Cuando Sara Avisón atiende la llamada de esta periodista, acaba de salir de una entrevista de trabajo en una empresa situada en La Manchuela, una comarca integrada por 24 municipios de la provincia de Albacete más otro de Cuenca. Hasta hace tres meses, esta ciudarrealeña estudiante de las tres últimas asignaturas del grado de ADE en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales del campus de Ciudad Real, no conocía esta comarca situada al noreste de la provincia de Albacete. Sin embargo, hoy se plantea su futuro allí, en un entorno muy diferente al que ha sido el suyo hasta ahora.
La apuesta personal y laboral de Sara Avisón por desarrollar su futuro en el entorno de La Manchuela ha venido de la mano del programa UCLM Rural. Universitarios ante la Despoblación, una iniciativa de la Universidad de Castilla-La Mancha que, en su primera edición, termina ahora para 22 de los 56 estudiantes que han podido acogerse a estas prácticas remuneradas en empresas castellano-manchegas que desarrollan su actividad en pueblos con una población menor de 5.000 habitantes.
Colectivos de mayores e inmigrantes
Hasta el 31 de diciembre, Sara Avisón estará en Fuentealbilla (1.831 habitantes. INE. 2020), un municipio albaceteño en el que tiene su sede la Asociación para el Desarrollo de La Manchuela, -una entidad cuyo eje principal es el impulso y la canalización de aquellas iniciativas que contribuyan al desarrollo integral y sostenible de la comarca y mejorar la calidad de vida de una población que casi llega a los 30.000 habitantes, en su conjunto- donde ha trabajado en dos proyectos sociales IRPF dirigidos a los colectivos de mayores y de inmigrantes.
“Estoy encantada”, asegura. “Mi intención es quedarme en la zona para trabajar y vivir aquí una vez que termine la beca. Estoy a gusto y me gusta mucho lo que estoy haciendo. Además, como amante del senderismo, esta zona es una maravilla ya que por ella discurren los ríos Cabriel y Júcar”, explica esta joven que ha instalado su vivienda en la vecina localidad de Casas Ibáñez (4.000 habitantes), situada a 7 kms de Fuentealbilla, lo que le permite practicar su deporte favorito todos los fines de semana.
De la misma opinión es Víctor Barrios, toledano del Barrio de Santa María Benquerencia, quien este curso prepara el Trabajo Fin de Grado (TFG) tras acabar los estudios de Ingeniería Eléctrica en la Escuela de Ingeniería Industrial de Toledo. Las prácticas UCLM Rural le han llevado a la empresa Eléctrica de Puerto Lápice S.L. dedicada a la distribución en media tensión en la comarca, donde ha estado dedicado a realizar proyectos de transformadores de este tipo de líneas.
“Si. Lo tengo claro. Si encontrara trabajo aquí me quedaría”, responde a este digital al ser preguntado por su experiencia como becario en la empresa más importante de Puerto Lápice, una localidad situada al norte de la provincia de Ciudad Real con una población que no llega a los 1.000 habitantes y que ha sufrido de lleno el impacto de la pandemia tras la desaparición de los turistas que a diario visitaban la famosa Venta del Quijote.
Además de ese balance inicial de estos dos universitarios, lo que ahora suma es adquirir experiencia personal y laboral través de este programa de la UCLM y comprobar cómo las prácticas contribuyen a ese enriquecimiento tan necesario para acceder al mundo laboral y hacerlo como profesional formada en ADE, como es el caso de Sara Avisón una universitaria que no descarta, sin embargo, ejercer en otros campos laborales en los que tiene experiencia “mientras sale algo de lo mío”. No obstante, su ilusión sería quedarse en la asociación en la que ha hecho las prácticas. “Sí. Me gusta mucho”, asegura a este digital.
Necesidades y oportunidades del mundo rural
Para ella, el programa UCLM Rural le ha permitido conocer de cerca el mundo rural, sus necesidades y oportunidades y, aunque entiende que no a todo el mundo le pueda gustar vivir aquí, está convencida de que la experiencia “te ayuda mucho a abrir la mente, sobre todo a quienes vivimos en núcleos urbanos, ya que te permite conocer unas necesidades que no sabíamos que existían hasta ahora”.
“Hay pueblos –explica- en los que el autobús pasa una vez a la semana y si lo llamas, algo que no concebimos quienes vivimos en una ciudad, mientras que el médico, por ejemplo, pasa consulta un día a la semana y solo durante dos horas. Conocer esta realidad enriquece mucho”, sostiene.
Y ¿para qué ha servido la beca?. “Es una experiencia que hay que vivir. Se la recomiendo a todo el mundo”, asegura rotunda “Si te gusta el medio rural y eres consciente tanto de sus necesidades como de lo que aportan los municipios más pequeños… a mí me encantaría seguir ayudado, de alguna manera”.
Ampliar las ayudas
Preguntada por si sería necesario algún tipo de modificación en la configuración de esta beca, ahora que comenzará la segunda edición del programa, Avisón apuesta por mayores ayudas para las personas que, como en su caso, quieran quedarse en la zona en la que han hecho prácticas. Esto –explica- no es posible en su caso ya que “al ser una estudiante de Ciudad Real no tengo opción a otra beca que no sea en mi provincia”. Para ella, la mejor salida pasaría porque la beca que ha disfrutado se pudiera extender a otras ayudas en la misma zona y, si no es posible con el programa UCLM Rural, que pudiera serlo con otro tipo de beca.
Víctor Barrios, por su parte, entiende que el tiempo de duración de estas prácticas debería extenderse hasta los seis meses. “Ya que la UCLM te permite hacer prácticas hasta seis meses, que no tengas que hacerlas en dos empresas, si no en una sola”, dice.
Barrios optó a este programa porque quería “vivir nuevas experiencias” y vio una oportunidad en el UCLM Rural ya que le permitía vivir en un pueblo pequeño donde, entendía que “sería más fácil independizarse” por ofrecer más oportunidades de acceso a una vivienda y a poder desarrollar tu propia vida en el pueblo.
Su trabajo le ha permitido establecer relaciones con los trabajadores de Eléctrica de Puerto Lápice S.L., con quienes ha viajado a otras poblaciones para trabajar y, por ende, con el pueblo al ser la empresa de referencia en la localidad. “Esta relación con los empleados me ha permitido hacer “muchas migas”, conocer el pueblo “y que me conozcan”.
“Me ha servido para mucho”
¿Y la beca para qué ha servido?. “Para mucho. Sobre todo para establecer esas relaciones que se dan en un pueblo pequeño y no así cuando tienes que desplazarte a trabajar a una zona urbana. Me llevo la experiencia de vivir una vida más fácilmente. ¿Recomendarías estas prácticas?. “Sin lugar a dudas. Aunque es una experiencia que se te queda corta con tres meses, las recomendaría”, dice sin fisuras.
Anécdotas aparte, ni a Sara ni a Víctor se les ha hecho difícil vivir tres meses en un entorno rural desconocido hasta ahora ya que ambos han contado con el apoyo de los responsables de la asociación y la empresa en las que han estado y la relación con el medio ha venido tanto de la mano de la naturalidad y espontaneidad de cada uno de ellos como de ese acogimiento único que brindan como nadie quienes habitan en zonas rurales.
Un par de conejos
A Víctor Barrios le resultó extraño que los vecinos de Puerto Lápice le reconocieran en la calle o en el bar cuando solo llevaba dos meses en el pueblo, pero hay que contar con que vestir la chaqueta de la empresa abre muchas puertas. Tantas como ara que un hombre del pueblo, “al que no conozco de nada me regale un par de conejos”, cuenta a Lanza como parte de las experiencias vividas estas semanas como becario.
Sara Avison, por su parte, reconoce que ha tenido una gran acogida Fuentealbilla cuyas relaciones sociales la llevaron hasta Casas Ibáñez donde encontró e instaló su residencia durante los últimos tres meses. En la Asociación para el Desarrollo de La Manchuela contactó con todos sus integrantes y conoció a alcaldes y empresarios de la comarca, mientras que fue determinante su presentación en redes sociales para darse a conocer en Casas Ibáñez.
Aunque su objetivo era contactar con los vecinos para obtener información sobre el pueblo y la comarca y así poder conocerla y recorrerla, su iniciativa no pasó inadvertida y provocó el interés de muchos vecinos que, incluso, la pararan en la calle “sorprendidos y muy amables”, dice. Les llamó mucho la atención que me presentara en una red social del pueblo, recuerda ahora en la conversación con este digital.
La experiencia ha sido buena, en definitiva, y a ninguno de estos dos estudiantes de la Universidad de Castilla-La Mancha se les ha hecho difícil vivir en un pequeño pueblo de Castilla-La Mancha. Eso sí, Víctor Barrios reconoce que los primeros días le costó encontrar un supermercado en Puerto Lápice, aunque rápidamente se hizo a las tiendas del pueblo y con los vendedores del mercadillo de los viernes. Así, la vida se volvió más fácil.