“San Antón se ha vivido mucho en Tomelloso, -cuenta Ángel-. Antiguamente, en los años treinta y cuarenta, se hacían carreras de caballos y mulas que salían desde la Carrera de San Jerónimo, donde está La Cubeta, hasta Los charcones, donde hoy está el Nuevo Tomelloso. Ganaba casi siempre “Palizas”, mientras que Juaninas, El trapero, se imponía en la modalidad de borricos”. En aquellas fiestas de San Antón se mantenía viva la tradición de comprar “el puñao”. La memoria de Ángel empieza a trabajar y nos dice que “los puestos se instalaron primero en la Plaza, pero a partir del año 1910 se empezaron a poner en la calle Doña Crisanta. En esta calle, José María Torres y su familia fueron los que empezaron a echar las hogueras. Un familiar de José María se fue a la guerra de Cuba y prometieron que si regresaba sano y salvo, echarían hogueras”.
Precisamente, la calle Doña Crisanta era el epicentro de esta popular celebración en Tomelloso. “En esta calle era donde más hogueras se prendían, donde se instalaban los puestos y en la que estuvo la imagen, una primera que era propiedad del mencionado José María Torres y la actual que se adquirió después. También en otras calles como Alfonso XII, Serrano o Luna se hacían hogueras muy grandes”. Sigue contando Ángel Morales que otro sitio importante de la festividad era la calle del Charco, en su confluencia con la calle de La Estación. ”En una de las fachadas estaba la imagen del Santo en unos azulejos, y todavía sigue allí”.
Al calor de la lumbre la gente asaba sardinas y patatas. “Lo de los chorizos es una costumbre mucho más reciente. Las patatas era lo último que se echaban, cuando las brasas estaban en su punto”, explica Morales que recuerda que los labradores se iban al campo “al día siguiente de los Reyes y no regresaban hasta el 16 de enero para echar la hoguera. Al día siguiente era festivo. También era costumbre lanzar unos cuantos tiros al aire “y algún desgraciado accidente se produjo por esto”.
La nobleza de las mulas
Hablar de San Antón es hablar de animales y en Tomelloso el más emblemático es, sin duda alguna , la mula. Ángel Morales nos cuenta que su padre fue de los últimos agricultores que trabajó con mulas, hasta la mitad de la década de los sesenta. “La mula era el animal que mejor se podía adaptar a las labores del campo. Nosotros teníamos una mula y una yegua y con estos dos animales se hacían todas las faenas del campo, el arado, el transporte de la cosecha y también para desmontar las tierras se utilizaba una vertedera grande que hacía necesario el trabajo de cinco mulas. La labor de las mulas ha sido fundamental para que este pueblo crezca y haya llegado donde ha llegado. De hecho, cuando a un agricultor se le ponía mala una mula era un auténtico drama para la familia”.
Las familias tenían las mulas que necesitaban según las tierras que poseían. “El que tenía 20 fanegas se apañaba con una o dos, pero el que tenía cincuenta tenían que tener ya tres pares. La mula era un animal dócil, que se dominaba bien, bastante tranquilo. Acababan siendo como de la familia y la gente las cuidaba muy bien, entre otras cosas, porque era un elemento esencial en el trabajo, no solo en el campo sino también en otros oficios. Las mulas eran sagradas en Tomelloso”.
Morales recuerda esas sacrificadas noches en la que los carreros tenían que levantarse a darles de comer varias veces a los animales. “Las mulas tenían que comer por la noche para poder aguantar el trabajo del día siguiente. Cada tres o cuatro horas tenían que comer. Los gañanes tenían ya la hora cogida y se levantaban a darles paja, que era como el pan de las mulas, y cebada. Muchas veces eran las mulas quienes avisaban escarbando con la pata en el suelo”.
Ángel explica que las mulas dormían de pie, “descansando sobre las paletillas, colocándose en una posición que venía ser algo parecido a como si se apoyaran en unas muletas. Algunas se echaban, pero no era frecuente”.
En torno a las mulas surgieron numerosos oficios: herradores, carreteros, guarnicioneros, esquiladores, las mujeres que hacían las mantillas y los madroños, los herreros que hacían los penachos…”muchos se fueron transformando con el paso del tiempo, adaptando el oficio a las nuevas necesidades que surgieron con la entrada en escena de los tractores en la agricultura”. Morales recuerda con especial cariño una reata de seis mulas tordillas que sacó en una Romería de la que guarda algunas fotos
Llegarían después unos años en los que a punto estuvieron de extinguirse. “Pero afortunadamente hubo gente que se movió y empezó a traer mulas de fuera. Ahora habrá alrededor de cuarenta mulas en nuestro pueblo y gracias al gran trabajo de las asociaciones de carreros se puede decir que la tradición de las mulas está a buen recaudo en Tomelloso”.