La Festividad de los Santos siempre ha sido el día 1 de noviembre…aunque siempre queda un trocito para el día 2, mucho más en este año que cae en viernes y ha aparecido un reconfortante puente que mucha gente ha aprovechado. La mañana está nublada por la plaza del Mercado de Abastos, algo desapacible y fría, pero ahí están los vendedores de frutos secos y muchas más cosas sirviendo el “puñao” a los clientes que llegan. Venden las bondades de sus productos con esa verborrea andaluza o extremeña que casi siempre acaba por convencer. Cuando no hay venta de por medio se arrebujan en sus chaquetones, alguno fuma un pitillo, gastan bromas y…atienden a los periodistas que llegan.
Antonio Salés, que ha llegado de Córdoba, está contento con las ventas. “Ha hecho mucho frío, pero dentro de lo que cabe ha estado bien, más o menos como otros años. Anoche hubo bastante gente por aquí, con muchos jóvenes”. Cuenta Antonio que lleva toda la vida viniendo a Tomelloso, “casi desde que nací. Primero nos colocaban en la calle Campo y luego nos trajeron aquí. La tradición de comprar frutos, el puñao, está más arraigada en Tomelloso que en otros sitios”. Vida dura y titiritera de unas gentes que, sin embargo, tienen siempre la sonrisa a flor de piel y están contentos con la vida que llevan. “En verano hago muchas ferias, entre ellas la de Tomelloso, donde vendemos las garrapiñadas, el turrón, un producto con el que lógicamente tenemos mucha relación. Me suelo poner al lado de un vendedorde berenjenas, Romero, que también es un fijo como yo en la feria de esta ciudad. A mi madre le llegaron a dar un diploma por ser una de las más antiguas de la feria”.
Otro vendedor, Luis Miguel Alonso, viene de la localidad toledana de Bargas. “Llevaos toda la vida viniendo a Tomelloso, desde que era niño, -cuenta-. Nos poníamos en la Plaza del Ayuntamiento y allí vendíamos todo lo que podíamos. Este año se nota que todavía las economías no se han recuperado del todo, pero lo importante es que seguimos trabajando”. Luis Miguel explica que ellos compran los productos y los preparan para servirlos después en sus puestos.
Algo más adelante, muy cerca de la confluencia de las calles Veracruz y Campo, una vendedora se protege del frío cerca del caldero de las castañas asadas. Se llama Rosario, y al decirme que es de Córdoba, le comento que otro vendedor me ha dicho que también es de Córdoba. Al final, resulta que ese vendedor es su hermano que será precisamente el que anime a Rosario a responder al periodista, porque al principio se mostraba algo reticente. “Antiguamente eran nuestros padres los que venían y ahora es a mis hermanos y a mí a los que nos toca seguir con la tarea”.
Según Rosario, la campaña “ha estado algo más flojilla, no ha habido la afluencia de gente de otros años. Entre la crisis y los productos que se van encareciendo, se va notando”. Le preguntamos por el que viene a ser su producto estrella, las castañas asadas. “Les gustan mucho a la gente, pero hemos tenido menos venta que otros años. La fila no ha sido tan larga como otros años. Las castañas asadas no tienen más secreto que un buen bidón, con un buen fuego y a mover unas castañas que, lógicamente, tienen que ser de buena calidad”.
Antes de marcharnos, los periodistas hemos echado una última ojeada a los productos delos puesto: relucientes castañas, nueces, avellanas, almendras…frutos secos que aportan vitaminas a nuestro organismo, también fósforo, potario y calcio, que son ricos en fibras y grasas saludables y que muchos dietistas incluyen en las listas de alimentos de la felicidad, pues su consumo evita o, al menos aminora, procesos depresivos. Así que vuelvo a pensar en los vendedores con los que hemos hablado, vendedores de frutos secos….y de mucha felicidad.
