En el hoy parque arqueológico de Alarcos se libró a finales del siglo XII una de las batallas claves de la Reconquista, marcada a fuego con el nombre de una ciudad en construcción y predestinada a ser una gran urbe, que sin embargo tras aquella derrota cristiana quedó sentenciada. De nada sirvió que años después, el rey perdedor entonces, Alfonso VIII, dirigiendo al resto de reyes cristianos ganará las Navas de Tolosa (1212). El cambio de frontera con Al Andalus (después de las Navas por debajo de Despeñaperros) lo cambió todo, y Alarcos fue en el XIII un lugar casi maldito, hasta que en el XIV se fundó Ciudad Real y el lugar no fue más que el sitio de una batalla.
Sin embargo y desde hace ya casi tres décadas, cada verano el fragor de la batalla vuelve a Alarcos, sólo que no piafan caballos, ni silban las flechas ni chocan las espadas. Sobre el campo de guerra de finales del XII un ‘ejército’ de investigadores, arqueólogos, estudiantes y desempleados contratados para los meses de verano libran otra batalla, arqueológica en esta ocasión: la de recuperar la ciudad para las nuevas generaciones. “Llevamos ya veintiséis años excavando aquí. Cuando empezamos el castillo no era más que una montaña de la que hemos ido sacando toneladas y toneladas de tierra”, explica Antonio de Juan, director del parque Alarcos-Calatrava, coodirector del yacimiento junto a Macarena Fernández que se encarga de la parte ibérica.
Este verano en concreto alrededor de noventa personas participan en la nueva campaña de excavación sistemática. “Sólo entre contratados del Sepecam, arqueólogos, investigadores y alumnos y monitores de la escuela taller hay cincuenta personas”, agrega De Juan. A este equipo hay que sumar el los treintena estudiantes de Historia de la Universidad de Castilla-La Mancha que han pasado por el yacimiento investigando y excavando tanto en el área medieval como en los restos ibéricos y preibéricos en los últimos quince días. Un ajetreo que el parque combina en julio con el Festival de Música Medieval ‘En torno a la batalla de Alarcos’ y las visitas ordinarias que, aunque sorprenda, también se producen pese al calor sin llegar a ser como en invierno, algo que elogia De Juan. “Es muy curioso pero hay días de este verano que pese al calor sofocante hemos tenido visitas entre las dos y las cinco de la tarde”.
No hay más que hacer un recorrido por el parque para ver que interesa en cualquier época. El propio De Juan tiene la costumbre de explicar la batalla de Alarcos cada 19 de julio, como aquel de 1195, en el que las tropas de Al Mansur, el jefe de los almohades, y las cristianas de Alfonso VIII, que estaba enfrascado en la edificación de una gran ciudad, libraron una cruenta lucha. Es posible, y es lo que dicen las crónicas, que aquel día, como el de este último año, el calor fuera sofocante lo que hizo más cuenta y terrible la lucha.
Marlene y sus amigos
Marlene, ciudadana francesa afincada en la provincia, pasea con unos amigos compatriotas que han venido a visitarla y los ha traido al parque. “Es la tercera vez que vengo, me gusta muchísimo”, explica mientras Antonio De Juan la felicita por ser tan entusiasta y la anima, junto a sus acompañantes, a profundizar en el conocimiento del yacimiento que es íbero-medieval, además les recomienda algunos lugares y que vean el proceso de excavación, “a la gente le gusta mucho venir cuando estamos investigando”, añade.
Cuatro metros
De Juan que ya estaba en 1987, “cuando empezamos a excavar en serio, unos años después de comprarlo todo” (se refiere a los terrenos por parte de la Junta de Comunidades y el Ayuntamiento de Ciudad Real), recalca todo lo que se ha avanzado en “algunos sitios hasta cuatro metros de profundidad”.
En Alarcos se superpusieron dos civilizaciones, los íberos entre el siglo VI y I a.C., y, tras el paréntesis de los romanos que poblaron otras zonas de la provincia, la gente volvió en la Edad Media, su época de esplendor como gran ciudad fronteriza en la meseta sur con Al Andalus que nunca llegó a ser (el ataque almohade fue con la ciudad y el castillo a medio edificar). Ahora, y a medida que va bajando el nivel de excavación se está documentando una civilización anterior a la ibérica más importante de lo que se creía. Pero el meollo de la excavación está en estos momentos en el castillo en el que se excava en tres fases. “La más moderna es del siglo XIV [tras la Reconquista cristiana], que es cuando descubrimos el taller de monedas en el que han aparecido un horno de pan y algunos otros grandes edificios suponemos que para abastecer al personal que estuviera aquí. Debajo de ese nivel hemos documentado el de los almohades que hicieron su propia distribución cuando ganaron la batalla y se metieron en la fortaleza: callejuelas estrechas como en Córdoba o Sevilla y pequeñas habitaciones”, afirma De Juan.
Como curiosidad de esa época en la que el castillo se convierte en barrio almohade (los dieciséis años que transcurrieron de la derrota de Alarcos a la victoria en las Navas) es el cementerio almohade en el que, si no lo advierte un experto, cuesta fijarse antes de llegar a la fortaleza. Las tumbas, que ahora están desnudas de adornos son muy similares pese a los siglos transcurridos a las que se pueden ver hoy en día en Marruecos, aunque hay que imaginárselas estucadas y con pinturas de almagra. Que haya tumbas pequeñas, de niños, da idea según el profesor De Juan de que había algo más que un destacamento militar, “aquí vivieron familias”. Y debajo está el castillo de Alfonso VIII que se construye a la vez que la ciudad y de cuya obra se hace eco la crónica latina de los Reyes Católicos relativa a la batalla de Alarcos, una cita que le gusta especialmente al director del parque: “Comenzó entonces a edificar la villa de Alarcos y sin acabar todavía el muro y no suficientemente afianzados los pobladores en el lugar declaró la guerra al rey marroquí”.
Toneles
Aunque la campaña está como quien dice recién empezada, ya se ha producido un descubrimiento curioso: un sitio con toneles (en la fotografía de abajo a la izquierda se ven claramente las marcas) de un almacén o bodega que podría ser del siglo XIV, coétaneo de la época del taller de monedas que hubo tras la recuperación del lugar por los cristianos después de la batalla de las Navas de Tolosa y antes de que se fundara Ciudad Real. “Para asegurar que es de esa época habrá que estudiar la cerámica que salga. De momento está limpio y fotografiado. Con realidad virtual es posible que podamos ver cómo se distribuía este espacio.
Este año la campaña en la zona medieval se centrará en seguir documentando el barrio almohade, así como los trabajos en el barrio íbero, junto al santuario.
En esta parte medieval también han estado haciendo prácticas de arqueología los últimos quince días alumnos de la UCLM, como Paola, estudiante de cuarto de Historia, de Cuenca, que está excavando por primera vez en el sector de la alcazaba y que cree haber descubierto un horno, mientras dos compañeros más excavan. A ellos les gusta lo medieval, “aparecen muchos más restos”, dicen.