Amparo Ruiz Carretero, natural de Ciudad Real, ha recorrido un largo camino desde los laboratorios de su ciudad natal hasta liderar investigaciones punteras en química supramolecular en Europa y Estados Unidos. Tras licenciarse en Ciencias Químicas en la facultad ciudadreañela y realizar parte de su doctorado en Eindhoven (Países Bajos), continuó su formación con un postdoctorado en la prestigiosa Universidad Northwestern, en Chicago. Más tarde, estableció su carrera en Estrasburgo, donde pasó una década liderando investigaciones sobre materiales orgánicos y sostenibles. Ahora, gracias al Programa Atrae, vuelve a España como investigadora del CSIC, con la misión de desarrollar proyectos innovadores en energía solar y contribuir al crecimiento científico del país que la formó.
PREGUNTA.- ¿Cómo influyó su formación inicial en Ciudad Real para decidir dedicarte a la química orgánica?
RESPUESTA.- Soy química orgánica, pero en mi caso, no soy una científica vocacional. Elegí mi carrera porque creía que la química era capaz de explicar todo. Yo quería saber todo y cada vez que tenía una preocupación, una pregunta de algo, creía que había una explicación científica y creí que la química hacía eso. Estando estudiando en el Instituto, mi profesora de Química (entonces era Química general) me inspiró muchísimo. Luego fue profesora mía en la facultad de Ciencias Químicas, no de química orgánica, que esa fue otra profesora. Pero dentro de todos los estudios, de todas las asignaturas, la química orgánica me pareció fascinante y dentro de química orgánica y de otras disciplinas químicas, está la química supramolecular que es la unión entre moléculas para mejorar propiedades de materiales y esto fue lo que más me llamó la atención, junto con la electrónica de moléculas orgánicas. Y así fue como fui, poco a poco, forjando mis conocimientos.
P.- Entonces, ¿desde pequeña ya tenía esa inquietud por saber, por dar respuesta a las cosas, ya tenía esa vena de investigación?
R.- Sí, tenía esa vena de investigación, pero no era una persona que desmontase aparatos, radios, como les pasa a otras. Era todo más mental. Necesitaba saber y, entonces, me adentraba en cualquier libro o preguntando a cualquier persona, estudiando para poder dar respuesta a las cosas.
P.- ¿Qué recuerda de tus primeros pasos en el ámbito científico?
R.- Cuando estaba aún en 3º de carrera (cuando yo estudiaba todavía estudiábamos cinco años, el último año de mis estudios fue cuando entró el plan Bolonia y cuando todo cambió), un profesor nos dijo que si había algún alumno interesado en ir a los laboratorios de investigación para empezar a aprender. Y yo fui. Estuve en contacto con un laboratorio de investigación desde bastante joven en la carrera (me quedaba aún casi la mitad por terminar) y desde entonces entré en el Departamento de Química Orgánica de la Facultad de Químicas de Ciudad Real, y allí seguí.
P.- De manera, que sus cimientos como científica están plenamente arraigados, en sus comienzos, a la provincia de Ciudad Real…
R.- Sí, por supuesto. Ya durante el 5º año de carrera tuve una beca de colaboración para hacer una asignatura de laboratorio durante todo el año y a partir de ahí ya me quedé para hacer el doctorado. Conseguí una beca nacional, FPU (Formación de Personal Universitario) del Ministerio, que es bastante competitiva. Hice el doctorado en la Facultad de Química Orgánica continuando con los proyectos que había empezado durante la carrera. Sí, proyectos que empecé bastante joven, los continué en el doctorado.

P.-¿Desde qué edad se considera científica?
R.- Uy, diría desde los 17-18 años. No me considero desde más joven, no ha sido completamente vocacional en mi caso, como decía. Esta es la realidad. Incluso cuando terminé el doctorado, aún no era ni mucho menos experta. Bueno, digamos que nunca llegas a ser experto, porque estás siempre en continua mejora.
P.- Desde su experiencia, ¿qué mensaje daría a los jóvenes de la provincia que están estudiando Químicas, como usted hizo, y que quieren hacer carrera científica?
R.- Lo primero que les diría a todos, un mensaje para todos los jóvenes de cualquier edad, es que consigan y fomenten tener cultura científica y, con esto me refiero, a que aprendan a pensar por sí mismos y a preguntar a personas que saben más que tú. En este mundo (el de la investigación) tú te sientes el más tonto de la clase. Yo siempre he sido la primera de mi clase (todos mis profesores y compañeros lo pueden corroborar), pero cuando llegas al mundo de la investigación te sientes el último de la fila. Y así es como aprendes. Hay que dejar atrás el ego que tienes y dedicarte a preguntar por las cosas que no sabes a quien realmente sabe. Que te lo expliquen bien y hasta que no lo entiendas no pares. Si hay algo que no entiendes, sigue. Porque así es como cuando seas un adulto vas a poder tener juicio, no solamente sobre cosas científicas, te va a ayudar en todo.
P.- ¿Se considera una de esas científicas que se ha tenido que marchar fuera de España para poder seguir potenciando su carrera?
R.- En un momento determinado de mi carrera sí que me tuve que ir. Tras estudiar la carrera y parte del doctorado en Ciudad Real, la otra mitad la realicé en Eindhoven (Países Bajos) y el postdoctorado lo hice en la Universidad de Northwestern, en Chicago, durante tres años. Hacía 2012, cuando había terminado el postdoctorado (mi pareja también), estábamos en Estados Unidos y queríamos volver a Europa. Pero era un año muy duro para conseguir plazas académicas, tanto en España como en otros países europeos. En España era un momento muy, muy duro. Y nos fue prácticamente imposible poder volver. Entonces, empiezas a hacer camino en otros países, donde te surge alguna posibilidad, alguna oportunidad. Así es como llegamos a Estrasburgo. Comienzas a crear tu grupo de investigación independiente y necesitas un tiempo de maduración científica para poder dar el paso de volver. Después de 10 años en Francia es cuando decidimos, de nuevo, intentar regresar a España.
P.- ¿Cómo funciona el Programa Atrae, que le ha permitido volver como investigadora a su país?
R.- El Programa Atrae es para investigadores que hayan estado vinculados con centros extranjeros, al menos, cinco años. Y donde ya tengas un nivel de independencia demostrado. Tienes que haber dirigido tesis doctorales, haber tenido proyectos de investigación independientes (que la financiación la hayas conseguido tú). Es para personas jóvenes, pero no al inicio de su carrera. Cuando ya llevas unos años en los que ya has conseguido estabilizarte. Yo, por ejemplo, tengo una plaza fija en el equivalente al CSIC en Francia. Entonces tenía unas bases fuertes para poder ofrecer algo científicamente en España. Reunía los requisitos para este tipo de programa.

P.- De manera que se postuló y ha conseguido una de las 31 becas de la convocatoria del Programa Atrae 2024, ¿correcto?
R.- Sí, así es. Y lo importante de este tipo de programa es que tienen que hacerte un contrato. El centro donde te vayas a incorporar, en mi caso el CSIC, que es la entidad solicitante, se compromete a estabilizarte. Al final de mi proyecto tengo que tener una plaza fija en España. Ten en cuenta que somos personas que la mayoría venimos de tener plazas en el extranjero de tipo permanente, que queremos volver porque nos gusta España, porque nos gusta un centro de investigación español, porque queremos desarrollar aquí nuestros proyectos y nos tienen que ofrecer una estabilidad. Venimos con un contrato inicial de cuatro años, que es lo que dura el proyecto, así que tienen que hacernos este contrato de cuatro años, pero al final del mismo se tiene que haber creado una plaza para nosotros, para entrar en el sistema de investigación español.
P.- Por lo tanto, su futuro como investigadora ya está en España…
R.- Así es. Mi futuro ya está en España. Exactamente.
Es verdad que si te vas es por aprender de otros sistemas y porque en cada sitio se trabaja de forma diferente. Yo, por ejemplo, en Estados Unidos, cuando llegué era algo completamente distinto que ha forjado mucho lo que yo estoy haciendo ahora en mi carrera. Digamos que llegué allí como un lienzo en blanco y tuve que pintarlo entero, con mucho esfuerzo, y así fue como fui capaz de ser una investigadora independiente.
P.- ¿Cómo se siente con el regreso?
R.- Pensaba que ya me iba a jubilar en Francia (donde tiene plaza fija en Estrasburgo), la verdad. Es un país que no es tan lejano. Tenía una situación con la que estaba más o menos conforme. Pero nunca llegué a sentirme 100% bien. Tenía la necesidad de volver. Hay personas que no lo entienden así, están bien donde están. Yo siempre he tenido la necesidad de volver. Yo me he formado en España. España me ha financiado en casi todas las etapas de mi carrera, toda mi formación. Y luego he conseguido mucho en otros países también, pero toda mi formación viene de España.
Yo veía como otros compañeros míos seguían trabajando aquí con pocos medios, con buenos resultados, y yo me sentía mal de no haberlo intentado lo suficiente. Al principio estaba bastante incrédula: cómo vamos a irnos, cómo vamos a volver después de tanto tiempo fuera… Pero es posible, mucha gente nos animó. Es un buen momento (entre comillas), mejor que otros años, digamos. Y me siento muy bien.
He sido capaz (antes del Proyecto Atrae) de realizar otros proyectos aquí, trayendo cosas de Francia, haciendo cosas en común, parte de mi equipo de Francia vino conmigo. Es un esfuerzo muy grande, pero es posible y también es muy gratificante cuando puedes desarrollar tus propias ideas, no importa dónde…
P.- Según comenta, este es un momento especialmente bueno para la vuelta, ¿por qué, qué condiciones se han dado?
R.- Bueno “entrecomillas”, comparado con años anteriores. El CSIC está abriendo más plazas, hay algo más de financiación, comparado con la perspectiva y los países en los que yo he estado. En Francia se crean muchas plazas fijas, pero hay poco dinero para investigar, en Alemania, por ejemplo, hay mucho dinero para investigar pero pocas plazas fijas. Estados Unidos es el nivel competitivo más alto que te puedas imaginar… Entonces, viendo y comparándolo con todo y viendo los años anteriores en España, ahora mismo hay como un proceso de apertura (no sé cuánto durará, espero que mucho). Estamos como en una etapa alta del ciclo, habrá altos y bajos, pero creo que está cambiando bastante. Mucha gente que se ha ido, que está volviendo. España ha recibido muchas críticas, también, de investigadores muy buenos que se tienen que ir. Creo que toda esta crítica se ha ido aceptando y se está intentando mejorar. Ahora, nos hace falta aún mucho tiempo.

P.- ¿Cómo ves a España en el ámbito científico en relación a tu experiencia extranjera?
R.- España, y lo digo con total sinceridad, tiene de los mejores científicos del mundo. Lo digo esto porque son personas que con pocos medios han producido resultados de un impacto muy grande. Han producido mucho. Y cada vez que una persona española va a otro país a trabajar en un grupo de investigación se lo rifan, porque (diciéndolo muy coloquialmente) tenemos muy buena formación, tenemos una base científica muy fuerte y la gente está acostumbrada a unos investigadores que hacen mucho con poco. Entonces hay unas mentes, para mí, increíbles, que no tienen nada que envidiar a personas de otros países. Entonces creo que los españoles son así. Aún hay personas en situaciones bastante precarias, pero que deben saber todos que tienen una mente privilegiada, que son súper trabajadores y además inteligentes. En nivel de resultados, quizás de los mejores países.
P.- Actualmente, ¿cuál es el objeto principal de sus investigaciones?
R.- Lo sabe todo el mundo. Estamos atravesando una crisis energética enorme. Tenemos un problema gigante con el cambio climático. Entonces, la búsqueda de materiales o de fuentes de energía alternativas y limpias es crucial. Yo me centro en la energía solar.
El sol en una hora de radiación puede producir energía para toda la población mundial para un año entero. Imagínate lo limpio que es, inagotable y todo lo que se puede hacer con esa energía. Lo que pasa es que necesitamos los materiales apropiados. Todo el mundo conoce los paneles de materiales de silicio, que es un material estupendo, barato, que se puede instalar en mucho sitios y funciona muy bien. Lo que pasa es que la proyección de consumo energético de aquí a 30 años nos dice que solamente con paneles solares de silicio y con el resto de energías alternativas que tenemos, no es suficiente. No va a ser suficiente a este ritmo que tenemos y ahora con la inteligencia artificial, etc… estamos consumiendo brutalmente. Necesitamos más materiales, que sean alternativos para trabajar en combinación con los que ya ahí. No queremos hacer una competición.
P.- En concreto, ¿en qué consiste su trabajo, cuáles son los principales retos a los que se enfrenta?
R.- Nuestro proyecto trata sobre células solares que son orgánicas (digamos que son “plásticos”). Este tipo de materiales son muy versátiles. Diseñamos las moléculas que queremos con las funciones que nosotros queremos. Si quiero que absorba luz, pues hago la molécula así. Quiero que transporte carga positiva y carga negativa para producir electricidad, yo sé cómo hacerlo. Los químicos orgánicos sabemos cómo hacerlo. Entonces, es muy prometedor. Pero, a la hora de la verdad, cuando llegas a hacer el dispositivo solar no funcionan como el silicio. Estamos atascados. Hay una serie de problemas de porqué este tipo de material tan versátil y tan prometedor no funciona. Yo estoy intentando resolver algunos de estos problemas. Qué es lo que pasa con las células solares orgánicas. Necesitan tener una estructura muy determinada para poder funcionar bien. Y eso es muy difícil de hacer.
P.- ¿Podría explicar de manera didáctica qué es una célula orgánica?
R.- Si os imagináis, una célula solar orgánica es como un sandwich. Cada pan es un electrodo y dentro, el jamón y el queso, son los materiales orgánicos que yo voy a poner. Y estos materiales orgánicos tienen que estar situados como un tablero de ajedrez. Eso es muy difícil de hacer. Lo que yo hago es diseñar moléculas y las programo para que hagan los distintos cuadraditos del tablero de ajedrez. En cada cuadradito del tablero sucede un proceso del dispositivo, por ejemplo, absorber la luz y luego separar las cargas, una carga positiva y una carga negativa, que es lo que va a hacer una corriente de electricidad final.
Lo que hago es hacer unas moléculas muy pequeñas para no tener que utilizar demasiado material, demasiado disolvente, cosas que sean tóxicas. Intento facilitar la síntesis de estos compuestos y los programo para que entre ellos “se den la mano”. Al darse la mano, lo que hacen es mejorar sus propiedades. Es como aumentar la conexión entre moléculas. Le va diciendo una a otra: oye tú tienes que conducir la carga positiva, entonces se van transmitiendo ese mensaje gracias a la programación que yo les he hecho en su diseño.
P.- ¿Cómo funcionan estas células orgánicas y qué pueden aportar al desarrollo de la energía solar?
R.- De modo muy, muy concreto, lo que hacemos es diseñar unas moléculas que de llaman QUIRALES (quiro significa mano en griego), que son como manos. Son imágenes especulares, pero no se pueden superponer. Podéis imaginar una hélice. Una hélice que gira hacia la derecha y otra que gira hacia la izquierda. Pues una de estas hélices es capaz de conducir cargas de un signo, por ejemplo, positivas, y la hélice contraria puede conducir cargas del signo opuesto. Esto es un fenómeno bastante nuevo, dentro del mundo científico, que tiene muchas posibilidades para mejorar dispositivos electrónicos. Y la novedad que queremos introducir dentro del campo de las células solares. Una nueva alternativa, un nuevo concepto para resolver uno de los problemas que hace que la energía solar orgánica no funcione.
P.- ¿Cómo se explica la utilización de plásticos, disolventes y otros elementos tóxicos en la fabricación de moléculas que pretenden producir una energía más sostenible y ecológica?
R.- El plástico, para mí, es quizás el mejor material, el material que ha revolucionado el último siglo. Está en todas partes. Es un material excepcional. El problema que tiene es que, hasta ahora, no hemos sabido cómo utilizarlo y reciclarlo. Ahora sí lo sabemos. Ahora sabemos qué problemas tiene. Entonces, es hora de utilizar los beneficios que tiene este tipo de materiales y, al mismo tiempo, resolver los problemas que tiene. Ahora, este tipo de materiales se pueden reciclar, reutilizar, sabemos como sintetizarlos de una manera más sostenible, sin disolventes tóxicos, purificándolo con precipitación con agua, utilizando radiación microondas que no necesita disolvente…
Tenemos más herramientas hoy en día para poder fabricarlos, utilizarlos y aprovecharnos de sus beneficios sin las consecuencias negativas que tienen. Ahora sí lo sabemos. Sus beneficios, para mí, son mucho mayores -“y esto es un poco polémico lo que digo”-, pero la ciencia no es lo que oyes, la ciencia es lo que demuestras. Y esto es así.

P.- Según explica, su investigación está muy relacionada con la sostenibilidad. Desde su perspectiva, ¿cómo puede la ciencia ayudar a generar conciencia sobre la necesidad de un mundo más sostenible?
R.- Los científicos tenemos un roll clave en la sociedad que hasta ahora no lo hemos desarrollado, por diferentes motivos, hay personas que nos gusta mucho divulgar, explicar y nos vemos en la necesidad de contribuir a la sociedad de una manera global. Pero, por ejemplo, hay científicos que tienen su problema en su cabeza, son como un ratón de laboratorio, no les gusta comunicarse tanto aunque hagan algo muy importante. Y otros tenemos la mentalidad de que queremos trabajar en comunidad para poder dar una respuesta a un problema muy gordo que hay. Creo que ahora mismo todos los científicos deberíamos trabajar juntos para intentar resolver el problema tan grande del cambio climático que hay.
Yo no quiero trabajar solo para sacar un artículo brillante y adiós muy buenas. Quiero contribuir de verdad. Entonces hace falta que todo el mundo, desde que es pequeño en el colegio, tenga cultura científica, que los políticos se quieran comunicar con nosotros y que nosotros seamos capaces de explicarles los problemas que hay para convencerlos. Porque para convencer a una persona necesitas que entiendan las cosas. Entonces hace falta una apertura y una comunicación entre políticos, científicos y la sociedad en general para poder contribuir. Así es como yo creo que se puede hacer. Hace falta una comunicación enorme. Los medios de comunicación, por supuesto, tiene también un papel muy importante.
P.- Hasta qué punto su investigación es crucial para el futuro de la energía sostenible?
R.- Este tipo de tecnologías tardan años en desarrollarse. Las células solares orgánicas hay pocas que se utilicen, pero es un material muy versátil, muy ligero, mucho más que el silicio, se puede utilizar en aplicaciones que no se pueden hacer con el silicio o con otro tipo de material más pesado. Para producir paneles de silicio y cristales grandes de silicio se necesita consumir mucha energía. Hay que considerar cuánta energía devuelven estos paneles en su tiempo de vida. Son muchas cosas a considerar y todo necesita un tiempo. Digamos, que en un tipo de tecnología que necesita 30 años para desarrollarse nosotros estamos ya casi a la mitad. Aún nos queda. Pero lo que queremos demostrar es que este tipo de material, de moléculas muy pequeñas que se comunican a través de ellas por la programación que les hemos dado en su estructura, va a llegar a ser una alternativa real en el futuro.
P.- Los ataques y cuestionamientos a la ciencia parecen ser cada vez mayores y las corrientes negaciones están aumentando a un ritmo que asusta, ¿qué opina de este fenómeno?
R.- Es un problema multifactorial. En mi caso particular, yo hago divulgación, voy a colegios de educación primaria, he estado en colegios de Ciudad Real, de Estrasburgo… para hablarles a los niños claramente de las cosas que hay. Les he hablado de las vacunas, del cambio climático, de la diferencia entre químicos y productos naturales… que hay un miedo, terrible “esto tiene químicos, esto tiene químicos”. Vamos a ver…, vamos a distinguir. Porque también puedes ir coger algo natural envenenarte y morirte o puedes ingerir algo sintético que también te mate. Lo que hay que hacer es una distinción muy clara y enseñar todo muy bien. Ahora tenemos un problema grave, porque tenemos tanta información como desinformación. Pero si necesitas saber algo, ve a un experto. Si te pones malo intenta ir al mejor médico que encuentres, o si quieres saber algo de las vacunas.
P.- Como investigadora y científica, ¿cómo se siente ante esta amenaza contra el conocimiento?, ¿qué se puede hacer?, ¿se puede combatir?, ¿de qué manera?
R.- Yo soy pro-vacunas al máximo, y me duele muchísimo cuando amigos, familiares me cuestionan este tema o no se vacunan, o cuestionan el cambio climático. Es como un fracaso para mí. Porque a las personas más cercanas no las he convencido. ¿Dónde está mi fallo? Pues hay que volver otra vez al principio, ver cómo te comunicas y ver cómo lo explicas con los hechos e intentar demostrarlo. Ahora mismo tenemos una situación tan difícil con la cantidad de noticias falsas que hay y de desinformación, que piensas cómo me voy a abrir paso entre tanta noticia, cómo lo hago… Entonces ahí es donde entra, con un papel clave, que todos los políticos de cualquier ideología estén en contacto con nosotros, con los científicos, para poder lanzar mensajes que sean muy claros y que estén demostrados y que se pueda ver de dónde los sacamos. La transparencia de los datos, la transparencia de los estudios, el acceso a la ciencia abierta, no que una persona tenga que pagar para poder encontrar un estudio. Y una vez que lo encuentras preguntarle a la persona adecuada para ver lo que significa. Hay un serie de cosas que aún nos quedan por hacer.
P.- Centrándonos en la labor divulgativa de la que habla, ¿tiene previsto venir próximamente a Ciudad Real para seguir difundiendo su conocimiento y labor científica?
R.- Para este año aún no estoy segura, pero todos los años me llaman de colegios. He estado en colegios de la provincia, en Puertollano, en Ciudad Real capital, en Llanos del Caudillo. Voy a todas partes donde se puede hacer un impacto. Y luego dentro de poco está el Día de la Mujer y de la Niña en la Ciencia de la UNESCO (que se celebra el 11 de febrero) y ahí planeamos también bastantes actividades, para niñas y mujeres con el objetivo de tener el máximo de apertura y de inclusión dentro de la ciencia, y para que todo el mundo pueda tener acceso y entender cosas que son muy difíciles de una manera fácil.
P.- Y, para terminar, ¿cómo valoraría el estado actual de la ciencia en España?
R.- Vamos a ponerle para los científicos una matrícula de honor y para la gestión un notable justo. Va a mejor. Está mejorando y espero que no haya nada, ni cambio político, que se resista. Porque la ciencia debe ser un bien común para todo el mundo y no podemos caer en colores políticos. Esto tiene que ser un avance para todos. Que la gente hoy en día niegue que la tierra es redonda y se empeñe en que es plana. Es horrible. Tengo un libro que se llama ‘Cómo hablar con negadores de la ciencia’, cómo comunicarte con estas personas. Y es muy complicado.
