Dentro de los límites de la provincia de Ciudad Real se creó una de las castas fundacionales del toro de lidia: la casta Jijona. Fue, concretamente, en Villarrubia de los Ojos.
Es a partir de principios del siglo XVIII cuando el ganado que se criaba asalvajado y montaraz se empieza a agrupar, formándose así las primeras ganaderías de lidia. Una de las primeras la forma Juan Sánchez Jijón a principios de aquella centuria en Villarrubia de los Ojos del Guadiana con reses asilvestradas que pastaba en los Montes de Toledo. La ganadería estuvo en manos de esta familia –cuya casa se conserva aún en la localidad manchega- algo más de un siglo. Sin embargo en 1824 la vacada cambia de manos, y abandona la familia Jijón.
El ganado de casta Jijona fue mezclado con los llamados Toros de la Tierra y su hábitat abarcaba los Montes de Toledo, la sierra de Guadarrama y la ribera del Jarama. Se trataba de toros bastos de hechuras, huesudos, con mucha caja y encornaduras muy desarrolladas. El pelaje dominante era el colorado en todas sus variedades, desde el melocotón al retinto, pero era el tono encendido su peculiaridad más característica, llegándose a acuñar el término descriptivo colorado Jijón. Se trataba de un ganado poco propicio para la lidia que poco a poco se fue imponiendo hacia un toreo más estético y menos lidiador, incluso para lo que se pedía en aquellos albores del toreo, siendo superados por las castas andaluzas, sobre todo la de Vistahermosa, que fue la que se adaptó mejor a la evolución del toreo a partir de principios del siglo XX.
Tras la citada creación en Villarrubia de los Ojos con la familia Jijón, en el siglo XIX el núcleo ganadero de sangre Jijona se trasladó a Colmenar Viejo, fundamentalmente con la ganadería de Vicente Martínez. Hoy día la máxima representante de aquella sangre brava radica en la ganadería de Peñajara (actualmente anunciada como Peñajara de casta Jijona), que mezcla sangres de Contreras, Domnecq y, según estudios realizados por su actual propietario, sangre Jijona. El hombre en cuestión responde al nombre de Antonio Rubio.
Rubio es persona ligada estrechamente al mundo del toro desde su niñez, y que, a pesar de su relativa juventud (42 años) acumula una notable experiencia en la crianza de toros de lidia al dirigir la ganadería de Alejandro Vázquez, de pura procedencia Núñez en su rama Rincón.
Cuando Antonio Rubio se hizo con la vacada, tuvo que acometer cambios en el manejo de unos animales hoscos en el campo cuando éstos pastaban en Sevilla, además de eliminar alrededor de 80 cabezas, fundamentalmente las vacas madre que, bien por motivos sanitarios, de tipo morfológico o de nota, no entraban en los planes de futuro de su nuevo propietario.
Antonio Rubio es un apasionado del toro de lidia, quien cuando vio la posibilidad de adquirir la ganadería que José Rufino poseía en Sevilla, no lo dudó. Tras el acuerdo económico se llevó todas las cabezas desde tierras andaluzas hasta dehesas extremeñas (aunque casi lindando con la provincia de Toledo), muy cerca de Navalmoral de la Mata, y allí, en dos fincas que distan apenas 25 kilómetros una de otra, cría las hembras en el término toledano de Calera y Chozas, y los machos ya en territorio extremeño, en la finca Torviscoso donde, a la vera la Sierra de Gredos, los Peñajaras de Casta Jijona esperan destino acompañados de cientos de grullas que en esta época del año ocupan los encinares de la zona en busca de su codiciada bellota.
Los últimos contactos de la ganadería de Peñajara con la provincia de Ciudad Real tuvieron lugar en Villarrubia de los Ojos, cuna de la casta Jijona por excelencia, y Puebla de don Rodrigo, donde se lidiaron sendas corridas de toros en los años 2014 y 2016 respectivamente, con resultados ciertamente pobres sobre todo en la corrida de Villarrubia, debido en gran parte a la falta de fuerza y sensación de enfermiza endeblez de los toros enviados por José Rufino.
Sin embargo los resultados mejorados ya se han comenzado a ver. No en vano muchos ganaderos sostienen que el manejo de los toros influye de manera decisiva –casi a la par que su carga genética- en su comportamiento posterior en la plaza. De hecho Peñajara se ha llevado todos los premios en liza en las plazas en las que se lidiaron sus toros en la temporada pasada, en su mayoría localidades del Valle del Tiétar (o Valle del Terror, como algunos llaman a esta zona geográfica-taurina).
Con respecto al “cartel” de ganadería relativamente “dura” que cuelga figuradamente del nombre de Peñajara, su nuevo propietario reconoce que busca un toro con carácter, que no deje indiferente a quien se siente en el tendido. Que ofrezca interés. Y añade la necesidad urgente de abrir el abanico tanto en cuanto a toreros como a ganaderías. Igual que debe haber toreros de arte, banderilleros, lidiadores o de cualquier otro tipo, a las plazas deberían saltar ejemplares procedentes de todo tipo de vacadas, con sus respectivos comportamientos propios, aunque siempre dentro de la necesaria “lidiabilidad”.
Y es que, según Rubio, existe una cierta psicosis en algunos toreros con determinados hierros, a los que quieren tener lo más lejos posible en la plaza, aunque no así en el campo, donde acuden a tentar sin problema. Así, según nos asegura Antonio, no es raro encontrarse tanto a figuras como a toreros más modestos en las tientas de esta casa.
A pesar de esa falta de simpatía por parte de la élite del escalafón, la camada del 2019 de Peñajara está, en los albores del año, prácticamente colocada. Serán cuatro corridas de toros que saltarán tanto a ruedos españoles como franceses. No obstante la cita con Las Ventas no se producirá al no recibir de la actual empresa el trato que Rubio considera adecuado para su ganadería, sin entrar a profundizar en detalles. Si todo sigue su curso normal, tiempo habrá de limar asperezas y acercar posiciones. Y más aún si la recuperación de esta emblemática ganadería de consolida, como pretende su nuevo propietario y la totalidad del colectivo de aficionados a la Tauromaquia.
Uno de los rasgos externos característicos de los toros de Peñajara es su gran variedad cromática. De hecho, en la camada que se lidiará en 2019, los ejemplares de pelo negro son minoría. El resto lucen pelajes ensabanados, alunarados, sardos, colorados encendidos… Una verdadera gozada visual.