Empezó el concierto con “Introducción, Tema y Variaciones para trompa y piano”, opus 13 de Franz Strauss. Además de ser el padre de Richard, Franz fue un reconocido trompista. Chen Liu y Plata interpretaron el dúo con solvencia. Una pieza clásica en la que destaca el sonido de la trompa sobre las notas del piano, un sonido melancólico a veces, elegante otras y siempre con una alegría contenida.
El segundo número del concierto fue la “Sonata para piano y violín en La mayor”, de Mozart, con el número 526 del catálogo de Köchel. La penúltima sonata violinística del genio de Salzburgo gustó mucho al respetable, que aplaudió (e hizo muy bien, pero eso es otro debate) todos y cada uno de los tres movimientos de la pieza. El diálogo entre le violín, Bruno Vidal, y el piano de Cheng-I nos transportó a la época más madura de Mozart (que moría tal día como hoy de hace 230 años) y a la brillantez del músico.
En la segunda parte del concierto lo músicos interpretaron el “Trío para trompa en Mi bemol mayor”, opus 40, de Johannes Brahms. Se trata, como dijo la presentadora, de la mejor composición de música de cámara para trompa. Los tres músicos demostraron su buen hacer con esta pieza en la que combinan a la perfección el violín y el piano con la nobleza de la trompa. Como saben los lectores, la obra conmemora la muerte del compositor y esa melancolía se nota durante toda la obra. Los intérpretes nos llevaron desde el nostálgico Andante, al elegante Scherzo y de ahí al conmovedor Adagio (uno de los grandes movimientos lentos del alemán, según sus biógrafos), para acabar con el vigoroso Allegro.
El público premió al trío con una sonora ovación que hizo que los músicos volviesen a interpretar uno de los movimientos del “Trío” de Brahms. Una gran noche de música en el Auditorio López Torres, un consuelo para el frío de la calle y una alegría para el espíritu.