan voluntarioso como insustancial, premiado con una oreja al acabar con su antagonista a la primera dejando media arriba.
En cuanto a las lecturas que mencionábamos al inicio de la crónica, quien de verdad supo leer el festejo fue Antonio Linares. El tercero fue un ejemplar sensacional de Virgen María, premiado con la vuelta al ruedo, que repitió incansable por abajo yéndose hasta el final de los muletazos que ejecutó su inspirado matador. Una maravilla. De los toros que descubren a los malos toreros, que dicen; sin embargo, a pesar de la falta de oficio y los aspectos técnicos todavía por pulir, Linares estuvo a la altura y el toro no se le escapó, que habría sido lo más normal. Lo condujo con mucho mando, la mano baja hasta el final, y toreando también fuera de la cara del toro, llenando el escenario en todo momento. Es cierto que la embestida, a veces, iba por un lado y el trazo del muletazo por otro ligeramente distinto, pero la sensación reinante al acabar con el burel fue de euforia desatada, y el doble trofeo acabó en el esportón del torero manchego.
Como sucediera en el tercero, la cuadrilla de Antonio Linares se sumó a la fiesta en el sexto, saludando ambos banderilleros tras parear. Sin embargo el toro, siendo noble, no tuvo el mismo fuelle que el tercero; ni de lejos; por tal motivo el torero de Tomelloso espació las series, lo condujo sin apreturas de ningún tipo, y adornó el trasteo con desplantes garbosos, si bien el contenido del trasteo de muleta en sí fue muy limitado por la citada condición del toro. A pesar de lo dicho, las dos orejas del de Virgen María podrían haber acabado en sus manos si no hubiera fallado con el descabello después de dejar una buena estocada entera arriba, quedando el premio en singular. Es de justicia señalar que la faena fue brindada a su apoderado, su gran apoyo, Ramón Marta.
Visto lo visto hoy en Tomelloso y en otros ruedos donde ha actuado Antonio Linares queda claro que el torero manchego pide paso. Otra cosa es que quienes tienen que abrírselo tengan la vista de hacerlo.