Esta vez lo hizo en la versión de Raquel Pérez y con Pablo Carbonell y Armando del Río sobre el escenario… Y con el nombre de Marcelo Grande para el Teatro Municipal. El público disfruto con una comedia que nació en una de estas pertinaces y cíclicas crisis que nos visitan. Los actores tuvieron que saludar varias veces.
Si usted dirige una sucursal de una entidad bancaria no se le ocurra tener una foto de su familia adornando la mesa. Especialmente una en la que aparezca su mujer. Y si lo hace, no deniegue ningún crédito, o aténgase a las consecuencias. Antonio Vicente, a quien da vida Pablo Carbonell, es un redicho y desesperado señor que pide un préstamo al director de un banco. Solo aporta su palabra como garantía… Y el bancario, de que quien hace Armando del Río, le dice —como puede suponer el lector— que tururú.
Con esos mimbres —en un escenario prácticamente vacío que llenan, de sobra, los dos actores— comienza hora y media de enredo. Antonio Vicente lanza una amenaza desesperada al director del banco que genera situaciones surrealistas, o garcelanescas, o berlanianas, incluso que nos llevan a un final propio de la mejor picaresca.
Y nos ofrece, “El Crédito”, un magistral duelo interpretativo. Del Rio y Carbonell —a pesar de las reservas iniciales de este cronista— enseñan sin reservas su buen hacer teatral. Sin micrófono, no perdemos ni una frase del denso diálogo de una obra que, a pesar de las carcajadas, nos hace reflexionar. El público, ríe, aplaude, y al final, se compadece de los dos protagonistas, igual de pobres hombres.
Carbonell y del Rio cosecharon una gran ovación del público del Marcelo Grande.