Son los más felices del mundo. Valdepeñas FS acaba de ascender a Primera, y su afición es la más feliz del mundo. Hace tiempo que lo deseaban y lo acaban de lograr. La tarde del ascenso, la de la victoria a Antequera, lo que sucedió en el Virgen de la Cabeza, fue maravilloso. Brutal. Y es que allí suelen suceder ese tipo de cosas. Cosas maravillosas. Emocionantes. Conmovedoras. No es exageración. Es real. Basta con ir y verlo.
En Valdepeñas, las tardes de fútbol sala son diferentes. Tienen algo de ritual. Llegar andando al pabellón. Con las puertas recién abiertas. Cuando todavía no se han encendido los focos que iluminan la pista. Cuando todavía es un esqueleto de cemento y asientos vacíos. Cuando solo hay silencio y penumbra. Y ver, como poco a poco, se van llenando las tres gradas. Como se forman hileras de gente que prefiere ponerse de pie. Y sentir que aquello comienza a latir. Cada vez más fuerte. Con el calentamiento. Con el himno. Con la salida de los jugadores. Es a partir de ese momento cuando suelen suceder cosas maravillosas. Cuando, por momentos, las embestidas de la grada hacen que todo parezca posible. Cuando, por momentos, el clima llega a ser tan ensordecedor, tan asfixiante, tan intenso, que los rivales suelen empequeñecer. Aquello es cosa seria. Y todo lo desata una jugada, un gol, un momento delicado. O una canción. Esas nacen del fondo sur, en una esquina, arriba, donde están los de La Curva.
Y en La Curva está Joaquín. Nacido en Valdepeñas y aficionado al fútbol sala. Presente en los partidos de Valdepeñas FS casi desde que se fundó el club. Joaquín tenía su equipo de fútbol sala. Participaba en la liga local del pueblo. Todo iba bien, hasta que un verano, en un maratón de fútbol sala, uno de sus compañeros, Juan Carlos, celebrando un gol abrazado a él, falleció. Joaquín ya no pudo regresar al pabellón. Ni volver a jugar. Su cabeza no le dejaba. Se paralizaba. Tuvieron que pasar casi 10 años para verlo de nuevo en el Virgen de la Cabeza. Cuando la presencia de Joan Linares era demasiado grande como para no ir a verle. Cuando el club jugaba por ascender a Segunda. Así regresó Joaquín. Al principio solo. Luego con su mujer. Al principio solo en casa. Luego fuera. El play off de Elche fue su primer viaje. Eso le enganchó definitivamente a la locura que es Valdepeñas. Allí conoció a los Resakas. Por eso, este verano, cuando desaparecieron, los que iniciaron la aventura de La Curva se acordaron de él. Porque sabían que estaba tan loco como ellos. Y allí sigue. Arriba, en La Curva. Un loco más. Un loco de azul.
Pero hay más. Un aficionado especial. Un tipo cercano. Noble. Sencillo. Tranquilo, y a la vez apasionado. Miguel Ángel. Criado en el barrio de El Convento. Que ahora vive en el del Virgen de la Cabeza. Cosas del destino. Que jugó al fútbol sala en el Intermarché. Que ganó ligas locales, en La Molineta, porque todavía no existía el Virgen de la Cabeza. Que cuando su amigo, Luis Palencia, entre otros, crearon Valdepeñas FS, allí estuvo. De los primeros socios. Miguel Ángel es el de La Escalera. Ha visto crecer al club. Ascenso tras ascenso. Ha visto como cada temporada el pabellón se fue llenando cada vez más. Y él siempre allí. De pie. En la escalera. La del sur. Porque a Miguel Ángel nunca le vieron sentado. Siempre le gustó estar de pie. Pero es más que eso. Es el alma de los partidos que Valdepeñas juega fuera. El que inicia los cánticos. El que no deja que nadie se calle. Que nadie se rinda. Siempre brazos en alto. Siempre apasionado. Así es. Y así seguirá. De pie. Arriba de la escalera. De azul. Un loco de azul.
Pero hay más. Paco y Unai. Unai y Paco. Da igual. Es lo mismo. Paco es el padre. Unai es el hijo. Y comparten una pasión. El fútbol sala. En torno a él han construido algo muy bonito. Que les une. Que les hace inseparables. Cómplices. Y es que Paco, autónomo, durante la semana trabaja en su pequeño taller de coches. Mecánica en general. Y los viernes, cuando llega el mediodía cierra el taller. Es entonces cuando organiza el fin de semana. En torno al fútbol sala, claro está. Lo primero es el partido de Unai, que juega en los benjamines del Móstoles Futsal. Porque ellos viven en Móstoles, aunque trabajan y van al colegio en Alcorcón. Y a partir de ahí, rellenan sábado y domingo con partidos de fútbol sala. Su prioridad es Valdepeñas. Lo es desde que Kikillo, hace ya dos temporadas, les dijo que tenían que ir al Virgen de la Cabeza, que tenían que ir a ver aquello. Y fueron. Y claro, a dos apasionados del fútbol sala aquello les cautivó. Ya no pudieron dejar de ir. Se hicieron una pancarta, llevaron un bombo y se proclamaron Kikillistas. Dos locos azules más. Tanto, que cuando Kikillo se retiró, estaban tan enganchados que siguieron acudiendo. No solo a los partidos de casa. También a los de fuera. Una locura. De Móstoles a Sevilla, a Antequera, a Murcia. Con un colchón en la parte trasera de la furgoneta. Por si entra el sueño en el regreso a casa. Así son. Paco y Unai. Unai y Paco. Un equipo, que solo cambiarían un partido de Valdepeñas por un paseo por el campo. Al menos lo dudarían.
Pero hay más. También hay familias. Valdepeñeras. Como las de Marino y Juan. Dos socios de toda la vida. Que llegaron a ver partidos del Instalaciones 1ºJulio. O Inmobiliaria Teo. Quién sabe. Que siempre estuvieron sentados en el lateral. Hasta que llegaron los hijos. Y decidieron irse a un fondo. Al norte. Tras la protección de la red. Desde esta temporada se hacen llamar Pasión Vinatera. Porque para ellos Valdepeñas es una pasión que, en cierto modo, condiciona su manera de vivir. Porque decidieron basar sus fines de semana en el calendario de Valdepeñas FS. Si juega en casa, se quedan. Si juega fuera, viajan. Lo normal es que sea en coche. Y allí, donde Valdepeñas juegue, pasan el fin de semana. Hacen turismo y ven el partido. Todos juntos.
También hay familias que no son de Valdepeñas, pero como si lo fueran. Como la de Ángel Custodio. De Granada, que llevan 15 años en el pueblo, que se sienten valdepeñeros. Ángel y Raquel tienen mellizos. Darío y Álvaro, de 7 años. La temporada pasada querían ver fútbol sala en directo. A Ángel no le gustaba. Pero claro, por los críos. Y como lo que se vive en el Virgen de la Cabeza es tan especial, pues les pasó lo que a todos. Que fueron y se engancharon. Ya no pudieron dejar de ir. A todos los partidos. También a los de fuera. Así pasan las cosas. Otra familia atravesada por el sentimiento que despierta Valdepeñas FS. Y allí siguen. Y seguirán. En el lateral. En primera fila. A pie de pista.
Aurelio. Un tipo especial. Un tipo que fabrica recuerdos. Los hace a mano. Con su cámara de fotos. Y es que Aurelio es el que hace las fotos del Valdepeñas FS. Madrileño, de San Fernando de Henares, que, por cosas del amor acabó viviendo en el pueblo. De siempre, aficionado al fútbol y al fútbol sala. Por eso, desde el principio, desde que se creó el club, fue a los partidos del Valdepeñas. Cada vez con más frecuencia. Porque Valdepeñas produce adicción. Siempre en el fondo norte. Con su mujer y su hija. Tras la red. Al resguardo de pelotazos. Cuando llegó la temporada del ascenso a Segunda le apeteció tener un recuerdo de los últimos partidos. Hacer unas fotos. En Leganés hizo las primeras. Desde la grada y con una cámara compacta. Aquello le gustó. Tanto, que la siguiente temporada se bajó a la pista. Y de allí no ha salido. Pero ya no es el mismo que empezó. Porque, al principio, era un aficionado en la pista que hacía fotos. Un apasionado. Mucho. Por momentos colérico. Que le costaba dejar a un lado su pasión. Que se ponía demasiado nervioso durante los partidos. Pero la expulsión de la tarde de ElPozo, la tarde de la mopa, le cambió. Debía centrarse. Desde entonces, cada vez, logra ponerse menos nervioso. Ser más fotógrafo que aficionado. Al menos durante el partido. Y en ello está. Regalando recuerdos cada sábado.
Pero son más. Centenares y centenares más. Solos. En familia. Con amigos. En pareja. Como sea. Da igual. Todos locos por Valdepeñas FS. Locos por un sentimiento que atraviesa un pueblo. Locos por disfrutar de la Primera División. El mundo del fútbol sala ya ha oído hablar de ellos. Quienes son. Lo que hacen. Ahora les conocerán, les verán, les oirán. Están muy locos y son maravillosos. No es exageración.
