Felipe ha hecho bandera del cariño y la amabilidad a sus clientes, al público como él dice, sonriente, atento, servicial, cariñoso, da la bienvenida a todo aquel que llegue a su casa. Y por muy lleno que el bar esté, “¡al fondo hay sitio!”.
—No cabe duda de que Lauticia es un bar emblemático de Tomelloso, ¿desde cuándo lleva abierto?
—Lauticia tiene alrededor de 105 años. El bar fue fundado por mi bisabuelo, yo soy la cuarta generación. Llevo más de cuatro décadas trabajando en el bar, mi padre falleció con 42 años y me tuve que hacer cargo del negocio.
—¿Con qué edad empezó usted, Felipe?
—Con doce añitos comencé. Yo era un niño y aquella clientela que tenía mi padre me arropó y me protegió. Lar circunstancias mandaban y había que comer, mi madre se quedó viuda con treinta y pocos años y mi hermano tenía por entonces cuatro. Esa situación requería que yo estuviese ahí. Me pusieron el delantal y aquí seguimos después de 40 años.
—Lauticia es el bar en el que todo el mundo acaba a la hora del aperitivo…
—Por supuesto, es un local con mucha tradición. Lo anecdótico es que tengo ahora clientes que cuando sus padres eran novios ya los atendía. Para mí ver ese paso generacional es fundamental, es una circunstancia extraordinaria.
—La especialidad del local es el vermut, ¿no es verdad?
—Así es. Desde la época de mi abuelo es una especialidad que se ha conservado en el tiempo. Y esas nuevas generaciones siguen bebiendo vermut a pesar de que en Tomelloso no haya una filosofía de tomar esa bebida. Insisto, Lauticia es sinónimo de vermut y, lógicamente, de sus aperitivos de cocina, recién hechos y que guardan la esencia del local.
—Enumérenos esos aperitivos, Felipe…
—Bacalao con tomate y rebozado, gambas rebozadas, calamares… Nuestro rebozado es muy fino, tipo tempura, que no se hace demasiado empalagoso. Las tapas que tengo hoy, las tuvo mi padre y antes mi abuelo y siguen gustando.
—Y la pizarra donde están escritas las tapas acaba con una de esas frases míticas de Lauticia…
—“Y mañana será otro día”, es una frase que desde los anales del bar están en mi familia.
—Esa y la de “al fondo hay sitio”.
—Claro, claro… ¡Al fondo hay sitio! Como sabes este es un bar pequeñito pero muy grande a la vez porque el público lo hace inmenso. Estoy muy agradecido a ese público que nos ha acompañado y lo sigue haciendo durante tanto y tanto tiempo.
—Y encima, usted es capaz de acordarse de los nombres de todos los clientes y de lo que toman…
—¡Hombre, claro que sí! Después de tantos años esa memoria no se pierde. Cuando algún cliente lleva mucho tiempo sin venir lo recibo como el primer día, como si no hubiese pasado el tiempo. Esta es la casa de todos, eso intento y creo que se está consiguiendo porque el público es mi familia.
—¿Qué supuso para usted recibir el título de viñador?
—Fue en el año 2013, lo recuerdo como si fuera ayer y se me siguen poniendo los vellos de punta. Con ese reconocimiento lo oficioso se hizo oficial, siempre he tenido el calor del público pero el hecho de que la sociedad tomellosera me lo reconociese con el Viñador fue algo emocionante.
—Estamos en la tercera ubicación de Lauticia.
—El bar se fundó en los soportales de la plaza. Mi bisabuelo fundo el establecimiento a principios del siglo XX. El documento más antiguo donde consta el nombre del bar es en un anuncio para el programa de festejos de la Feria de 1914. Ese local ya lo mencionó Francisco García Pavón en su obra, él iba mucho por allí cuando era joven. De los Portales, el establecimiento se traslada a la calle Don Evaristo donde está hasta 1988 en que nos trasladamos a Hermandad de Donantes de Sangre.
—¿Ha cambiado mucho Lauticia?
—Salvo en los aperitivos, que antes eran fríos. En el 48 se instaló la cocina y desde entonces son los mismos que hay ahora. Hay ocho variedades de tapas y nada más.
—El nombre del local llama mucho la atención, ¿nos puede contar de dónde viene?
—Lauticia es una palabra latina. Mucha gente cree que es el nombre de mi abuela o de mi madre pero no es así. El nombre viene del latín y quiere decir pulcritud.
—¿Con queda de todo este tiempo?
—Con el cariño del público, sin él Lauticia no tiene vida. El bar tiene fuerza y vida cuando los clientes hacen su entrada. Esto son cuatro paredes que se convierten en Lauticia cuando entra su público y sus amigos.
—Por si hay alguien que no lo sepa, ¿cuál es el horario del bar?
—El de los aperitivos. Este es un bar muy particular, sin café ni licores. Abrimos a la una y cuarto hasta las tres y media por la mañana y por la tarde desde las ocho y cuarto hasta las doce, más o menos.
—Pues muchas gracias por su tiempo y perdone el atraco…
—Si me lo permites, me gustaría hacer mención a la figura de mi madre, que falleció hace cuatro años y que está siempre presente con nosotros. Es lo más grande que ha pasado por aquí y su figura tiene que estar siempre presente.
