A veces el tiempo colapsa en la memoria y se diluyen los recuerdos. Aquello que se vive se va perdiendo y sólo cuando alguien obliga a mirar atrás, algunos de esos momentos vuelven a cobrar luz y a tener sentido en una cabeza que ya había casi olvidado, porque nada se olvida para siempre, como ese año 82, donde Castilla-La Mancha vio nacer a su estatuto de autonomía.
Recordar, a veces obliga a la pausa. ¿Cuántos años tengo?, ¿cuál era la matrícula del coche?, ¿cuál era el teléfono de mi madre?, ¿cómo se llamaba aquella compañera de clase?
Llega a asustar cuando lo cotidiano, con lo que convivimos a diario, se olvida y no se retiene en la retina, pero no cabe otra que aceptarlo, porque es así, la cabeza es como un pen drive, con capacidad finita, que a veces saca un mensaje de formateo obligatorio porque alguno de los archivos da error. Por eso, las fechas y los momentos importantes actúan como fijadores imborrables, como ese año 1982, cuando acabó por germinar el estatuto de autonomía de Castilla-la Mancha. Ese año, y ese episodio de la historia regional, para todos cuantos nacieron en él, sirve de marca temporal desde la que se puede comparar todo lo demás.
Isabel-Regina Fernández es una de esas niñas del estatuto autonómico de Castilla-la Mancha. Nació en el 82 casi por estadística no resuelta. Ella es la menor de tres hermanas (1972 y 1975). Por estadística le hubiese tocado nacer en el 1978, pero las cosas llegan cuando llegan. “No soy casualidad, soy programada”, bromea.
Sobre la coincidencia con el nacimiento del estatuto autonómico confiesa que “nunca he sido consciente de esa coincidencia cronológica. Siempre he relacionado mi año de nacimiento con el Mundial de fútbol en España”.

No obstante, asegura que “gracias a ese estatuto, tanto mis hermanas como yo, pudimos ir a la Universidad, entre otras cosas, que sin él hubiese sido mucho más difícil”.
Sobre la evolución de Castilla-La Mancha en estos 42 años, observa que “nuestra región se modernizó en su momento, pero siempre ha ido al «ralentí» de otras Comunidades, con complejo de inferioridad pese a ser una tierra rica en capital humano. Ahora somos una región puntera en I+D y estamos reteniendo el talento como nunca antes ha pasado”.
Su profesión como docente la ha llevado a vivir en todas las provincias de Castilla-La Mancha. “No he vivido nunca fuera de Castilla-La Mancha, pero he tenido la suerte de conocer y comprender cada provincia de nuestra región”. De ahí que se sienta “muy manchega; de hecho, cada 31 de mayo siempre lo celebramos en la familia comiendo unas buenas migas del pastor”.
Otro de los niños de la autonomía fue Raúl Castilla. Su llegada al mundo coincidió con el Mundial 1982 de España. Él también es el hermano menor de un total de tres. «Mis padres querían tener una niña, después de haber tenido dos niños y casi diez años después de mi primer hermano, llegué yo al mundo, un poco de rebote, como suele decirse».
Nacer el mismo año que Maradona se presentó en un mundial ante el mundo, ya es todo un privilegio. Designios de las coincidencias, acabó siendo jugador de fútbol sala y tal vez, haber nacido el mismo año que el estatuto manchego, le permitió tener en sus genes esa necesidad de ser el capitán de la selección autonómica durante tres años consecutivos.

Su generación fue distinta en muchas cosas, no es raro que gracias a esas ganas de modernidad, sea una en las que más se reconoce la gente décadas después. «Sobre el estatuto hubo muchas explicaciones. Yo recuerdo haberlo estudiado desde muy pequeño en el colegio».
No obstante, subraya, «en mi caso y en el de mayoría de gente que me rodea, nos sentimos primero españoles y después castellanomanchegos».
Para él, el estatuto «sirvió para tener nombre, para definir quiénes éramos, pero no tenemos ese poso histórico que sí hay y se siente en otras regiones de nuestro país». De hecho, defiende, «no creo en las autonomías, pero entiendo que son un instrumento útil en ese momento histórico y social».
Cuando llegan los 31 de mayos él sí es de los que lo celebran. «Muchas veces he viajado a las ciudades que han acogido esta celebración. Soy de los que les gusta su tierra y siempre me gusta decir de dónde soy sin ningún tipo de complejo».
En la provincia de Ciudad Real también nació en 1982 Beatriz Martín, en su caso, la mayor de tres hermanos. (Su hermano nació en el 85 y su hermana menor, en 1995). Como tantos otros manchegos nacidos el mismo año que la autonomía, se sincera diciendo que «no era consciente de haber nacido el mismo año que el estatuto»; de ahí, que «no haya sentido nunca el estatuto como una pieza clave en mi desarrollo personal», aunque observa que «gracias a él, la región ha podido modernizarse y hemos tenido acceso a servicios y comunicaciones que hubiese sido más complicados de tener de otra forma».

Durante su vida ha pasado casi un cuarto de ella viviendo en la capital de España. «Cuando sales fuera, sientes ese cariño por tu tierra que viviendo en ella día a día no percibes con la misma intensidad».
El 7 de julio de este 82 nacía David Cortés. Un año antes se casaban sus padres en Puertollano, sin que la falta de territorio autonómico influyese en su decisión de tener un churumbel. En su caso celebra que hoy «podamos pertenecer a un territorio y podamos identificarnos con él».
Desde su posición municipalista entiende que «tener un estatuto nos ha permitido avanzar para equipararnos a otros territorios que siempre han contado con más recursos y han tenido mayor poder en la toma de decisiones».

Este puertollanero, hoy desde el papel de padre, intenta «impregnar ese amor por nuestra tierra». Una forma de hacerlo es celebrando los 31 de mayo. «Me gusta salir a la calle, estar con la familia y compartir la hermandad que en una ciudad como Puertollano hemos sabido interpretar y vivir en los últimos años sobre todo».
La última historia rescatada, de tantas que se pueden contar con el mismo hilo conductor, es la de Laura Arias, hija única, puertollanera y también «hija estatutaria».
La primera vez que oyó hablar del estatuto de autonomía de Castilla-la Mancha, lo hizo en serio. «Tomé conciencia del estatuto preparando mis oposiciones», apunta poniendo la cara como si fuese el emoji de WhatsApp del mono tapándose la cara con dos manos.

Para ella, «tener un estatuto autonómico facilita que la gestión pública sea más cercana que si fuera sólo centralista. Puede ser más fácil cubrir las necesidades de las zonas y sus habitantes». Del mismo modo, sostiene «creo que el estatuto ha servido para hacer más accesible los recursos, aunque la identidad territorial va más lejos que un BOE».
Arias no se siente manchega. «Nunca he celebrado el día de la región, simplemente he gozado de un puente. Desde hace unos años (10-12) siento un sobreesfuerzo por parte de las administraciones para crear identidad y celebrarlo, aunque creo que eso es más propio de mi zona».
Detrás de estas historias, hay días de campos, de migas, de gachas y de Quijotes; elementos que van más allá de un estatuto, coleccionando siglos de anécdotas en las que identificarse como pueblo, porque todas ellas, son cosas que anclan y fijan territorios.