Junto a su marido, recibe al periodista de Lanza en su casa de la calle Alcázar para contar su bonita y curiosa historia. Un relato cargado de recuerdos entrañables, de una gran unión familiar y de amistad que va hilando con datos precisos y una perfecta expresión.
“Cuando terminó la guerra, mi padre, Emiliano Morales Grueso, vino bastante enfermo a causa de la mala alimentación, -empieza contando-. Muchos días solo pude comer hierba y su salud se acabó resintiendo. Mi abuela tenía un sobrino que era general y le pidió que lo colocara para enderezar un poco su situación. Acabó de conserje en el Ayuntamiento y le hicieron una vivienda en el piso de arriba. Mi padre hacía su trabajo y los diversos funcionarios como el interventor lo mandaban al banco y a otras gestiones y recados”.
Isabel Morales recuerda a algunos alcaldes como Abelardo Contento, José María Ugena, Antonio Huertas, José Pérez y Juan Torres Grueso, con el que estuvo los últimos años. “Mi padre se jubiló con setenta años y murió con setenta y uno. Cuando mi padre se jubiló ya no hubo nadie que desempeñara después esa función de conserje”. Asegura Isabel que buena parte de su vida está en esa vivienda del Ayuntamiento “porque allí nací, hice mi primera comunión, me casé, el nacimiento de mis hijos… en definitiva, los acontecimientos importantes de mi vida se produjeron en esa época. Mi marido se iba a trabajar de semana y yo volvía a la casa de mis padres”.
Entraban y salían por la puerta principal del Ayuntamiento y subraya que tanto los policías como los funcionarios eran muy respetuosos con la familia. “La casa estaba muy bien preparada con su cuarto de aseo, una cocina económica, un cuarto de estar muy amplio, los dormitorios…Ocupábamos el ala del Ayuntamiento que da a la calle al Campo. En la antigua galería que había en la parte superior del salón de plenos, era por donde pasábamos todos los días para llegar a la vivienda. En esta parte estaba también el archivo donde se guardaba la imagen del Cristo de la Misericordia que fue del Ayuntamiento”. Dice que procuraban molestar lo menos posible “y cuando había Plenos no pasábamos por la galería, aunque otros actos más abiertos al público como en las ferias con la reina, damas y demás los veíamos desde una posición más privilegiada. Alguna gente subía a mi casa a pedirnos sillas”.
Confiesa que allí fue muy feliz en esa casa del Ayuntamiento. “Mis padres se querían mucho y me llevaba muy bien con mi hermana que murio hace un año. A mi casa iba mucha gente por la noche para dejar los papeles a mi padre y después él les daba su curso correspondiente. La gente iba por la noche porque por el día trabajaban y no podían resolver esos asuntos. Ayudó a mucha gente, pero jamás aceptaba regalos de nadie. Él nos decía que era feliz ayudando a otras personas”.
Isabel sigue recordando esos tiempos de infancia en los que llegó a crear, junto a sus amigas, un gracioso lenguaje propio, en clave, “para que nadie se enterara de lo que hablábamos”, tiempos en los que fue al colegio de Doña Carmen y Doña Neme , “pero luego no pude continuar estudiando, a pesar de los intentos de Don Carmelo Cortés y Don Luis para que siguiera, pero no pudo ser y lloré mucho”. Precisamente, con sus primas y también con algunas amigas compartió muchas vivencias en la casa. “A veces se quedaban a comer y también a dormir, y a mis padres no les importaba”.
Pasión por la escritura y la pintura
Isabel escribe y reúne sus narraciones en una serie que ha titulado “Mis escritos”. Va contando sus historias y guarda la costumbre de reunir en su cumpleaños a más de una veintena de amigas. “Después del convite escribo un sainete y lo pasamos muy bien. Otras cosas que he vivido las voy reflejando en un diario. A amigas que han cumplido ochenta años siempre les hago algo, también a Alejandro, el presidente de la Hermandad de la Virgen de las Viñas, a la madre superiora del Asilo, a Celia Herizo. Escribo porque me gusta, aunque esto no quiere decir que lo haga bien”.
Sigue recordando y hablando Isabel que ha sido catequista, presume de tener muchas amigas y también de la trayectoria de sus hijos. El más pequeño ,Faustino, atesora diversos reconocimientos en Marbella, la ciudad donde vive, por su compromiso con causas solidarias y ayuda a los demás. Su hija Isabel lleva tiempo fuera y el otra varón, Jesús, es muy conocido por regentar una autoescuela en Tomelloso. Nos invita Isabel a pasear por su casa y contemplar sus cuadros. Paisajes manchegos, bodegones, parajes de Ruidera…que se mezclan con algún cuadro de Ángel Pintado con el que mantiene una buena amistad. Nos enseña también un preciosos nacimiento que ha elaborado con una manualidad de papel, mientras en el caballete reposa un cuadro de La Última Cena que tiene sin terminar. Isabel Morales, la mujer que vivió en el Ayuntamiento de Tomelloso, no para de hacer cosas.