Javier Carrión (Tomelloso, 1973) enseñó su talento creativo siendo muy joven tanto en la pintura como en la fotografía. Con el paso de los años, su obra ha ido adquiriendo ese poso de calidad, empaque y ricos matices que siempre aporta la experiencia. Así se ha ido reflejando en exposiciones, proyectos, obras y encargos de este fotógrafo, licenciado en Bellas Artes, último eslabón de una familia de excelentes fotógrafos, que no ha parado de buscar y evolucionar. Y todavía en un momento tan duro y delicado como esta crisis del Covid-19, Javier Carrión mantiene viva su inquietud creadora impulsando en las redes sociales un concurso de micro relatos que ha tenido una espectacular acogida.
-¿Cómo está llevando esta terrible pandemia que azota a todo el mundo?
-El virus me atrapó y he pasado quince días muy malos, pero afortunadamente lo peor ya ha pasado. Fernando también ha estado enfermo y también ha ido remontando. Ha habido amigos, familiares y gente cercana que nos han ayudado mucho con su aliento constante y, por supuesto, profesionales sanitarios que lo han dado todo para que esto vaya evolucionando bien. Esto es lento y seguimos con medicación, no está siendo nada fácil, pero vamos mejorando. El confinamiento en sí no lo llevo mal teniendo en cuenta que estoy acostumbrado a trabajar y pasar mucho tiempo en casa.
-Y ha sacado fuerzas de flaqueza convocando un concurso de micro relatos, ¿cómo surgió esta idea?
-Me agobió ver tantos mensajes negativos que desprendían tanta angustia en las redes sociales y pensé en hacer algo. Se me ocurrió ir publicando fotografías para que, a partir de ellas, la gente escribiera unos pequeños relatos. La respuesta fue increíble; han llegado muchas y muy buenas aportaciones. La idea es culminar este proceso con una exposición y poder juntarnos todos. Hay un material realmente bueno que tenemos que enseñar a la gente cuando todo esto acabe.
-Su agenda profesional y artística se habrá visto muy afectada, ¿no es así?
-Lamentablemente sí. Llevo seis años ganándome la vida como fotógrafo autónomo y estoy muy contento de cómo me han ido las cosas. Tengo clientes que, en realidad, son grandes amigos. Tenía todo el 2020 repleto de trabajo y parte del 21, pero esta pandemia se lo ha llevado todo por delante. Me he quedado sin actividad, a excepción del trabajo pendiente que tengo que sacar adelante. Intentaré aguantar, pero no será fácil. Ando también a la expectativa de las ayudas que las administraciones puedan destinar a los autónomos que, en líneas generales, lo tenemos bastante mal. Y en el plano artístico estaba muy ilusionado con un proyecto de retratos de personajes de Tomelloso. Yo vivo en Argamasilla de Alba, pero quiero mucho a mi pueblo, allí está mi madre, mi familia, muchos amigos y me apetece mucho dar vida a este proyecto. Lo más triste es que algunas de esas personas que pretendía sacar, nos han dejado. Pero lo quiero retomar.
-En este contexto tan duro, ¿puede un artista seguir creando y produciendo obra?
-Cuesta mucho, pero es lo único que podemos y sabemos hacer. Ahora que tenemos que estar tanto tiempo en casa, nos hemos dado cuenta de la importancia de los artistas. Nos hacen más agradable la existencia con sus cuadros, fotografías, películas y obras literarias, por poner solo unos ejemplos. Gracias a esa capacidad de los artistas de hacer cosas bonitas, la vida es mucho más llevadera. De una tormenta, aunque sea tan oscura como ésta, siempre se puede sacar algo. El arte nos suele dar paz y armonía.
-A Javier Carrión siempre hay preguntarle cómo anda su dialéctica entre pintura y fotografía…
-Mi profesión de fotógrafo me absorbe mucho tiempo y la pintura la dejé hace tiempo. Quizá también porque ves que hay gente que hace cosas mejores, empezando por las generaciones más jóvenes que te hacen sentir que puedes pasar a un segundo nivel. Lo veo en mi propia sobrina, María Abad, que estoy seguro que dará mucho que hablar. De todos modos, mantengo muchas conexiones con el mundo de la pintura. Ayudo siempre que puedo a Marcelo Grande, tengo contactos con Caroline Culubret, Pepe Carrerero y como te decía con artistas más jóvenes que están cambiando el ritmo y los temas.
-¿Cree que esta pandemia influirá en el mundo del arte?, o la misma pregunta formulada de otra manera; ¿tendrán los creadores otra mirada del mundo diferente cuando pase todo esto?
-Me gustaría responder que sí. Los creadores, y lo digo desde un prisma de humildad, siempre han tenido esa capacidad para ver las cosas de otra manera, de crear algo hermoso, desde cualquier momento y circunstancia. Con esto no quiero decir que sea necesario sufrir para la obra del artista sea mejor
-¿Cómo definiría el momento actual de su trayectoria como fotógrafo?
-El momento es bueno, de más madurez, tranquilidad y, sobre todo, de mayor seguridad. Con el paso del tiempo vas ganando esa seguridad que se refleja en lo que haces. Yo he estado en diferentes ámbitos y sectores, pero ahora estoy en un vector más comercial porque decidí hacer de la fotografía mi modo de vida. Como la evolución de la fotografía ha sido espectacular y continua, no he parado de aprender. La verdad es que me siento muy cómodo haciendo lo que me gusta.
– ¿No le ha atraído el mundo de la enseñanza?
-Tuve ya una experiencia docente. Estuve tres años como profesor de dibujo y enseñar es una labor que encierra mucho atractivo en sí misma. El problema es que las enseñanzas artísticas se encuentran denostadas. Pienso que hay que hacerlas mucho más atractivas. Fue maravillosa la experiencia que tuve con alumnos de fotografía de la Universidad Popular. Congenié con un grupo de personas que siente auténtica pasión por la fotografía y del que ha surgido una asociación de fotografía, “El galgo negro” que acaban de constituir. Estoy seguro que esta asociación va a aportar muchas cosas. Mantengo contacto con ellos y les ayudo en todo lo que puedo.
-Una de las personas que nos ha dejado en estos días ha sido Andrés Naranjo que también jugó un papel importante como fotógrafo…
-Andrés fue una persona entrañable. Conoció a mi abuelo, Muñoz el fotógrafo, que tantos años trabajó en Tomelloso, y la verdad es que hizo las cosas muy bien. Precisamente era una de las personas que tenía en mente para ese proyecto de retratos del que hablaba antes. Deja un buen legado y habrá que hacerle algún tipo de reconocimiento.
-¿Qué es lo primero que hará cuando acabe este duro confinamiento?
-Abrazar a la gente: a mi madre, mi familia, mis amigos. Echarme la cámara al hombro y salir, viajar y hacer todas esas cosas a las que antes no le dábamos la importancia que tienen. De una experiencia tan dura, tenemos que sacar lo positivo, resurgir con mucha más fuerza. Habrá que repensar nuestra forma de relacionarnos con los demás, el ritmo de trabajo, nuestro modo de pensar, en definitiva, parar un poco. Lo que más vale es el contacto con la gente; tu familia, los amigos, tu entorno más cercano. Por todo esto, es por lo que merece la pena vivir.
-¿Con qué gesto o gestos se queda de los muchos que se están viendo en estos días?
-Me quedó con algo que tuve que vivir muy de cerca. La profesionalidad de los médicos y enfermeros del Servicio de Emergencias 112 que me atendieron. Fueron dos veces a casa y me impresionó el trato y su entrega en el trabajo. Una gente maravillosa, excepcional, a la que Fernando y yo aplaudimos muchas veces en silencio, porque nosotros no tenemos vecinos cerca con los que compartir ese aplauso. El trabajo de esos increibles profesionales lo tendré siempre presente mientras viva.