Hemos quedado con Victoria García en la plaza de España poco después de las diez de la mañana. Y algo más puntual que el periodista ha sido esta mujer que lucha con admirable entereza contra una leucemia que le diagnosticaron hace poco más de un año. Los lectores de Lanza han ido conociendo su historia porque, como muy bien explica en esta entrevista, decidió compartirla con la gente. “Abrir y contar todo este proceso me ha ayudado mucho”, reconoce. Ya pasó por los procesos de la quimio y el trasplante, mantiene sus revisiones periódicas y espera seguir ganando batallas a la enfermedad.
Nos acomodamos en una terraza para entrevistar a Victoria. No es la primera ni será la última que haremos a una mujer que sigue dando grandes lecciones de vida desde una descarnada experiencia que va contando sin paliativos. En una agradable mañana primaveral poco a poco va aumentando el trasiego cotidiano del centro de la ciudad: gente que pasea, vecinos que marchan presurosos a resolver sus asuntos, tiendas que abren, personas mayores que conversan al abrigo del agradecido sol…Por ahí anda también el abuelo de Victoria que se abraza con su nieta y presume de ella ante los periodistas. No es para menos. Victoria lleva ya tiempo en casa, pero sigue mostrando mucha cautela con la evolución de su enfermedad
-Lo primero de todo, ¿cómo se encuentra?
-En teoría tendría que estar ya con revisiones cada tres meses, pero surgió un problema con un hongo en la cabeza y tengo que someterme a una revisión cada mes. Me hacen una resonancia y un hemograma, una analítica profunda, para ver cómo va el trasplante. Desde finales de marzo, primeros de abril, tengo muchos dolores articulares y en los costados . El hematólogo me ha dicho que puede ser síntoma de injerto contra huésped o lo que es lo mismo complicaciones que surgen después de un trasplante de médula. Estoy pendiente de otras pruebas para que me digan si es o no es. Esto anímicamente afecta a tu sistema inmune que si está más débil de lo normal puede condicionar tu recuperación. En caso de que esto se produzca me tendrían que poner inmunosupresores. No es algo demasiado grave, pero es una parte del proceso que no pensábamos que iba a pasar y la verdad es que ha sido un palo porque pierdes mucha energía. Hay que ser muy cautos.
-Nos contaba que se siente mejor compartiendo y explicando sin tapujos la lucha que mantiene contra la leucemia, ¿cuál es el motivo?
-Es como una liberación. Cuando me ingresaron me visitaron varias amigas y una de ellas me dijo que se le había escapado decirle a alguien lo de mi enfermedad y me pidió disculpas. Le dije que no pasaba nada. Contarlo yo y que lo cuente mi gente de alrededor es liberador para mí, además de estar, me echan una mano en el proceso. Me he sentido muy arropada por todos.
-Y en este entorno cercano el papel más activo lo protagoniza su madre…
-Ella ha estado conmigo desde el día 1 y ha sido testigo de todas las pruebas y tratamientos que me han hecho. Me dolía verla tumbada en un sofá tantos días seguidos y me provocaba cierto sentimiento de culpabilidad, de que arrastras al resto de tu familia y hasta les cambias un poco la vida.
-¿De dónde saca fuerzas para enfrentar con tanta valentía y entereza este durísimo proceso?
-Cuando surge una situación así tienes dos opciones: o te vienes abajo y te autocompadeces a más no poder o asumes que te ha tocado esta mala lotería. Mucha gente se pregunta ¿y por qué a mí?, pero yo he decidido enfocarlo de otra manera. Me ha tocado vivir esto y tengo que afrontarlo de la mejor manera.
-¿Cómo recuerda el momento en que le dicen que tiene una leucemia?
-Fue difícil porque recuerdo que yo pregunté varias veces antes y me dijeron que había poca probabilidad de que fuese una leucemia. Al final estaba ahí y había que hacer un trasplante. Me dieron las opciones de ir al Gregorio Marañón de Madrid y también la opción de irme a Albacete para posteriormente hacerme el trasplante en el Hospital de La Fe en Valencia. Casualmente mi madre vio esa mañana a una persona que la habían tratado de leucemia y le recomendó Albacete donde tienen un gran equipo y a nivel hematológico están muy desarrollados. Esto fue sobre el 6 de marzo del 2020. Tras el diagnóstico, recuerdo que miré a mi padre, que era el que me acompañaba en ese momento, y le dije: ”papá nos ha tocado esto y hay que tirar hacia delante”. Me ingresaron primero en el Hospital de Tomelloso donde me trataron muy bien, tanto los médicos como las enfermeras y auxiliares. Aquí me hicieron la primera biopsia medular, pero fue posteriormente en Albacete cuando te encierran en una habitación con tres puertas y te dicen que hay que empezar la quimio cuanto antes, es cuando percibes que la cosa está fea.
-Y enseguida recibió información sobre el proceso del trasplante ¿no es así?
-Sí. Mi hermano era compatible y los padres siempre son compatibles, pero existe más riesgo de que el trasplante sea rechazado que si es con una persona desconocida, un trasplante alogénico que puede tener una compatibilidad mayor. El día 12 empecé la quimio y el primer ciclo fue menos duro que el segundo, pero el 4 de abril no me habían subido las defensas ni las plaquetas ni nada, estaba como al principio cuando entré. Tenía tos y me hicieron la prueba del Covid y efectivamente lo tenía. Me mandaron toda la medicación y enseguida empezaron a subir todos los valores y se dieron cuenta que la quimio funcionaba. Estuve allí unas cuantas semanas más, me vine cuatro días a casa y el fin de semana, el de la Romería, me volvieron a ingresar. Les dije, ¡no me vais a dejar ni ver a mi Virgen de las Viñas (risas).
-¿Recuerda algún momento especialmente duro?
-El momento más duro, a nivel físico, lo pasé en Albacete cuando me pusieron el catéter y sentí un dolor bestial. Y sicológicamente me afectó mucho el momento en que perdí la vista de un ojo porque las plaquetas me habían bajado mucho. Fue un palo porque no sabía si me iba a recuperar, pero afortunadamente pude salir. Aunque lo más duro es estar tres meses metida en una habitación. Y luego el trasplante, que pensaba que yo me lo iba a comer con patatas, pero es complicado, con efectos secundarios muchos más duros. Hay gente que lo lleva más o menos bien, personas que, lamentablemente, no lo saltan y otra gente, como es mi caso, que paga un peaje muy grande, el hongo que tengo en la cabeza del que ya me han operado cuatro veces.
–Para una mujer también suele ser duro el hecho de quedarse sin pelo, ¿cómo ha llevado esta circunstancia?
-Anímicamente lo he llevado lo mejor que he podido, me he dicho a mí misma, ya crecerá, pero reconozco que para otras mujeres es un palo. En Albacete me levantaba y me arreglaba todos los días, solo fallé dos. Me gusta ser coqueta y no quiero perder esto y creo que ayuda mirarte al espejo y verte más o menos bien, dentro de lo bien que puedes estar en unas circunstancias tan duras.
-A través de las redes sociales ha agradecido constantemente el gran apoyo que le ha prestado la Fundación Josep Carreras…
– Gracias a ellos he podido conocer a mucha gente que ha tenido leucemia o linfomas. Inés, que es la persona que lleva las redes sociales en la Fundaciónm se pone en contacto con los enfermos nos habla de personas con casos parecidos o de la conveniencia de hablar con determinada gente. Cuando yo estaba malita me ayudó mucho conocer la experiencia de gente que había pasado por el mismo proceso. Ahora yo estoy en otro punto y ayudo a gente que ahora está pasando por lo que yo pasé. Soy trabajadora social y el trabajo que finalmente pude desempeñar no tiene nada que ver con lo que estudié, pero ahora ha llegado el momento de ponerlo en práctica para ayudar a los demás. Inés ha sido un gran apoyo para mí y yo trato de ayudarle ahora en todo lo que me pide. De hecho, quiero poner en marcha una recaudación de fondos para la Fundación. Estoy bastante implicada y viene bien sentirse útil.
-¿Cómo están siendo estos días de vuelta a casa?
-Los primeros cuatro días los disfrute mucho. Saboreas el concepto de libertad, pero el regreso a casa, después de trece meses, supone partir de cero en muchas cosas. Me estoy creando mis rutinas, trato de estar activa y ocupar mi tiempo de alguna manera, pero te das cuenta que esta vida nada tiene que ver con la anterior. La familia, los amigos, el entorno más cercano te protegen constantemente y no es fácil procesar esto. En realidad, mi duelo ha empezado ahora, porque cuando estás en plena batalla no eres plenamente consciente. A finales de enero es cuando empecé a estar medio bien y volver a casa ha sido una de cal y otra de arena. Tienes que asimilar que no es lo mismo, pero al mismo tiempo tienes que disfrutar de tu gente. Además, a veces aparece un sentimiento de soledad bastante fuerte. El cáncer es algo que te acompaña toda tu vida y el miedo siempre está ahí.
-¿Qué principal conclusión está extrayendo de todo esto?
-He aprendido mucho de la gente y de mí misma. Mi escala de valores y prioridades en la vida han cambiado bruscamente. Gente que yo tenía colocada en un top ten ha bajado y al contrario, me llena gente que al principio no le prestaba mucha consideración. Y agradezco mucho los mensajes de ánimo que he recibido. Me han impactado esos mensajes que me dicen que he dado una lección de vida y que están aprendiendo mucho de mí. No me esperaba que fuese a causar tanto impacto la experiencia que he contado. Me ha impresionado mucho que algunas personas, escuchando mi testimonio, se muestren dispuestas a arriesgar más y se muestren más dispuestos a luchar por sus sueños.