Anoche se clausuraba la 32 Muestra Local de Teatro José María Arcos por todo lo alto, con el pícaro más célebre de las letras españolas al que conjuró uno de los templos de la escena nacional, en una función que encandiló al numeroso público que casi llenó el teatro y aplaudió a rabiar el buen hacer de Álvarez.
El Brujo siempre es garantía de éxito y así, el Marcelo Grande presentaba este domingo una gran entrada. En esta ocasión se ha acortado el tiempo en el que ha vuelto a Tomelloso, de ocho años, a ocho meses. Había buen ambiente en los prolegómenos de la función, y es que, se adivinaba una gran tarde de teatro. Ya saben los lectores que Lázaro fue el irónico narrador de las injusticias de su tiempo y El Brujo le dio voz. Denunciando las injusticias del XVI y las del XXI, claro, y es que, como dijo “ante el hambre no hay negritud”.

Sobre un escenario vacío, oscuro “que representa el tenebrismo español”, Álvarez se metió al público del Marcelo Grande en el bolsillo desde la primera escena. Con cambios de registro imposibles, ahora elevando el tono, ahora bajándolo; ahora recitando una salmodia o poniendo voz de Paco Rabal (“o de Sabina, que ya no sabe uno”). Con una mezcla hipnótica de gesto dicción y presencia nos llevaba donde quería en una magistral labor de orfebrería.
Mostró sobre las tablas del Marcelo Grande, como si nada, toda la ironía, la sátira y la punzante crítica social de El Lazarillo. Adaptándola a nuestra época y a Tomelloso. Fueron constantes durante toda la función los guiños a la situación actual, a Trump, los aranceles, Pedro Sánchez, Aznar o nuestra tierra. Hizo desfilar ante nosotros al ciego, al clérigo o al escudero, mientras Lázaro madura y se va adaptando al juego de la supervivencia. Durante hora y media solo existió para los espectadores del Marcelo Grande esa figura sola, casi desvalida, hilando palabras, haciéndonos reír o, muchas veces, reflexionar.

El respetable, ¡cómo no!, fue cómplice absoluto de la función, entregado desde el primer instante, aplaudió, río y disfrutó de una gran tarde de teatro. Y es que, “el teatro —dijo— es una forma maravillosa de regenerar la vida, de conectar el lado salvaje con el intelectual”. No en vano, “somo seres divinos y el teatro es la vía para alcanzarlo”. También dijo en otro pasaje que “el teatro del Siglo de Oro español era un pilar de la cultura europea. Talento, ingenio y hambre, convertidos en categoría estética”.
El público del Marcelo Grande premio a Rafael Álvarez, El Brujo, con una ovación de gala. Posteriormente se procedió a la clausura de la 32 Muestra Local de Teatro José María Arcos.