Vicente Martínez Onsurbe ejerce la abogacía desde hace más de treinta años. Hombre de grandes valores, comprometido con su profesión y trabajador tenaz se ha ganado un merecido prestigio en un gremio esencial para cualquier sociedad democrática. En esta entrevista, nos descubre los aspectos esenciales de la profesión y ofrece un análisis, siempre medido y bien calculado, sobre la Justicia. En el agradable ambiente de su despacho en el paseo de San Isidro, Vicente Martínez, decide compartir la entrevista con su hijo Vicente Javier, el letrado que pilotará la segunda generación del despacho, y también con su eficaz y diligente empleada, Ana Rosa Plaza, que le ha acompañado en casi toda su trayectoria profesional.
A primera hora de la mañana, la luz entra por los ventanales de un despacho decorado con cuadros del fotógrafo, Javier Carrión. Tomamos asiento en la sala de reuniones donde nos llama la atención una foto de formato grande en la que aparece un rebaño con una oveja negra en el centro, instantánea que, como explicará el abogado, conecta en cierto modo con la dinámica y espíritu de la profesión.
Después de treinta y un años ejerciendo la abogacía, a Vicente Martínez echa una mirada atrás y siente el orgullo “de haber defendido durante todo este tiempo a los empresarios de la Mancha por toda España”. Recuerda sus inicios en Murcia que, durante un tiempo, compaginó con las primeras andanzas de su despacho en Tomelloso. “Siempre tuve claro que ejercería aquí. Me encanta la ciudad donde está mi familia y mis amigos. Aquí he ido progresando, sin grandes alardes, defendiendo a los manchegos por todos los Juzgados del país”. El abogado no siente vértigo cuando mira hacia atrás, “me dan más vértigo los diez o quince años que me quedan (risas). Ahora me aplicaré en transmitir la experiencia a la juventud, en este caso a mi hijo Vicente Javier. He tenido la gran suerte de contar con un sucesor”.
Precisamente, preguntamos al letrado más joven, si aborda la profesión desde un prisma diferente al de su padre y ofrece una interesante respuesta. “Puede ser, sobre todo a la hora de llevar el despacho con las nuevas tecnologías. Mi padre es más analógico y yo me muevo mejor en las webs y redes sociales. Pero el enfoque de los casos lo hacemos juntos y lo vamos comentando. Cuatro ojos ven más que dos”.
Vicente Martínez concluyó también la carrera de filosofía, pero acabó recalando en el derecho, una curiosa evolución que para el abogado tiene su lógica. “Uno tiene que ganarse la vida con lo que mejor sabe hacer y yo no tenía vocación de filósofo, ni tampoco para ejercer su principal salida que era dar clases. Decidí empezar Derecho al mismo tiempo que terminaba la carrera de Filosofía. El Derecho me gustó muchísimo y hasta aquí. Tengo 57 años y mi idea es poder ejercer hasta los setenta”, asegura.
“El abogado es el contacto que tiene el ciudadano con la Administración de Justicia”
Planteamos a los dos letrados qué es lo más difícil y lo más gratificantes para un abogado. Para el joven lo más gratificante “es el agradecimiento que tiene el cliente cuando le has llevado bien el caso o le has resuelto el problema que él no podía resolver y lo más frustrante suelen ser los plazos que tienes que soportar y se los tienes que explicar al cliente. Al fin y al cabo, el abogado es el que acaba transmitiendo como están las cosas. El poder judicial y los juzgados están más distanciados, como en una burbuja”. Abundando en esta idea, Vicente Martínez lamenta la lentitud con que funciona la Administración de Justicia. “El abogado es el único enlace que tiene el ciudadano con la Justicia. No lo va recibir ningún juez, ningún secretario. El abogado le tiene que explicar cosas que ni el propio abogado entiende. Raramente un juez entiende que detrás de cada caso hay una situación personal, ya sea cobrar una deuda para poder comer o una casa imprescindible para vivir. Muchas veces los jueces están como Bob Esponja, debajo del mar o como en el mito de la caverna de Platón”. La filosofía asomará en varias ocasiones en la entrevista.
Quizá esta sea la razón que Vicente Martínez nunca se haya planteado escalar peldaños en la carrera judicial “me siento a gusto siendo un abogado litigante, defendiendo derechos antes que dictando resoluciones. En cierto modo, un abogado también imparte justicia, e independientemente de que estemos mejor o peor vistos, defendemos derechos ajenos de personas que tienen circunstancias muy diferentes, pero todas tienen derecho a una defensa”, dice.
Suele aconsejar a Vicente Javier que se tome los casos con paciencia. “No se puede resolver un caso atropelladamente, hay que conocerlo y analizarlo poco a poco, con suma paciencia y ser capaz de ponerte en la parte contraria. Solo así, se puede diseñar una buena estrategia de defensa del caso”, asegura,
A la hora de analizar los asuntos que con mayor frecuencia presentan los clientes tiene claro que “son los de reclamación de deudas, ya sean civiles o mercantiles, por rentas, por impagos de facturas, por responsabilidad civil, por accidentes, por daños…Incluso hay daños morales que se tienen que compensar con dinero”.
Como ocurre en otros trabajos pueden existir diversos estilos de abogado. Vicente Martinez lo liga a la manera de ser que pueda tener cada uno. “Los puede haber educados y maleducados, groseros y elegantes, con más o menos léxico…la forma de trabajar y hablar en un procedimiento judicial va en consonancia con la personalidad. Yo me he medido con todo tipo de abogados y tengo muy claro que el respeto debe imperar siempre”. Esto le lleva a recordar su primer juicio en la Audiencia Provincial de Murcia. “Me aprendí mi intervención de memoria: las conclusiones, las preguntas…todo, como si fuera un examen moral. Cuando terminé el magistrado que presidía la Sala me dijo, lo ha hecho usted muy bien, pero tampoco hace falta que lo diga de memoria, no le estamos examinando a usted. Aquello se me quedó grabado y creo que no es cierto, porque a un abogado le examinan siempre que va a un juicio. Lo examina el juez, el abogado contrario, los procuradores, tu cliente y el contrario, los testigos…de ahí que luego surjan los comentarios de ¡qué buen abogado es! o lo contrario”.
Clientes de toda la vida
Preguntamos por los clientes del despacho y en este punto interviene Ana Rosa Plaza que suele tener un contacto muy directo con ellos. “Tenemos clientes de toda la vida que confían en nosotros. A lo mejor no son clientes que te dan de comer porque los pleitos que te traen no son cuantiosos en lo económico, pero son de toda la vida, que vuelven al despacho porque está contentos y depositan toda su confianza en nosotros y refuerzan nuestro trabajo”, explica.
Los dos letrados elogian a una mujer que realiza su trabajo de manera impecable y su trato elegante y amable con todos. Cuando Vicente Martínez dice que “sabe más derecho que muchos abogados”, Ana Rosa se quita méritos. “Yo solo sé lo que ellos me han ido enseñando, nada más” y les agradece las facilidades dadas para hacer su trabajo cada día. “Tengo las circunstancias familiares que mucha gente conoce y no todo el mundo se habría hecho cargo del problema como lo ha hecho Vicente. Esas circunstancias le afectan muy directamente y las ha soportado los 17 años que tiene Alba. Cuando ella nació le dije que me resultaba imposible estar trabajando todo el día y él me respondió que adaptaría mi horario a mis circunstancias familiares. Le estoy y le estaré infinitamente agradecida”.
Avanza una de esas entrevistas en la que el periodista se siente muy a gusto por el ambiente y la complicidad existentes. Vicente Martínez tiene claro que un abogado se tiene que someter siempre al imperio de la Ley y ser sensible a las necesidades sociales. “Pero sin olvidar que en el caso que se tiene que aplicar una ley, están siempre las circunstancias de una persona que se van a ver muy afectadas por lo que se pueda decidir al final. Son situaciones personales que siempre hay que tener en cuenta”. Lo explica también Ana Rosa, “al cliente se le asesora siempre de la mejor manera, considerando si es mejor que litigue hasta el final o que busque otra alternativa para darle la mejor salida y solucionar su problema. Hay clientes a los que decimos, llevas toda la razón pero el Tribunal no te lo va a dar y en ese caso es mejor no agotar el procedimiento”.
La dilatada experiencia del abogado le lleva a señalar que “la verdad no existe en los juicios, solo existe la certeza lo que se pueda probar. Lamentablemente, la verdad no se puede probar siempre y esto hay que tenerlo muy en cuenta”. Al final, hace su diagnóstico sobre estado de la Justicia en España que considera que “no ha salido de la UCI. Los procedimientos se eternizan y reformas del Código Penal o de la Ley de Enjuiciamiento Cívil y otras tienden a aminorar y agilizar los plazos de la Justicia. Pero esto no se consigue poniendo en un papel que un plazo de un mes pasa a ser de quince días. Eso no vale. Lo que hay que hacer es dotarla de medios económicos, materiales y humanos. Es un problema estructural que en toda la democracia ningún Gobierno se ha planteado solucionar con una reforma en profundidad. Un procedimiento no se puede alargar años y años”.
Extrapolando la situación de la Justicia en España al caso particular de Tomelloso, el análisis tampoco es demasiado alentador. “Este despacho hizo gestiones para la consecución del tercer Juzgado, ahora casi hacen falta otros dos. La litigiosidad ha ido en aumento porque todo el mundo es más consciente de sus derechos y además Tomelloso cuenta con un tejido empresarial importante que no se contenta con una derrota y lucha por lo suyo”.
La entrevista toca a su fin y convendría que la leyeran los estudiantes de derecho porque ha sido profunda, didáctica, interesante y muy cercana para el periodista que conoce a sus protagonistas desde hace tiempo.