El público disfruto con los líos de los famosos amantes de Verona pero pasados por la comedia del arte, que con 40 grados en la calle no estaban los ánimos para sufrir, y premió —el respetable— a Platea con una sonora ovación.
Y es que Platea vino este sábado a enmendarle la plana al señor Shakespeare, corrigiendo los errores que Bardo de Avon, cometió a escribir la historia de los tortolitos más famosos de todos los tiempos. El drama, inspirado en un cuento de Mateo Bandello según nos contó el Maestro de Ceremonias (Felipe Fuentes) al comienzo, no tiene nada de dramático, ¡quía!, es una comedia de todas todas.
Romeo, a quien da vida Francisco J. Olmedo, deshoja una alcachofa, mientras suspira por Rosalía (más fea que pegarle a un padre). Y a Giullietta (Alba Castellanos) le quieren entrucar a Il Capitán, Felipe Fuentes, un vejestorio sin sangre. El Montesco y la Capuleto son dos tontitos que quieren ser infelices por medio de un amor imposible y en una fiesta organizada por la madre de la chica para que ésta conozca a Il Capitán, ambos se prendan.
Pero los dos personajes, dada su simpleza, necesitan la ayuda de sus criados y criadas. Arlequín (soberbiamente interpretado por Alberto Palacios) y Polichinela a quien da vida Sergio Izquierdo, por parte de Romeo. Colombina, Julia Olmedo, Fantesca (Pilar Castillejos) y Esmeraldina, que es Helena Jiménez, sirven a Giullietta. Con sus manejos lograran un final feliz para los amantes de Verona, ante Fray, un monje más bien despistado (otra vez Felipe Fuentes) a pesar de la inquina que se tienen las familias de ambos, representadas por las dos Signoras, la Capuleto es María Montañés y la Montesco, Yolanda Andújar; además del tío Capuleto, Pantaléon, a quien da vida, Lázaro Martínez.
Fue una comedía, fresca, que no nos dejó pausa, bien interpretada por el elenco de Platea Teatro, bajo la dirección de la incombustible Aurora Sahuquillo. El libreto es de Alberto Palacios y Julia Olmedo. La selección musical y la coreografía fue de Yolanda Andújar, el diseño de vestuario lo llevó a cabo Alberto Palacios y la escenografía fue de Justo Jiménez.
Al final, el público (que aplaudió muchos cambios de escena), puesto en pie, premio a Platea Teatro con una sonora ovación.