«NWA MI» es una expresión yoruba que significa en busca de mí, y para Beth, la protagonista de la historia, es una frase «más del cielo que de la tierra», desde que, con cinco años, vio cómo la pronunció su madre, justo antes de morir.
Beth, una «MENA» (menor extranjera no acompañada) ya adolescente, llega malherida y al borde de lo peor al Camino de Santiago, sin saber que pisa una ruta singular…
Pero, ¿cómo saberlo?, si Beth lleva años atravesando lugares peligrosos de la tierra porque, desde que siendo solo una niña huyó de su aldea de Nigeria intentando zafarse de una mutilación genital y una boda obligada.
“Llevaba años arriesgando su vida por innumerables lugares peligrosos de la tierra, viviendo en campos de refugiados, atravesando sabanas, selvas y desiertos, saltando una punzante valla de metal y cruzando un mar muy mentiroso porque decía llamarse “Estrecho” y le pareció demasiado ancho. En su recorrido infernal, Beth pidió ayuda a Elegguá, el Orisha o deidad que, con su símbolo de flechas, es el dueño de los caminos en la religión yoruba”.
Beth salvará la vida gracias a las flechas amarillas que la conducirán hasta Ana, la sabia dueña del albergue “De oca en oca», pero también salpicará la conocida ruta de cosmopolitismo e integración, con las huellas africanas que le faltaban al Camino de Santiago para ser realmente universal.
“Ana, la dueña del albergue “De oca en oca”, muchos años atrás también huyó de un maltrato atroz y había dedicado su vida a una senda que conocía y amaba hasta la extenuación. No solo dedujo que aquella mujer-niña era la peregrina más auténtica de cuantos peregrinos ha visto a lo largo de medio siglo: viéndose reflejada en los ojos de Beth, no dudó en abrazarla como solo abrazan las madres a sus hijos cuando vuelven de una guerra”.

“Pero lo que ni en sueños pudieron imaginar aquella madre e hija, más peregrinas que la senda que las había unido para siempre, es que la energía ancestral dl Camino de Santiago también había imantado a Beth. Porque la milenaria ruta que continuamente pisaban personas de casi todos los continentes, jamás podría ser de verdad universal sin la cultura, el ritmo, la belleza y la grandeza de África.
Por suerte Beth, la primera peregrina africana en el Camino de Santiago, enriquecerá y completará la universalidad del famoso itinerario, con sus particulares huellas de espontaneidad, carisma, integración y cosmopolitismo y siempre al grito de “NWA MI”.
«NWA MI», no es una novela más sobre El Camino de Santiago. «NWA MI», es un auténtico ejercicio de integración que conduce a la plenitud del ser. Porque en un mundo terriblemente fragmentado, «NWA MI» logra unir realidades aparentemente dispares como África y Europa, los caminos de Beth y los del Camino, la Edad Media, el presente y el futuro, el mundo material y el espiritual, las flechas del Camino y las de Elegguá, el afán de superación de una adolescente africana cargada de nada y llena de todo y el de una mujer que huyó del maltrato de un marido hasta encontrarse a sí misma.
Con realismo mágico y también un gran rigor histórico, “NWA MI” resalta la sororidad, valentía, honestidad, carisma, magia y resiliencia de sus protagonistas.
Porque tras escuchar el grito de ahora o nunca que la vida solo repite una vez, Ana y Beth serán todo, después de atreverse a ser nada, quizás porque, como Fénix, solo dejando de ser, se puede empezar a SER”.
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