Isidro Yébenes, hermano y único familiar directo del autor confeso del doble crimen machista de Daimiel, ha descrito hoy a su hermano como un ser desvalido, tímido y dependiente, al que Ana Belén Ledesma, la única mujer en su vida, convirtió “en un monigote”.
Su testimonio, el más largo de los que se han escuchado en la segunda sesión del juicio por el asesinato de Ana Belén Ledesma y su hija Ana María Pérez en febrero de 2017, ha ilustrado al jurado sobre el ambiente familiar previo al violento estallido de Manolo, al que nadie de su entorno –ni siquiera las hijas de la víctima- creían capaz de un acto tan bárbaro.
Trabajar y ahorrar, esa era su vida
Mayor de edad y en teoría sin ningún problema mental, pero tímido y dependiente, primero de sus padres y, cuando estos fallecieron, de su hermano mayor Isidro, Manolo Yébenes dedicó toda su vida a trabajar de pintor con su hermano y ahorrar el dinero que ganaban trabajando sin descanso incluso sábados y domingos.
Del dinero, pagos e inversiones, se encargaba Isidro, sencillamente porque Manolo “era incapaz de tomar cualquier iniciativa”. De hecho, aunque desde 2002 tenía piso propio, la vida de Manolo según su hermano era trabajar con él (dividían las ganancias a partes iguales) y disfrutar del cariño de su familia. “Comía conmigo, con mi mujer y mis cuatro hijos, a su casa solo iba a dormir, y excepto el tabaco no tenía vicios, no era especialmente gastoso, pero sí generoso”.
Nunca pensó que pudiera estar con una mujer
Isidro jamás pensó que su hermano pudiera estar con una mujer, “era muy corto para eso”, hasta que apareció en su vida Ana Belén Ledesma, una mujer con más experiencia vital, madre de tres hijas de dos parejas diferentes, que hace unos diez años recaló en Daimiel (era natural de Bienservida, Albacete).
“Nunca vi bien esa relación. A los dos meses se habían fundido tres millones de las antiguas pesetas”, ha explicado Isidro a preguntas de la abogada de su hermano, Marisol Ortega.
La boda, un circo
La irrupción del mundo de Ledesma en la vida de ‘Piti’, como conocen a su hermano en el pueblo, lo cambió todo en la estrechísima relación de los Yébenes. Tanto que cuando Manolo, a los 55 años, decidió casarse con Ana Belén y no hacer separación de bienes, como le había aconsejado su hermano, Isidro no fue a la boda: “Aquello fue un circo, se puso de padrino el que estaba con ella antes”, ha soltado el testigo ante el tribunal, para indignación de la familia de las asesinadas, a las que el magistrado que preside el juicio les ha pedido que mantuvieran la calma.
Era noviembre de 2014. Las cosas entre los hermanos estaban mal pero no hasta el punto de dejar de tratarse. Eso pasó meses después, cuando supuestamente Manolo dejó tirado a Isidro con una obra recién empezada y se fue de vacaciones con Ana Belén, que no trabajaba (vivía de una pensión de 400 euros).
Invirtieron en un pub que fue mal
Manolo dejó de trabajar con su hermano y a partir de ahí no trabajó más de pintor. Se quedó un pub que regentó con Ana Belén y una de sus hijas, pero el negocio fue mal y a los seis meses cerraron. A partir de ahí fue empeorando la situación financiera de Manolo. Aunque Isidro asegura que ya no tenía relación con él, del banco le llamaban para informarle, y las pocas veces que veía a su hermano por la calle le advertía que se tenía que ver en la ruina porque “esas mujeres” (incluía a las hijas) solo estaban con él por su dinero.
Dilapidó un capital de 300.000 euros
Isidro estima –aunque esto último no está probado y las acusaciones lo rebaten- que los tres años que duró el matrimonio Ana Belén y su familia han dilapidado unos 300.000 euros, todo el cuantioso patrimonio de su hermano, que además de dinero en el banco tenía inversiones, un piso en propiedad y varios locales por los que percibía rentas.
Se quedó sin dinero para comer
Todo eso, según el hermano, lo perdió hasta que a primeros de 2017, poco antes del crimen, Manolo llegó a ir a su casa para pedirle dinero porque literalmente –siempre según el hermano- “no tenía ni para comer”.
“Mi hermano está en la lista de morosos porque ha pedido créditos, a mí me han llamado de varias compañías telefónicas diciéndome que tenía seis líneas móviles a su nombre; avalaron un préstamo con el piso de la calle San Isidro, en fin, una ruina”, ha insistido el hermano que admite que Manolo estaba completamente perdido, por lo que le aconsejó que pidiera el divorcio y le dijera a “esas mujeres” que se fueran de la casa.
Al parecer el 13 de febrero, bien fuera por la insistencia de Manolo y la presión de su hermano, o porque ella misma había reflexionado –como dicen sus hijas- y no quería seguir con una relación deteriorada, Ana Belén y Ana María se iban a ir de casa. Dejaban por fin a Manolo como quería su hermano. Lo que nadie esperaba es que él las matara justo cuando lo iban a dejar.
El juicio por el doble asesinato ante la Audiencia Provincial continua este miércoles con la declaración de más testigos, entre ellos la cuñada de Manolo a la que el tribunal popular no ha podido escuchar por lo prolija que ha sido la declaración de su marido, que se ha enzarzado en varios momentos de su declaración con los abogados de la acusación particular y la fiscalía.
Las acusaciones combaten estos argumentos asegurando que la supuesta ruina económica no era tan grave, y que en el fondo Isidro habla por comentarios, no por pruebas directas.