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29 marzo 2024
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      Medalla de la Corporación Municipal a la Hermandad del Santísimo Cristo del Perdón y de las Aguas por el 425 aniversario de su fundación / Elena Rosa
      • La Presentación / C. Moreno
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      El alcalde, saludando a una participante en la desgustación de torrijas
      Laura Macías, de Miami Gastro, con el taco de bacalao tártara y los postres de torrija y tarta de arroz con leche / A. R.
      Los fieles acudieron a orar al Nazareno / Elena Rosa
      • Oración y Juicio de Cristo / F.Navarro
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      Imagen de archivo del juego de 'Las caras' de Calzada de Calatrava / Vox
      Ricardo Chamorro, Milagros Calahorra y Emilia Martín, hermano mayor de la Flagelación
      • Cofrades y fieles en el templo / J. M. B.
      • LA Virgen del Mayor Dolor / J. M. B.
      • El Cristo estaba preparado /J. M. B.
      • Se realizó el Viacucis en el templo / J. M. B.
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      Los hermanos acudieron a San Pedro en un viernes por la mañana lluvioso 7 Elena Rosa
      Los fieles acudieron a orar al Nazareno / Elena Rosa
      El Guardapasos se llenó de fieles este Jueves Santo / Elena Rosa
      La Hermandad de la flagelación tampoco pudo salir en procesión / Elena Rosa
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Una vida dedicada a desentrañar el poder curativo de las células

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José María Moraleda / Martínez Bueso – La Verdad
Juan Carlos Chinchilla / CIUDAD REAL
José María Moraleda, hematólogo natural de Herencia, es uno de los principales impulsores de las terapias CAR-T, que consisten en extraer del paciente unas células del sistema inmunitario llamadas linfocitos T y reprogramarlas en el laboratorio para que identifiquen y eliminen células cancerígenas

José María Moraleda es una de las figuras imprescindibles de la Hematología española. Natural de Herencia (1953), ha dedicado toda su vida al estudio de la sangre y sus investigaciones han sido esenciales para el desarrollo del trasplante de médula ósea en España y para abrir las primeras puertas de un futuro que comienza a ser presente: explotar el potencial curativo de las células. Ahora, como coordinador de la Red Española del Instituto Carlos III de Terapias Avanzadas, Moraleda es partícipe directo de una revolución en marcha en la hematología: el desarrollo de las terapias CAR-T y su despliegue en la sanidad pública española frente a algunos tipos de leucemia y linfoma. Estas terapias consisten en extraer del paciente unas células del sistema inmunitario llamadas linfocitos T y reprogramarlas en el laboratorio para que identifiquen y eliminen células cancerígenas.

No iba para médico. Sus primeros intereses le llamaban hacia otras materias como las Matemáticas. Pero la aparición de figuras inspiradoras le encaminaron hacia una Hematología que ha sido y es la pasión de su vida.

Recuerda una infancia muy feliz en Herencia, donde su padre regresó por amor tras formarse como cirujano en Barcelona y un breve periodo en Ciudad Real. “Recuerdo mi casa siempre llena de niños, éramos nueve hermanos que nos cuidábamos los unos a los otros, además también vivían con nosotros la hermana de mi madre, mi abuela y su hermana”, rememora Moraleda, que sonríe al hablar de ese tiempo en el que residían frente al parque y “éramos muy libres, siempre jugando, haciendo el salvaje y con la casa siempre llena de amigos”.

Con siete años José María decidió acompañar a su hermano mayor Manuel al Instituto Juan de Ávila en Ciudad Real. Se instalaron en el colegio menor El Doncel, donde conformó su segunda familia con todos sus compañeros. “Allí aprendí muchas cosas, entre otros a buscarme la vida, a ser disciplinado y a trabajar mucho, porque éramos muchos hermanos y yo necesitaba de becas para poder seguir estudiando”.

Recuerda el régimen de vida semimilitar de entonces, con grandes dormitorios repletos de literas, madrugones, duchas de agua fría, horas de estudio y enormes comedores en donde compartían todo. Además de para los libros, había mucho tiempo para el deporte y allí fue donde nació su pasión a la práctica deportiva, en particular al balonmano, “pasión y distintivo de la ciudad, con momentos especiales como el Torneo Romasol”.

VICENTE VICENS
José María Moraleda / Vicente Vicens -La Verdad

Medicina y Hematología

Con 16 años llegó el momento de ir a la Universidad y su camino parecía claro. Había tenido dos profesores excelentes en Matemáticas y Física y parecía que su futuro se encaminaba hacia ellas. Sin embargo, una charla de un médico lo cambió todo. Removió un germen ya instalado con el ejemplo de su padre y se decidió: “Quería ser médico y ayudar a las personas, disminuir el sufrimiento de los demás”.

En la decisión influyó notablemente su padre, Valerio Moraleda. “Era un ejemplo de sobriedad, muy estudioso y serio desde el punto de vista profesional. Todo el mundo le adoraba en el pueblo. Hacía de todo y lo hacía muy bien. Operaba en casa cosas que hoy hubieran parecido inauditas, salvó a muchísimas personas en una época en la que eran habituales los accidentes en el campo y que si no se solucionaban en el momento, eran una sentencia de muerte”.

Una de las enseñanzas que José María más valora de su padre es su capacidad de trabajo y el deseo de aprender y aprender. “Y hoy en día si no estudio un par de horas todos los días, parece como si me faltara algo, me encanta aprender cosas”, resalta el herenciano, que incide en que ha sido fundamental en su vida para poder optar a becas para completar su formación.

Estudió Medicina en la Universidad de Navarra y allí se cruzó con uno de los principales referentes de su vida, el profesor Antonio López Borrasca, el que sería el primer catedrático de Hematología del país, en Salamanca. “A unos cuantos nos apasionó esa especialidad médica en la que hay un importante componente científico y de laboratorio”, explica Moraleda, que subraya que “a mí la ciencia siempre me ha gustado mucho, tengo mucha curiosidad y el poder ir al laboratorio después de ver a un enfermo, ir al laboratorio a ver su sangre y encontrarte allí a las células leucémicas, al enemigo al que combatir, era fascinante y me enamoré de la Hematología”.

Finalizó la carrera y estaba iniciando su formación en Medicina Interna cuando López Borrasca lo llamó junto a unos pocos compañeros para acompañarle a Salamanca y claro “si un señor catedrático te dice que tú sirves para eso y que quiere que formes parte de su equipo, te vas”.

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José María Moraleda / Martínez Bueso – La Verdad

Desde Salamanca comenzaron a gestar una pequeña revolución en la Hematología del país. Montaron un servicio, iniciaron investigaciones y comenzaron a consolidar el trasplante de progenitor hematopoyético, cuyo objetivo es restaurar la función de la médula ósea y que esta produzca células sanguíneas con normalidad.

Para profundizar en la materia, Moraleda realizó una estancia en el Hospital Clínic de Barcelona junto al reconocido profesor Ciril Rozman, y después se dirigió a Londres, al Hospital Hammersmith, uno de los centros más relevantes de trasplante. Allí, con una beca escasita, permaneció casi un año alejado de su familia, su mujer y su hijo, con la recompensa de regresar a Salamanca y dar forma a la deseada Unidad de Trasplante.

Faltaba entonces una pata en el desarrollo personal de José María, la docencia, y en 1990 se instaló en Murcia tras lograr una plaza de profesor titular en la Universidad, donde ahora es catedrático y jefe del Servicio de Hematología del Hospital Virgen de la Arrixaca.

Poco después llegó otro de los momentos que marcan una vida. Conoció y compartió experiencias con uno de sus grandes referentes, el hematólogo estadounidense Edward Donnall Thomas, que revolucionó la especialidad al completar con éxito en 1969 el primer trasplante de médula ósea de un donante que no fuera gemelo del enfermo, por lo que recibió el Premio Nobel de Medicina en 1990.

En el Fred Hutchinson Cancer Research Center de Seattle aprendió con Donald Thomas “muchísimo sobre el trasplante y muchísimo sobre terapia celular, lo que moduló realmente mi carrera científica posterior. Además, tuve la suerte de tener una cierta amistad con él y con su esposa, con Toti Thomas, y fue un verdadero privilegio el poder haber sido su alumno y haber aprendido de él directamente muchísimas cosas que luego fueron muy útiles para poder montar la unidad de trasplante de nuevo en Murcia”.

Terapia celular

A partir de ese momento se consolidó y tomaron fuerza las investigaciones de José María Moraleda que, entre otras cosas, le han servido de reconocimiento entre todos sus compañeros, que no dudaron en su momento de nombrarlo presidente de la Sociedad Española de Hematología y Hemoterapia (SEHH).

Su camino ha sido siempre el de ir más allá de la clínica. “Cuando ves a un paciente lo más importante es intentar curarlo, pero después hay que ir más allá y preguntarse el porqué de esa enfermedad, cuál es su causa”, afirma Moraleda.

En esta línea, ha centrado su carrera investigadora en la célula como elemento de curación de las enfermedades, en contraposición de las sustancias químicas, los fármacos que habitualmente se usan en medicina para curar. “Los fármacos son sustancias químicas con una duración corta y hay que ponerlas continuamente para curar y en algunas ocasiones durante toda la vida. Sin embargo, las células son medicamentos vivos, ese es el punto diferencial importante, y al ser medicamentos vivos pueden durar mucho tiempo y hacer incluso su acción terapéutica durante incluso toda la vida”. En este sentido, pone como ejemplo un trasplante de médula ósea, que cura definitivamente.

“A partir de ahí empezamos a investigar otros tipos de células que había en la médula ósea para poder curar enfermedades y comenzamos con las células madre mesenquimales, que son como el tejido de sostén de la médula ósea, pero que tienen unas propiedades antiinflamatorias y inmunomoduladoras del medio ambiente importantísimas”, explica el hematólogo.

“Aprendimos cómo extraerlas, al igual que extraemos las células hematopoyéticas para el trasplante de médula ósea, y a cultivarlas en el laboratorio y experimentar sobre sus posibilidades, siendo eficaces en enfermedades inflamatorias, en enfermedades autoinmunes y cuentan con unas grandes propiedades regenerativas”. Así, ya se emplean estas técnicas en patologías como la enfermedad de injerto contra huésped, en enfermedades neurodegenerativas como la ELA, en enfermedades inflamatorias osteoarticulares como la artritis, como en las inflamaciones tendinosas o musculares, o en la generación de nuevos vasos sanguíneos, usándola en casos de isquemia de miembros inferiores.

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José María Moraleda / Vicente Vicens -La Verdad

CAR-T

En los últimos trabajos, explica Moraleda, están “programando” los linfocitos de la médula ósea “para que hagan lo que nosotros queremos que hagan, que en este caso es atacar a las células tumorales”. Esa inmunoterapia antitumoral con las células CAR-T ha centrado las investigaciones del equipo de Moraleda en los últimos años, “aprendiendo las claves de edición génica para decirle a la célula que se comporte de determinada manera”.

“Es una verdadera revolución en la lucha contra el cáncer”, destacó el hematólogo, que es consciente de que su jubilación está cerca y le tocará ver desde la barrera el desarrollo de unas investigaciones apasionantes, “de una inmunoterapia celular que me apasiona y que es un antes y un después en la Medicina”.

Echando la vista atrás, recalca que ha tenido la fortuna de ver a lo largo de su carrera cómo “al principio no podíamos curar prácticamente a ningún paciente con leucemias, linfomas, enfermedades hematológicas malignas que eran mortales de necesidad, y como unos años después hemos alcanzado una curación de entre el 50 y el 80 por ciento de los casos, llegando incluso al 90 por ciento”.

“Estoy muy orgulloso de haber podido vivir y contribuir en el desarrollo de la medicina biológica”, apunta Moraleda. Lo que lamenta es que no podrá vivir como protagonista lo que supondrá la inmunoterapia antitumoral. “Jamás he visto una eficacia como la de los linfocitos CAR-T y no me queda duda de que en muy breve período de tiempo la gran mayoría de los cánceres se podrán curar y que los diagnósticos se harán con unas tecnologías moleculares con tan solo una gotita de sangre que nos dirá qué nos pasa y qué nos pasará en el futuro”.

Invertir en investigación

El siguiente reto pasa por conseguir que los avances se vean rápidamente reflejados en tratamientos a los que pueda acceder todo el mundo.  “La paciencia forma parte del conocimiento y, por ejemplo, desde que se vieron los primeros efectos de la penicilina y estuvo disponible para ser usada, pasaron más de quince años”. Son muchas fases las que ha de superar un tratamiento y, sobre todo, un principio básico: ‘primum non nocere’, lo primero es no hacer daño y con certeza de que es seguro y con demostrada eficacia sobre el objetivo a lograr. Desde el descubrimiento hasta su llegada al mercado puede pasar perfectamente una década, aunque hay casos de medicamentos muy eficaces y muy probados en los que este periodo de tiempo puede bajar a los cuatro o cinco años, como ha sido el caso de las células CAR.

En este sentido, reivindica la necesidad de invertir en investigación. “Afortunadamente se va mejorando, pero nos queda mucho por trabajar, tanto en financiación como en concienciación por parte de la sociedad de la importancia de la investigación para mejorar la salud y el bienestar de una sociedad, la sociedad española”.

“Invertir en ciencia, invertir en investigación, es mejorar el futuro y hacer que otros nos compren conocimiento, en vez de comprarlo nosotros, y en España hay muchísimo investigador con talento, así que si no prosperan más proyectos no es por falta de talento, sino por falta de inversión”, reclama Moraleda.

Sobre los jóvenes investigadores, “tengo la esperanza de, como me enseñaron a mí, haber enseñado a mis colegas más jóvenes. Hay mucho talento y ojalá mi persona les haya servido para que tengan pasión por la Hematología, por la Medicina y por ayudar a curar a personas”.

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