Esto era. Aquí está. El sueño va a llegar. Valdepeñas FS va a jugar en Primera División. Llega el momento de disfrutar lo que tanto tiempo estuvo deseando. Disfrutar de los 30 partidos que están por venir. Como si cada uno fuese el último. Disfrutarlos con pasión. Que nos hagan sentir vivos. O muertos, según el marcador. Pero que nos hagan sentir, que para eso Valdepeñas FS ascendió. Para disfrutar y competir. Para vivir la mejor liga de fútbol sala del mundo.
Pero la Primera División no siempre fue tal y como la conocemos hoy en día. Hubo un tiempo, en los años ochenta, en los que el fútbol sala estuvo dividido. Existían dos ligas. Una organizada por la Federación Española de Fútbol y otra por la Federación Española de Fútbol Sala. Pero la popularidad de este deporte y el crecimiento que estaba experimentando en la sociedad, demandaron una competición única. No fue fácil lograrla, porque las federaciones no se ponían de acuerdo. Por eso fueron los clubes de ambas federaciones los que lo hicieron posible. Ellos sí que llegaron a un acuerdo. Y todos juntos pudieron jugar en una misma competición a la que llamaron Liga Nacional de Fútbol Sala. Consistió en una División de Honor y una Primera Nacional. La de Honor tuvo cuatro grupos de 12 equipos cada uno. A partir de ese momento, el fútbol sala ya no volvió a ser el mismo. Hubo muchos cambios. Un balón de 60 centímetros de diámetro. Dos árbitros de pista más el de mesa. Los lunes por la noche en TV2 televisaban un partido y los domingos en Estudio Estadio se informaba de los resultados de la jornada. Ese fue el principio, pero aquello nunca dejó de evolucionar. Con los años llegaron el formato definitivo de liga regular y play off, la pista azul, el cambio de nombre de los campeonatos… Así, hasta lo que hoy en día conocemos. Todo gracias a nombres como Interviú, Marsanz, Algón, Keralite Macer, La Garriga, Balnul, Industrias, Redislogar Cotransa, Dulma Astorga, Caja Segovia, Caja Toledo. Todo gracias a jugadores como Chico Lins, Carosini, Paulo Roberto, Daniel, Vicentín, Javi Rodríguez, Kike Boned, Luis Amado…
Gracias a todos esos nombres, ahora vamos a poder disfrutar de la mejor liga del mundo. De porteros que paran lo que no se puede parar, de los que dan puntos a sus equipos. De cierres tan completos, que son capaces de leer el juego, de iniciar las jugadas con cualquiera de las dos piernas, de salir a cortar cuando deben y de pelearse con el pívot de turno, que en Primera División suelen ser tremendos, suelen ser “capaces con su sola presencia de condicionar toda una defensa”. Disfrutaremos de alas creativos, rápidos, capaces de dar pases por donde no se puede, capaces de hacer ese tipo de regates que desde la grada no sabes lo que han hecho, pero sabes que ha sido maravilloso. Todas esas cosas las harán porteros como Didac, Fabio y Herrero. Cierres como Ortiz, Boyis, Mauricio y Araça. Alas como Ricardinho, Gadeia, Dyego, Rafa Usín y Chino. Pívots como Ferrao, Elissandro, Paradinsky y Pito. Todos esos y muchos más.
Cada equipo se he reforzado como ha querido o como ha podido. Inter y ElPozo no han fichado jugadores, solo han subido a algún que otro canterano del equipo filial. Barcelona, entre otros, fichó al jugador revelación y al mejor cierre de la temporada pasada. A Jaén lo debilitaron Barcelona y Xota. Los descartes de Inter y Barcelona ayudaron a que la plantilla de Palma sea de las de mayor calidad y, a la vez, de las más equilibradas. Levante y Zaragoza hicieron 7 fichajes cada uno. Segovia hizo 8. Y Peñíscola, caso aparte, fichó 9 jugadores para una plantilla de 14, además del entrenador.
La Primera División es donde juegan los mayores. Es el lugar donde cualquier club de España desearía estar pero solo caben 16. Allí, lo que Valdepeñas va a encontrar nada tiene que ver con lo que ha vivido hasta el momento. Las diferencias entre Primera y Segunda son enormes. El entrenador Leo Herrera lo sabe bien y si le preguntas, te lo explica bien claro. Te cuenta que en Primera hay que decidir rápido, hay que decidir bien y la ejecución deber ser buena. Decidir rápido porque no tienes tiempo, porque el rival no te deja pensar. Decidir bien porque no vas a tener posibilidad de rectificar. Si fallas en una de esas tres premisas, ya no te vale para progresar, ya no te vale para sacar algo positivo de cada partido. Y, además, todo eso hay que hacerlo siempre, durante los 40 minutos. Porque en Primera, la presión del rival es continua, nunca se acaba. Pero aún así, aunque lo hagas bien, aunque esas tres cosas te salgan bien, existe la posibilidad de que el rival te haga daño. En cambio, en Segunda las cosas son más fáciles. Hay más tiempo para pensar, porque la presión no suele ser continua. Por eso es más fácil que la decisión sea buena y por lo tanto se podrá ejecutar mejor. Por eso, en Segunda, si lo haces todo bien, seguramente el rival nunca te hará daño. Pero hay más. Herrera ahonda en las diferencias de categoría y te explica que para el entrenador el cambio también es difícil. Hay más sesiones de entrenamiento y los jugadores son de mayor calidad, por lo que la variedad y la complejidad táctica que ofrecen los rivales es mucho mayor.
Para afrontar todo lo anterior, Herrera quiere que Valdepeñas tenga su propio “libro de estilo”. Un estilo perfectamente definido, con variantes tácticas para cada una de las situaciones posibles. Para que ante toda circunstancia de partido, el equipo sepa dar una respuesta fiable. Para empezar a lograr eso le ha servido la pretemporada a Valdepeñas. Para acumular carga física. Para acumular carga táctica. Para pasar calor en los pabellones, porque en agosto en los pabellones ni circula el aire ni los abanicos sirven de mucho. Para jugar partidos. Contra rivales inferiores como Membrilla, Infantes o Bargas con los que afianzar conceptos tácticos. Contra equipos de Primera como Jaén, Segovia o Levante con los que adaptarse al ritmo que se van a encontrar en liga y darse cuenta de donde está situado el equipo. Y para sufrir, las pretemporadas también son para sufrir. Eso le gusta a Leo Herrera, que el jugador entrene sufriendo. Eso también te lo explica bien claro. Que hay que exigir al jugador que lo de todo, hasta en la última serie de los entrenamientos, cuando está agotado, cuando las piernas le pesan y ya no pueden pensar bien. Porque esa última serie son los últimos minutos de partido. Y si lo acostumbras a no bajar el ritmo hasta el final del entrenamiento, tampoco lo bajará hasta el final del partido. Si lo acostumbras a entrenar sufriendo, aprenderá a competir sufriendo.
Valdepeñas nunca tuvo un nivel de exigencia tan alto como el que tendrá esta temporada. Viene de ser “el más alto y más guapo del barrio”. Pero ha llegado a un lugar donde es uno más, a un lugar donde los hay mucho más altos y guapos. Sus jugadores y cuerpo técnico están capacitados para estar a la altura. Solo necesitan tiempo y paciencia. Mucha paciencia. Lo van a dar todo, así lo dijo Miguel Castilla, Mimi, la tarde de la presentación. Los jugadores solo quieren tener a la afición a su lado, como siempre la tuvieron. Y no rendirse nunca. Y luchar todos juntos por seguir viviendo el sueño de un pueblo. Un sueño que también es el suyo. El sueño más bonito del que no despertar nunca.