Contaba el diario El País hace diez años que Florencio Aguado era alicatador y vivía en San Fernando de Henares, aunque nació en Tomelloso (Ciudad Real). Con 60 años, los que le conocían destacaban su buen humor, que siempre se le ocurría una frase graciosa y que veia el lado positivo a todo. Si había que hacer una reforma en una casa del barrio o una «chapuza» siempre le llamaban a él porque era muy perfeccionista y trabajador
Florencio tenía planeado pasar el puente con su mujer, Vicenta, en Alicante, donde vive su hermano y tiene un piso. Al volver a Madrid después de todas las vacaciones, siempre decía que cuando se jubilara se quedaría a vivir en la playa, junto al mar, que le encantaba», contaba su mujer a Silvia, la redactora de El País, periódico que hizo un reportaje a todas las víctimas.
El tiempo vuela y ya no son diez sino veinte los años que han pasado desde el terrible suceso que ha marcado la historia más reciente de nuestro país. Su viuda, Vicenta Olmedo, ha atendido este 11 de marzo a los compañeros de la Cadena Ser en Alcázar de San Juan. «Aunque el tiempo va aplacando las cosas, no podré olvidar esta terrible desgracia mientras viva. Es algo por lo que nadie debería pasar, pero le tocó a mi familia».
Vicenta recuerda que en ese 11 de marzo del 2004 se fue a su trabajo de limpiadora en una clínica. «Allí había una televisión que estaba dando las noticias del tiempo y de repente cortaron y empezaron a hablar que se había producido un terrible atentado en Atocha. Empecé a llorar y me puse muy nervioso porque sabía que mi marido cogía todos los días el cercanías para ir a su trabajo».
Nadie le concretó nada y decidió irse rápidamente a casa. «Las vecinas se alarmaron al verme corriendo. Llamé a la empresa y tampoco me dijeron nada, lo intenté llamando a otros sitios pero no me cogían el teléfono. Finalmente, me enteré que mi marido estaba entre los fallecidos (se emociona al decirlo) y llamé a mis hijos para que me llevaran al lugar donde estaba».
La viuda de Florencio recuerda que a su marido no le gustaba el cercanías. «Me decía que estaba harto ya de los trenes, del jaleo de tanta gente cada mañana, que le apetecía llevar una vida más tranquila. Hablaba de vivir en Alicante, al lado del mar, donde pudimos comprar un piso, pero también le gustaba ir siempre a la feria y otras fiestas de Tomelloso porque mi marido era muy de su pueblo, lo llevaba siempre presente. De hecho, tenemos en una casa en la avenida Antonio Huertas a la que íbamos siempre que podíamos».
Recuerda ese caracter perfeccionista de su esposo en el trabajo. «Aquel día iba a poner una cocina y le iban a ayudar porque el cliente tenía prisa. Se pasó meses revisando un plato de ducha hasta que quedó como él quería. Hacer bien su trabajo era algo fundamental para él, sin importarle el tiempo que le pudiera dedicar».
Vicenta agradece que en Tomelloso se pusiera el nombre de su marido a una rotonda, pero lamenta que la placa la hayan quitado ya varias veces en actos de vandalismo. «La pusieron al principio y alguien la quitó, una segunda vez y tambien. Así decidieron elevarla en una especie de mástil, pero también se la llevaron. Me da mucha pena y rabia. Mi marido empezó siendo albañil en Tomellso y era muy querido allí».
Cuando el trágico suceso, su nieto David tenía tres años. Dos décadas después, David ha teminado la carrera de Historia. «Ha demostrado mucha capacidad para los estudios, pero algunas veces los profesores y compañeros le veían algo triste y era porque en las clases se hablaba del atentado donde murió su abuelo. Con solo tres años apenas lo llegó a conocer, pero le afecta que le hablen de eso. Él me anima mucho diciendo que hay que seguir viendo y disfrutando de cada día», concluye diciendo Vicenta que se ha emocionado varias veces en esta entrevista.