Las calles de Villarta de San Juan han vuelto a llenarse de palos y polvo de pólvora quemada, donde las huellas de las millares de personas que han acudido a la localidad para disfrutar de la fiesta grande, han ido imprimiendo sus huellas, como señales de permanencia.
Para la alcaldesa, Irene Ruiz, la fiesta es un motivo de orgullo, al conseguir reunir a miles de personas que llegan de muchas poblaciones cercanas y de ciudades como Valencia, Madrid o Sevilla. “Ésta es una fiesta para todos y a nuestro pueblo le da mucha vida”. De ahí, que sigan aspirando a ser declarada fiesta de bien interés turístico regional.
Y pretende serlo porque, como explica la alcaldesa del municipio, “las personas que vienen por primera vez, acaban volviendo para disfrutar junto a nosotros de este momento”.
No es de extrañar que lo hagan ante el despliegue pirotécnico que las peñas se encargan de hacer sonar sobre su pequeño cielo, en una melodía incesante que se inicia con la salida de la Virgen de La Paz de su templo hasta bien entrado el mediodía, cuando los coches se apilan sobre el puente de asfalto y polvo del río Cigüela, para ver volar más de 2.000 cohetes, que son el broche a una cita marcada en rojo en los calendarios para los villarteros.
A pesar del ruido y de los monos de colores con los nombres de las peñas serigrafiados, la devoción y las lágrimas también se abren hueco entre los que recuerdan los que un día se fueron y cuyo hueco, se trata de rellenar con las ganas de los que permanecen.
Uno de esos fieles, que hoy se emocionaba al hablar del pasado es Alejandro Marchante, uno de los fundadores de la Peña Virgen de la Paz, pionera hace dos décadas del prendido de cohetes en la localidad. “Nosotros fuimos los primeros y desde entonces, no hemos dejado de disfrutar de esta fiesta, pasándola a nuestros hijos y a nuestros nietos”.
Hoy Marchante no vestía con el mono blanco, que invita a teñirse de negro pólvora, porque en su memoria queda la figura de su mujer fallecida recientemente, que era una de las lanzadoras de cohetes de la agrupación. Sus ojos se llenan de lágrimas con sus recuerdos, pero sonríe pensando en sus tres nietos, que serán el relevo de los más veteranos. “Nosotros empezamos a tirar cohetes con ocho años. Ahora hasta los dieciséis no pueden hacerlo, pero esta tradición es muy fuerte y los críos están deseando crecer para ponerse a lanzarlos”.
Unos metros más a la derecha hacen piña los miembros de la Peña 24 de enero, a la que les falta la voz, pero les sobra las ganas. Una de las amenazadas de afonía es su presidenta Fátima Alcázar y su amiga Iciar Alcázar. Sin mirar el reloj, saben que se les ha solapado el día, que hoy han iniciado desayunando unas gachas de harina de pito.
“Son días muy especiales. Nuestra peña estuvo un tiempo disuelta y nosotros la hemos vuelto a poner en marcha”.
La mayoría de los que forman parte son de Villarta, aunque algunos vienen de fuera, sólo para estos días de júbilo. “Esta fecha para nosotros es muy especial, y siempre que podemos, reservamos los días para disfrutarla con nuestra familia y amigos”.
 
‘Operación 2.000’ cumple 50 años
Pasadas las tres y cuarto de la tarde tronaba el cielo con el inicio de la ‘Operación 2.000’, que este año festeja su cincuenta aniversario. El cielo retumbaba con las 2.000 docenas de cohetes que surcan las nubes villarteras en menos de tres minutos, en una sintonía que retumba y hace levantar la vista cargada de deseos a las miles de personas congregadas a uno y otro lado de la antigua iglesia municipal.
28 peñas y 6.500 docenas de cohetes
En total, Villarta de San Juan cuenta con 28 peñas, que se encargan de prender cohetes durante dos días sin parar, siendo los que llenan de magia una fiesta que es de todos los que por allí pasan.
Durante 48 horas, casi 7.000 docenas de cohetes explotan y hacen ruido, convirtiendo a la pequeña localidad ciudadrealeña en una réplica de las fallas valencianas, sin nada que enviarles, con su propia idiosincrasia y su propio carácter manchego.
Entre cohete y cohete, suenan los botellines brindando por la vida. Uno de los bares de la plaza central, explicaba a Lanza que en una mañana llegan a servir más de 1.000 cervezas.
Por el futuro de los pueblos, por las tradiciones y por la propia cultura, sigue siendo obligatorio marcar en rojo los 24 de enero de todos los calendarios del mundo.
¡Viva la Virgen de La Paz!, sobre todo, un año como este marcado por la guerra.