La Semana Santa en el Campo de Calatrava está marcada por una tradición singular que ha resistido la prueba del tiempo: los ‘armaos’ y su presencia en los actos de la Santa Pasión.
Representan una seña de identidad de pueblos como Bolaños de Calatrava, donde miembros de la Cofradía del Santísimo Cristo del Sepulcro, desfilan cada año como un símbolo de fe, historia y cultura. A través de la complejidad de sus armaduras y el significado profundo que las acompaña, estas personas no solo representan la devoción religiosa, sino que mantienen viva una tradición que está siendo transmitida de generación en generación.
El ‘armao’ no es simplemente un portador de una armadura, es un guardián de un legado. Y ese legado, lleno de simbolismo y esmero artesanal, cobra vida en el taller de José Antonio Arroyo, quien, desde hace cuatro años, lidera la tradición de la fabricación y restauración de estas “hojalatas”, bajo la sombra de un taller con más de 70 años de historia.
Para conocer un poco más su historia y su legado, Lanza ha hablado con Arroyo y con el presidente de la hermandad, Miguel Ángel López.
Más de un siglo de historia
La Hermandad del Santísimo Cristo del Sepulcro de Bolaños de Calatrava constituye una de las expresiones más singulares de la religiosidad popular en la comarca del Campo de Calatrava. Según ha contado Miguel Ángel López, “su fundación oficial data del 16 de abril de 1880”, aunque los testimonios orales y la transmisión ininterrumpida de ciertas prácticas rituales permiten situar los primeros pasos de su actividad, concretamente los primeros desfiles de su compañía de soldados romanos, en torno al año 1875. Esta anterioridad no es anecdótica, ya que subraya el fuerte arraigo de la figura del ‘armao’ dentro del corpus devocional y simbólico de la hermandad y de la comarca.

“El sentimiento del armado es que es diferente, no quiero decir que sea mucho mejor que el de otra hermandad, no quiero decir eso. Pero tenemos otras cosas distintas” ha comentado el presidente antes de que Arroyo añadiera, “aquí eres armado todo el año”.
Desde sus inicios, la cofradía ha desfilado anualmente sin interrupción, incluso en contextos especialmente adversos. Este hecho ha sido destacado en la memoria oral de sus integrantes como muestra de firmeza organizativa y fidelidad a sus principios fundacionales. “La Hermandad fue constituida bajo los valores de respeto, recogimiento y devoción al Cristo Yacente” explicaba el presidente, cuya imagen preside cada procesión de la noche del Viernes Santo. En este cortejo, la presencia de los ‘armaos’ cobra una importancia fundamental. No se trata de una inclusión ornamental, sino de un elemento estructural y fundacional de la cofradía.
Los ‘armaos’ no son simples figuras alegóricas de una época histórica, sino que se han convertido en parte fundamental del paisaje de la Semana Santa en Bolaños y en otros pueblos cercanos del Campo de Calatrava, donde la tradición se extiende. Los hermanos han contado que la hermandad “nació como respuesta a la necesidad de representar una serie de eventos de la Pasión, especialmente aquellos relacionados con la muerte y resurrección de Cristo”. Así, los ‘armaos’, vestidos con sus imponentes armaduras, acompañan al Cristo en su recorrido por las calles, emulando a los soldados romanos que custodiaron el cuerpo de Jesús.

La figura del ‘armao’ cumple una doble función: representa, por un lado, al soldado romano que custodia el cuerpo de Cristo en el sepulcro; y por otro, actúa como símbolo de disciplina, fidelidad y sacrificio. Esta dimensión simbólica se ve reforzada por la armadura que portan, elaborada a mano y cargada de significación. A lo largo del tiempo, se ha consolidado la práctica de que el ‘armao’ acompañe al Cristo Yacente durante la madrugada del viernes al Sábado Santo, momento cumbre de la Semana Santa bolañega.
La hermandad ha evolucionado a lo largo de los años, adaptándose a los tiempos, pero siempre conservando la esencia de sus orígenes. Hoy en día, más de 100 años después, los ‘armaos’ continúan desfilando en la misma procesión, en una tradición que no solo pertenece a la historia de Bolaños, sino que forma parte del alma misma de la comunidad.
Arte y fe entrelazados
Las armaduras que portan los ‘armaos’ no son simples trajes; son auténticas piezas de arte que, a lo largo del último siglo, han adquirido un simbolismo profundo y cargado de historia. El diseño de estas armaduras, con trazas y elementos propios de distintas épocas, como el águila bicéfala utilizada en distintas rescatada en distintos puntos de la historia, o pecheras con reminiscencias renacentistas o barrocas, tiene sus raíces en la iconografía de la Roma Imperial. Sin embargo, el proceso de construcción de cada pieza de armadura es un verdadero homenaje a la tradición artesanal y al sacrificio de quienes la llevan puesta.
El presidente de la Cofradía, Miguel Ángel López, explica que el simbolismo de las armaduras es una parte esencial de la tradición. “Las armaduras no solo representan la figura del soldado romano, sino que son un medio para transmitir la fe y el sacrificio de los ‘armaos’”, asegura López.
La presencia del águila bicéfala, el símbolo de la hermandad, es uno de los elementos más destacados. Este símbolo tiene un doble significado: por un lado, representa el poder imperial romano, y por otro, es un signo de la dualidad entre lo terrenal y lo celestial, entre el mundo de los hombres y el de lo divino. El águila bicéfala simboliza esa “visión elevada, la vigilancia sobre lo que está por venir” explicaba Arroyo, algo que los ‘armaos’ representan en su devoción y en su caminar junto al Cristo del Sepulcro.

A lo largo de los años, el diseño de las armaduras ha evolucionado, pero el compromiso con su simbología original se ha mantenido. Algunos detalles se han modernizado, o se ha adaptado al sentimiento y emoción de los hermanos y hermanas, como el acabado de los materiales, pero siempre respetando el estilo clásico. Las armaduras se componen de piezas como la pechera, la espalda, los brazos y el casco, que se ajustan meticulosamente para garantizar tanto la comodidad del ‘armao’ como la fidelidad al diseño tradicional.
Una de las manifestaciones más complejas y ritualizadas de la compañía romana de Bolaños de Calatrava es la ejecución de formaciones geométricas en el espacio público, siendo el «caracol» la más reconocible y simbólicamente cargada.
Esta figura consiste en una espiral en movimiento que los armaos ejecutan con precisión coreográfica, y cuya finalidad trasciende la simple estética visual para inscribirse en el marco de las prácticas rituales que acompañan el tránsito procesional del Cristo Yacente. El caracol se ha interpretado como una metáfora del camino espiritual, una marcha hacia el interior, hacia lo sagrado, que reproduce en términos espaciales la introspección del duelo religioso.
Junto a esta figura, los armaos realizan otras formaciones como el «cuadro», que permite reorganizar al grupo en contextos de mayor solemnidad o recogimiento, o la «cortina», formación más densa que se emplea en los momentos de máximo respeto durante el recorrido. Todas estas configuraciones responden a un código interno no escrito, aprendido y transmitido a través de la experiencia y la pertenencia continuada al grupo. Su ejecución requiere una preparación rigurosa, basada en ensayos previos y en el conocimiento tácito del ritmo, el paso y la respuesta a las señales de mando del jefe de sección.
En este contexto, el sonido metálico de las armaduras, producido por el roce entre las piezas y el impacto acompasado del paso sobre el pavimento, no solo señala la presencia de lo marcial, sino que imprime una cadencia sonora que enfatiza la importancia del ritual y establece un vínculo sensorial inmediato con las personas que lo presencian.
José Antonio Arroyo y la preservación de la tradición
En el taller de José Antonio Arroyo, se forjan, restauran y reparan estas armaduras que son el alma de los ‘armaos’. El taller, con una tradición de más de 70 años, ha pasado de generación en generación. Inicialmente dirigido por el maestro Julián Moraga padre y posteriormente, su homónimo hijo, fue Arroyo quien asumió la dirección del taller hace apenas cuatro años de forma altruista y por una genuina pasión y devoción a sus armaos, tras la jubilación de Julián Moraga hijo, el último de la estirpe de artesanos hojalateros que se dedicaban a la fabricación de estas armaduras, entre otras cosas.

José Antonio Arroyo no solo es un experto en la fabricación de armaduras, sino también un hombre profundamente vinculado a la hermandad. Para él, el proceso de crear una armadura es un acto casi sacro. «Yo he aprendido de Julián padre, de Julián hijo, y de muchos más. Llevo toda la vida aquí metido» comenta Arroyo. Las armaduras se fabrican con materiales como la hojalata, que es más fácil de trabajar, o el acero, que, aunque más costoso y difícil de manejar, ofrece una mayor durabilidad y resistencia, con acabados en latón.
El proceso de fabricación comienza con el corte y dar forma a “la hojalata” para poder posteriormente cargarla de simbolismo a través de plantillas de las figuras que se trasladan al latón, que son precisas y detalladas para garantizar que cada pieza tenga la forma y los acabados correctos. Con la incrustación del latón en sus sitios correctos, el pulido y la integración de elementos de tela, la armadura coge forma y sentido, para convertirse en el elemento icónico que es.

El águila bicéfala, la característica más distintiva de las armaduras, se dibuja y corta con minuciosidad. Para el maestro, cada uno de estos detalles es crucial: «Una armadura no es solo una pieza de metal, es la representación de siglos de historia», señala.
El trabajo de restauración es igualmente fundamental. Las armaduras más antiguas necesitan cuidados constantes, pues muchas han pasado varias generaciones de armaos. Arroyo, con su habilidad, logra que incluso las piezas más deterioradas recobren su esplendor, siempre con el respeto a la tradición y el cuidado de mantener intacto su significado.

Las armaduras están compuestas por diversas piezas que, aunque se ven pesadas y complejas, están diseñadas para ofrecer la mayor funcionalidad posible. La pechera, que cubre el torso del ‘armao’, está hecha para ajustarse al cuerpo, permitiendo cierto movimiento mientras protege la zona más vital. La espalda, igualmente diseñada con esmero, proporciona equilibrio y resistencia, mientras que los brazos protegen al portador tratando de no limitar sus movimientos.
El casco es otra de las piezas que más varían de una armadura a otra, pues, aunque la hermandad proporciona una base estándar, muchos de los ‘armaos’ deciden personalizar los símbolos de sus cascos, pecheras, hombros, acorde a sus armaduras. Aunque parezca que este hecho pueda hacer perder cohesión, el respeto a los puntos clásicos hace que, cuando sale la compañía, se vea como una entidad solemne, estética y homogénea.
López ha hablado de que un “armao” completo, no solo la armadura, sino con el resto de elementos que componen su vestimenta procesional, puede costar entre 2000 y 2200 euros en la calle, incluyendo todo. Aunque, tal y como ha contado Miguel Ángel López, la hermandad ayuda a los hermanos y hermanas aportándoles la armadura base.
“Los armaos pueden ser también hombres y mujeres, como se suele decir, también pueden ser armados mujeres y hombres” ha contado López. “La primera vez que salieron las mujeres en los armaos fue a finales de los 70 u 80, y ellas no vestían de hojalata al principio, aunque si el casco” y añadía López, “estamos intentando recuperar algunos trajes esos para exponerlos”.
La historia de un legado
Cada vez que los ‘armaos’ de Bolaños desfilan en la Semana Santa, no solo están mostrando una tradición, sino que están preservando la esencia de un legado que ha atravesado más de un siglo de historia. Las armaduras que portan son la manifestación de una cultura que sigue viva, no solo en las piezas de metal que forjan los artesanos como José Antonio Arroyo, sino en cada hombre que se viste con ellas, en cada paso que dan, en cada movimiento que simboliza la lucha eterna entre la vida y la muerte, entre la resurrección y el sacrificio.
Por parte de la hermandad, López ha querido invitar “a la gente que lo lea, pues que nos escriba. Que se animen a venir a vernos, a visitarnos, no solamente desde el punto de vista turístico y también desde el punto de vista sentimental, porque nosotros también trabajamos mucho en eso”. “El acto nuestro de la caída, que es el acto quizás más poético, más llamativo para la gente, pues que lo vea, que lo sienta y nosotros intentaremos transmitirles pues con todo el amor que nosotros hacemos nuestras cosas dentro de la hermandad”, añadía.
El taller de José Antonio Arroyo y la Cofradía del Santísimo Cristo del Sepulcro siguen siendo el latido de esta tradición, que no deja de crecer y evolucionar, pero que siempre mantiene intacto su espíritu original. Así, cada año, cuando los primeros rayos del sol tocan las armaduras de los ‘armaos’, los habitantes de Bolaños saben que están ante una de las manifestaciones más profundas de fe, arte e historia que la Semana Santa puede ofrecer.