Acaba de celebrar estos días Tomelloso sus fiestas en honor de la Virgen de las Viñas. Y no podía llamarse de otra forma la Señora, tratándose de un lugar tan profundamente vitivinícola, como conoceremos a continuación a través de unos breves retazos históricos. El origen de esta población, laboriosa y famosa en toda España, data de 1530 en que se fundó como aldea dependiente de la vecina Socuéllamos, con el nombre de El Tomillar: … Había un pozo muy hondo y alrededor dél grandes tomillares y por esta razón le dixeron y nombraron Tomelloso”. De ahí que su etimología popular le haga derivar del antiguo Tomillar del Oso. Aunque más bien podría hacer referencia a un lugar muy tomilloso@, es decir, abundante en tomillo. Porque lo del oso” le viene ancho a esta población, al no haber sido nunca la Mancha una zona propicia ni abundante en plantígrados. Sin embargo, sí que ha sido Tomelloso abundante en logros e ilusiones, afanes industriales, y realizaciones culturales.
Su mar de viñas salpicado por la espuma blanca de sus caseríos o quinterías, y la existencia de los bombos -versión épica de aquéllas-, han hecho de éste un lugar único e inmortalizado en los lienzos de sus exquisitos pintores. De Tomelloso dijo Víctor de la Serna que Se asienta no sobre una cisterna de agua, sino sobre bodegas de vino. Y es que tal vez unos 5000 edificios cuentan con su correspondiente bodega, sin arcos ni columnas que la sostengan. Claro, que tampoco le hacen falta, porque estas bodegas están excavadas en la roca viva. Y podrían habían servido igualmente en algunos casos como pozos de nieve.
Del tipismo de sus múltiples cuevas-bodega subterráneas (a bodega por familia y a tinaja por habitante), ha pasado Tomelloso a la más moderna tecnología vitivinícola, que ofrece caldos de la más alta calidad en el mercado, y de la más clara preferencia en el paladar de los consumidores. Pero, antes y ahora, Tomelloso sigue siendo el principal productor de vinos y holandas del mundo. Y no hay notable firma de brandy español, que no posea bodega en este lugar.
Aunque también tiene Tomelloso muestras de su pasado histórico y cultural. Como la Iglesia Parroquial de la Asunción -del siglo XVI-, el Museo del Carro y la Labranza –una muestra etnográfica de primer orden-, o la Plaza de España, bella y pintoresca, cuyo valor se realza desde el balconaje de la Posada de los Portales, de rancio sabor cervantino, y acaso la estampa más conocida de Tomelloso. También son únicos los bombos, hábiles construcciones de piedra para refugio en el campo, y almacén de los aperos de labranza. Una acertada y sabia aplicación tomellosera de los necesarios “majanos”.
UNA COMPLICADA HISTORIA
Tanto Hervás y Buendía en su Diccionario Histórico-Geográfico, como el mismo escritor tomellosero Francisco García Pavón, en su Historia de Tomelloso, nos el devenir de la población. Que tan sólo eran unas casas que constituían poco más que una aldea. Pese a lo inhóspito del terreno –y la naturaleza hostil, lo ingrato del clima, la atosigante relación con los caballeros santiaguistas, y la onerosa dependencia de Socuéllamos-, la pequeña aldea va creciendo, y al llegar a los 500 habitantes, el antiguo Tomillar piensa en la segregación.
Por fin, aquella sentencia del Real Consejo de Hacienda (ratificada por Real Decreto de 2 de julio de 1589), en tiempos de Felipe II, pone letra a su ansiada independencia. Pero la desmembración perjudicaba a Socuéllamos, y triunfa el recurso interpuesto. Por medio de otro Decreto de 18 de octubre de 1593, Tomelloso vuelve a depender de Socuéllamos, y los siglos XVII y parte del XVIII transcurren, según señala Francisco Pérez Fernández (Antón de Villarreal) entre la violencia de unos y otros, excesos de autoridad, gabelas onerosas, incomodidad, pesimismo...
Aunque también llena de optimismo, porque la mísera aldea tiene pujanza económica, y los 100 vecinos se han convertido en 600, superando ya los 3000 habitantes, y aún los de la villa matriz. De modo que el viejo pleito se recrudece, y los informes, ejecutorias y fundamentos bien demostrados llevarán a la promesa de devolver a Socuéllamos los miles de ducados que coleaban desde la sentencia anterior. Y así, hasta bien entrado el siglo XVIII, a pesar de sus constantes deseos de independencia, y sus alegatos de que no era lógico que Tomelloso, que tenía ya 700 vecinos, dependiese de Socuéllamos, que sólo contaba con 350.
Finalmente, el 20 de agosto de 1758 -hace ahora 259 años-, es cuando el Consejo de Hacienda falla la independencia de Tomelloso. Bien es verdad que la sanción real de Fernando VI, no llegaría hasta el 4 de noviembre del mismo año. Una larga historia, de la que tampoco estuvieron ausentes los litigios por el establecimiento y fijación de su término municipal, situado entre los de Argamasilla de Alba, Campo de Criptana y Socuéllamos.
MANANTIAL DE CULTURA
En medio de la inmensidad de la llanura manchega, los tonos blancos y azules -el inimitable añil de la Mancha- dan una inusitada profundidad al paisaje, en el que se encuentra la población de Tomelloso. En las Relaciones Topográficas de Felipe II, los tres comisionados para responder a los emisarios del rey, Martín Sánchez, Aparicio Quiralte y Andrés López Carretero, señalan que no hay casa ninguna, sino un pozo muy hondo, y alrededor de grandes tomillares.
Conseguida la independencia, la población de Tomelloso supo hacerse esforzadamente a sí misma, hasta ser una de las ciudades más prósperas de la Mancha, con más de 36.000 habitantes en 2016, que se sienten satisfechos de ser los primeros productores mundiales de alcohol. Pero a sus prácticamente ilimitadas posibilidades agrícolas -en particular las derivadas de la vid, sin desdeñar la importancia de su olivar en auge, y sus variedades de melón piel de sapo y tendral negro-, se une la importante inquietud cultural, que ha cultivado y fructificado largamente en la pintura, la literatura y la poesía.
De tal forma que, además de brandy, holandas y vinos de alta calidad, Tomelloso ha producido una enorme familia de personajes con renombre en las artes pictóricas (Antonio López Torres y su sobrino Antonio López García, entre otros grandes…) y en las literarias, como Francisco García Pavón o los poetas Eladio Cabañero y Félix Grande. Tomelloso es una simbiosis casi perfecta entre el pueblo y sus vinos, porque no hay una sola casa que no esté edificada sobre la cueva de su bodega.
Hoy, la población cuenta con modernas cooperativas entre ellas quizá la mayor del mundo, “Nuestra Señora de las Viñas”, que además de llevar sus vinos a los cinco continentes, ha puesto en marcha una serie de importantes convocatorias artístico-literarias… Hay, pues, notables empresas bodegueras de excelentes vinos, y una industria auxiliar que abarca casi todos los sectores –desde la producción de sal, a la fabricación de modernas y atrevidas cúpulas metálicas aéreas, o construcciones submarinas-, y que ha conquistado las fronteras nacionales e internacionales.
Aunque en Tomelloso hay muchas más cosas por descubrir. Todas ellas compatibles con la imagen de la antigua figura del tomellosero, con la boina calada y la chambra o camisa manchega, no exenta a veces de ciertos toques de comicidad. Precisamente de esa imagen cazurrona y pueblerina del ayer, toma su inspiración el gran Rubén Darío en su plegaria:
(Ruega por nosotros, hambrientos de vida,
con el alma a tientas, con la fe perdida,
llenos de congoja y faltos de sol,
por advenedizas almas de manga ancha,
que ridiculizan el ser de La Mancha,
el ser generoso y el ser español!
En todo caso, es la más pura expresión de una filosofía socarrona y aguda. Y, desde luego, pujante y sincera, que ha sabido catapultar a Tomelloso y sus gentes, a lo más alto de la laboriosidad, la tolerancia y el bienestar del siglo XXI. Aunque también en beneficio de la inmortal y carismática Mancha de Don Quijote.