No sé si la Feria ha cambiado, o he cambiado yo. Lo cierto es que ahora no la percibo como la percibía muchos años atrás.., muchos. Ni tampoco tengo el mismo recuerdo cuando tenía 10 años que cuando tenía 15 o 20 años; en los años cuarenta, o en los años cincuenta. No tengo el mismo recuerdo que cuando vivía en la calle que hoy se llama Capitán Fillol, -entonces no se llamaba así porque Fillol vivía, a la vuelta de mi casa-, no es el mismo recuerdo digo, que cuando vivía en la Feria del Vino. Nostalgias; diferenciadas, pero nostalgias. Hasta donde llega esa nostalgia que a veces, créanselo, cuando faltan unos días para que llegue la Feria me paso por el real para observar como montan las atracciones. Eso me recuerda cuando era chico. Era la ilusión. Se acercaba la Feria.
Nostalgia, cuando recuerdo sentado con mis padres y mi hermana, en la puerta de la calle, viendo pasar a gente y gente, camino del Paseo de la Estación, camino de la Feria. Tengo la imagen de esperar la tarde de los toros para ver los coches de caballos con las personas alegremente ataviadas, que venían de los toros para hacer el paseo por la Feria. La gente comentando como habían resultado los toros. Ha cambiado la imagen. La Feria estaba enclavada en el corazón del pueblo. Ahora se tiende a sacarla fuera, a zonas de expansión. ¿Mejor? ¿Peor? No lo sé. Pero la Feria en la Calle Pintor Mendoza, en el Paseo de la Estación y en la Feria del Vino le daba un punto de integración que ahora no tiene. La feria formaba parte del pueblo. No existía el pueblo sin la Feria. Ahora la gente se va a la Feria. El pueblo se queda vacío. Menos gente que cualquier otro día. Tenemos que ir a buscarla. Antes era la Feria la que venía a participar de la vida del pueblo. Los tiempos cambian, y cambian las cosas; todo cambia. Déjenme que me regocije en ese recuerdo, en esa nostalgia.
El sueño de todo el año convertido en realidad
Venía la Feria. Los chicos estábamos pendientes de los camiones que empezaban a llegar, que traían las atracciones, los tiovivos, los circos, los puestos de turrón. Recuerdo aquel turronero al que no se le acercaba nadie, a quien muy pocos le compraban los tacos de turrón, -quien sabe desde cuando los tenía cortados-, plagados de moscas. Aquel turronero voceando: “No arrempujís que no espacho”. Desde días antes, estábamos pendientes de las atracciones que iban llegando ese año. “Ya ha venido el látigo” ,“Están armando los caballitos”, “La noria que no vino el año pasado ya ha venido”, “Están montando dos circos”, “El trenillo de la bruja parece mayor que el de otros años”. Era la novedad. Se acercaba el momento que todos esperábamos. Se empezaba a hacer realidad el sueño que albergábamos durante todo el año. Y el sueño se confirmaba. La Feria ha llegado. La inauguración, la banda de música, la pólvora, los gigantes y cabezudos. Y todos en la Feria. Era la Feria la que llenaba el pueblo. Se respiraba Feria.
Feria en la que estábamos pensando durante todo el año. Ahorrando esa peseta que guardábamos los domingos en una hucha. Esto para la Feria. Porque cuanto más juntábamos más veces podíamos montar en los cochecillos de choque, y más algodones de azúcar, y más trozos de coco nos podíamos comprar. Porque había que gastárselo todo. Todo lo que correspondía a ese día. La hucha se rompía, y se dividía lo recaudado entre los días que duraba la Feria. Y así hasta que llegaba a su fin. Los feriantes empezaban a desmontar. Pendientes todos con el mismo interés que cuando llegaron, aunque con la tristeza de lo que se va, de lo que acaba. De tal forma que entre los precedentes, los de la Feria, y los días que duraba el desmantelamiento, teníamos la distracción que esperábamos durante todo el año.
La feria estaba en casa
Más adelante otro cambio. Ya vivía en la Feria del Vino. Ahí sí que no podías separarte de la Feria. La Feria estaba en tu casa. Y con nuevos alicientes. A todo lo anterior había que añadir los bailes. El Zepelin, que luego pasó a ser la caseta municipal. Sí. Era como elevarse en un dirigible. Una atracción más. Amigos, amigas, incluso ya con novia. ¿Qué actuaciones tenemos este año? Era la única oportunidad de disfrutar en Valdepeñas de una actuación destacada. La dinámica, la misma. El presupuesto. Bueno.. ya con 17 o 18 años, los padres ayudaban a engordar la hucha. Todo era extraordinario. El gasto de tus ahorros; la generosidad de tus padres. Era el acontecimiento del año. Había que volcarse. Así lo sentíamos, así lo recordamos.
¿Ha cambiado la Feria? Sí. Hay dos cambios inevitables. La Feria se ha ido fuera y no es el único acontecimiento del año. Hay que ir a integrarse en ella, si es que quieres integrarte; y es un acontecimiento más de los muchos de que disfrutamos a lo largo del año. ¿He cambiado yo? También. No es lo mismo tener 10 años, o 17 o 18, que tener…. unos pocos más. Pero antes, ahora y siempre; aunque sea otra: ¡Feliz Feria!