El que hoy el centro-derecha – gracias a la victoria de Pablo Casado contra el Aparato del Partido en su sentido de pura empresa de flabelíferos y elite cuasi-sectaria – comience a expresarse sin miedo pánico ni imprudente prudencia ni complejos de culpabilidad con la liturgia verbal propia del centro-derecha, su vocabulario propio, con referencias a sus pensadores propios – Maritain, Popper, Hayek, Von Mises, Berlin, etc. -, y no use la terminología invasora y liquidadora de la socialdemocracia, hace que los amigos de la izquierda y de la socialdemocracia ya esclerotizada llamen a la mayoritaria corriente popular que aupó a Casado a la presidencia del Partido “de extrema derecha” – y que lo diga la propia Villalobos es felonía y traición -.
Esa infamia ejemplifica por sí sola, por una parte, hasta qué punto nuestra sociedad española estaba en peligro de dejar de ser una sociedad abierta por mor de la metafísica intangible – pero no inocente – y cerradamente totalitaria de la socialdemocracia agonizante. Y, por otra parte, testimonia hasta qué punto es vital el Partido popular en la sociedad española como único escudo de todas las libertades individuales frente a una doctrina que se ha encaramado hasta en el Estado, como aquello que Hegel llamaba “lo vivo sapiente”, y lo tiñe toda con su roña.
Pero nuestra sociedad nunca será cerrada ni la socialdemocracia tampoco es un elemento esencial e hipostático que defina y sostenga la condición humana. Al contrario, sólo el ejercicio de la libertad sin anteojeras, sin policías del pensamiento – que a eso se reducen los principios socialdemócratas – pueden abrir nuevos desarrollos del alma humana y con ello un incremento tangible del bienestar social. La socialdemocracia ha entrado en esclerosis invasiva y ya no puede solucionar ni los problemas del presente ni del futuro, y sólo consigue remover su cuerpo fofo a base de asuntos estridentes e intangibles que confundan a los ciudadanos – el lenguaje agramatical o esconde una mentira o quiere engañar -. Si en la época de Bernstein y Kautsky tuvo su razón, domesticando el marxismo, hoy la socaildemocracia es sólo una doctrina vana que sólo puede, como la religión, fundarse en la fe y no en la razón.
Frente al grupo, frente a la clasificación doctrinaria, frente al frenesí tabulador, Pablo Casado pone a la persona en el centro de toda urdimbre política, en el corazón de todas las medidas y programas políticos. Es un hecho ya incontrovertible que Pablo Casado es el futuro de España. Liberal sincero, para Casado los partidos políticos no son órganos del Estado, sino representantes políticos de la sociedad civil. Pablo Casado, como Gramsci, ha sabido distinguir entre hegemonía política en la sociedad civil y situación de Gobierno en el Estado. Así, el PP ocupaba el Gobierno de la Nación, pero carecía de la hegemonía política en la sociedad civil, por imitar servilmente los grandes paradigmas sin futuro de la socialdemocracia.
Nueva Ley Electoral
Además, Casado plantea una nueva Ley electoral que asegure gobiernos estables de los partidos que representan muy mayoritariamente la Nación española. No haría falta para ello subir a 400 el número de diputados; con los que hay es suficiente si se hace una ley electoral de mayorías, que es la propia de la democracia. Por eso no sólo respondería a la estabilidad nacional, sino al puro espíritu de la Democracia que supone que al ganador se le exija la mayor responsabilidad una vez dotado de todo el poder ejecutivo. La verdad es que Pablo Casado – junto a su gente, como el joven Secretario General del Partido, Teodoro García Egea – ha devuelto la ilusión a los afiliados y simpatizantes del Partido Popular, y la esperanza de que este Partido frene en seco con la vuelta al Gobierno la deriva secesionista.
Pablo Casado y Teo García Egea saben que los valores y los principios abren los caminos en la política. No se hace camino al andar, como dijo el poeta – y en la práctica política hacía Soraya -, sino que se está previamente encaminado por la propia metafísica del ser. Toda esencia encuentra el modo natural de su existencia, y quien pone la existencia antes que la esencia, no puede ser integrado por el hombre honrado y sencillo que hace depender su existencia de su esencia fundante. Lo contrario es engañar y hacer trampa, y en el mejor de los casos puro oportunismo, viviendo al albur del acontecimiento.
Pero gente como Pablo Casado y Teodoro García Egea son de esos caracteres atractivos que fundamentan el encanto en la sencillez, el coraje y la naturalidad. Y Pablo no ha ganado la presidencia del Partido desde una cuota de compromisarios, sino que lo ha hecho desde la mayoría absoluta, y ello le obliga a ejercer la Presidencia no por cuotas del voto de los compromisarios – que eso fundaría una oligarquía o diarquía gobernante en el PP -, sino desde el que salió victorioso por mayoría absoluta y debe ejercer el poder sólo desde el programa por el cual le votamos. Esa es la limpia mecánica de la Democracia que todo demócrata de corazón debe acatar.