Nueve días antes del martes de Carnaval, el vecino de Torrenueva que ha ganado el favor de las benditas ánimas del purgatorio acude a la casa del cura con una bandera. Ratificado como abanderado después de hacer una promesa, vuelve a su casa con la enseña de la calavera que honra los nueve días siguientes con “luces de lamparillas”, que iluminan el novenario a favor de las ánimas.
El martes de Carnaval, el abanderado coloca a las ocho de la mañana con el primer “toque de ánimas” la bandera en el balcón o en la ventana, donde ondea hasta las dos de la tarde. Subido a un caballo, antaño mulas o burros, al segundo toque inicia una temeraria y atractiva cabalgata hasta la plaza de España, y en la puerta de la iglesia reza un responso, antes de peregrinar por cada una de las ermitas de la localidad. Va seguido de un familiar, también montado a caballo y con un bastón de mando.
En el Día de la Borricá, las gentes de Torrenueva montan equinos y ofrecen limoná, frutos secos y postres manchegos en sus casas. El aroma de la calle es a rosquillos, ojuelo, sequillos y buñuelos, que “conforman un típico y sabroso convite que disfrutan no solo los vecinos del pueblo, sino también las muchas personas que acuden a este día tan singular”. Dicen que “todo lo descrito conforma una espectacular e impresionante reata de caballerías” que circulan por las calles y plazas para recoger limosnas.
A la caída de la tarde, ya pasadas las cinco, el tercer toque de ánimas llama a “ofrecer”, y con gran recogimiento el abanderado y su familia besan con gran reverencia la bandera. La entregan al párroco junto con un donativo, al que seguirán los de los jinetes, amigos y conocidos. Entonces, fuertes aplausos arropan el momento, pues “multitud de personas de los pueblos del entorno rinden homenaje y veneración desde hace varios siglos a las benditas ánimas del purgatorio” llevados por la emoción de esta fiesta “trascendente, única y apasionada”.
Cabe destacar que, si un año ningún vecino hace la promesa de sacar la bandera, el Ayuntamiento asume el compromiso y la sortea entre los vecinos que quieran “correrla”. Además, a la bandera grande, de fondo negro y adornada con una calavera y dos tibias cruzadas de color amarillo, la acompañan otras 200 de menor tamaño, las “de bolsillo”, que llevan una cruz amarilla en el centro.
El origen de la Borricá
Declarada de Interés Turístico Regional en 2014, la Borricá es una tradición centenaria. El autor del libro ‘La villa de Torrenueva en su historia’, Juan Jiménez Ballesta, encontró las primeras referencias a la fiesta en unas cartas dirigidas por parte de autoridades eclesiásticas y algunos vecinos hacia el arzobispo de Toledo para formar una cofradía con la que “hacer bien por las benditas ánimas del purgatorio” de 1694.
Hasta la aprobación de los actos fundacionales de la Cofradía, existe constancia de que algunas personas devotas salían los días de carnestolendas con disfraz de soldado, “haciendo bailes y juegos indecentes”, con los que pedían limosna y hacían un ofrecimiento público junto a la iglesia. Una vez regulada la cofradía, empezaron a salir los cofrades vestidos de soldadesca, divididos en dos compañías diferentes. En Torrenueva cuentan que la fiesta comenzaba el domingo por la tarde con redoble de campanas y proseguía el lunes con la misa cantada y el sermón, después del que pedían limosna a la puerta de la iglesia, ante “la clerecía, la justicia y el común del pueblo”.