Es la tarde del primer domingo de abril, una semana antes de que dé comienzo oficial la Semana Santa de 2025. Un sonido de cornetas y tambores se aproxima a la Plaza de Moral de Calatrava, en la que destaca la imponente Iglesia de San Andrés, templo construido en 1475 a partir de una torre vigía de época musulmana que honra al patrón del municipio. El sol ha dejado una tarde templada, con pocas nubes en el cielo, donde alguna cigüeña despliega sus alas. En este propicio enclave, decenas de curiosos vecinos y visitantes esperan la llegada de la Compañía de Armaos, que se encuentra en pleno “ensayo general”. Ya sólo faltan siete días para que el telón de una nueva Semana Santa se levante en Moral de Calatrava, uno de los 10 pueblos que integran la Ruta de la Pasión Calatrava. “Un espectáculo que trasciende el ámbito religioso para escribir una de las páginas más sentidas del Campo de Calatrava”, según reza la página web de la ruta que, tras ser declarada Fiesta de Interés Turístico Regional en 2007, recibió en 2016 el reconocimiento de Interés Turístico Nacional y ahora aspira a lograr el título de Internacional.

La Compañía de Armaos de Moral de Calatrava es la más antigua de las que integran esta Ruta de Pasión. Atesora 150 años de historia, que celebrará el próximo 26 de abril con un evento especial, la II Concentración de Centurias Romanas. La cita reunirá en el municipio -donde habitan algo más de 5.000 personas- a mil participantes que llegarán de localidades como Almagro, Villahermosa o las cordobesas Pedro Abad y Bujalance, hasta completar un total de 11 corporaciones. Según declara Antonio Ruiz, brigada y director musical de la compañía moraleña, “este aniversario posicionará a Moral como epicentro del turismo histórico-religioso en España”. La concentración tendrá lugar en la Plaza de Toros de la localidad, con capacidad para 3.000 localidades, y “el lleno está asegurado”, dice sin la menor duda.
Para su hermano, Diego Ruiz, que toca el cornetín de llave en la compañía desde hace 15 años, pertenecer a esta formación es “un orgullo muy grande”. Pero no sólo eso, está convencido que para el pueblo de Moral “los armaos es casi una garantía de futuro”. “Porque si no conservamos cosas como esta no mantenemos la población”. “Y es una manera de hacer que el pueblo siga vivo”, afirma.
Los Ruiz son, por sí mismos, una institución dentro de los armaos moraleños. El tatarabuelo fue uno de los fundadores de la compañía y, el padre, Diego Ruiz Ontiveros, con 75 años, es el componente de mayor edad de la agrupación. Durante muchos años tocó el bombo, pero ahora su papel es de soldado raso de la Escuadra de Gastadores. Es quien explica que la Compañía de Armaos, como otras similares, tiene su origen en las soldadescas barrocas -cofradías religiosas organizadas al estilo militar- que proliferaban en España en el S.XVII. De este origen militar proviene su organización, con un capitán, dos tenientes, el teniente abanderado, dos sargentos, y el cabo primero de gastadores, relata.

Además de los rangos y demás características de la compañía, Ruiz Ontiveros, tiene muy claro también el papel vertebrador de los armaos en la localidad, porque “aúnan al pueblo”, así como su papel clave “para atraer a la población de Moral” que vive fuera. “Está súper, súper comprobado que la Semana Santa es la que más turismo trae al pueblo”, asegura desde el conocimiento de causa que le ha dado forma parte de la Corporación Municipal durante tres legislaturas. Según sus cálculos, “el 95% de los moraleños que viven fuera vienen a ver la Semana Santa”. “En cuanto a turismo y hostelería es lo más fuerte que hay en esta población”, sentencia. Esta capacidad de atracción la basa en la tradición, porque esto que hacen “es cultura, esto es historia”, afirma sin ningún género de duda.
El alma de la Semana Santa
Así pues, la Compañía de Armaos es toda una entidad en Moral, más allá de ser el ‘alma’ de su Semana Santa, como aseguran todos los que forman parte de ella. La agrupación reúne a algo más de 160 miembros, de edades comprendidas entre los cinco y los 75 años. Cuenta, además, con una importante representación femenina, que ha dado un nuevo impulso a la compañía garantizando su futuro. “Estamos súper, súper, súper orgullosos de que las mujeres, con la igualdad, hayan venido a la compañía roma, porque creemos que las mujeres son muy importantes”, subraya Ruiz Ontiveros.
Las mujeres comenzaron a incorporarse a la agrupación hace 30 años y en la actualidad unas 35 forman parte de esta ocupando distintos puestos en las picas y la banda. Los más veteranos aseguran que la llegada de mujeres ha resultado definitiva para dar continuidad a este proyecto que puso en marcha en 1875 el italiano Vicente Ferrari.
Pero volvamos al presente. Los ‘armaos’ de Moral han salido a las cinco de la tarde de San Blas y tras un recorrido de aproximadamente hora y media están a punto de entrar en la plaza para realizar su popular ‘caracola’, una formación circular en la que la compañía se repliega primero, para después volver a expandirse. Este movimiento, típico del Domingo de Resurrección, representa, según apunta Antonio Ruiz, “la alegría de la vuelta a la vida de Jesús”, y es el que despierta mayor expectación entre los congregados en la plaza, público de toda condición y edad.

Hay cantera
Como Alfonso y Adolfo, dos pequeños amigos que, esta tarde de domingo, esperan ilusionados la llegada de los ‘armaos’. Alfonso tiene tres años y lleva una trompeta de plástico verde en las manos como indicativo de su afición. Su amigo Adolfo, de cinco, arrastra un tambor de juguete. Los dos se muestran entusiasmados ante la presencia de la Compañía Romana y asienten cuando se les pregunta si quieren formar parte de ella. Cuando sea un poco mayor, Alfonso querría tocar el tambor, mientras que Adolfo parece que se postula ya para entrar en la agrupación el próximo año y le gustaría portar una pica.
Si todo se da como ellos quieren, puede que en un futuro próximo se conviertan en el reemplazo de Paula y Jaime, que actualmente son los dos miembros de menor edad de la Compañía de Armaos de Moral. Jaime tiene cinco años y desde hace dos lleva una de las picas de la formación. Con voz casi inaudible por la vergüenza dice que le gusta mucho ser armao y que quiere seguir siéndolo de mayor. Paula, de seis años es más resuelta, desde los cuatro forma parte de la compañía, portando también una de sus picas. Asegura que le gusta mucho vestirse y salir en Semana Santa, aunque reconoce que “es un poquito cansado”. Pero, pese a todo, quiere seguir siendo armao de mayor “porque me gusta mucho la Semana Santa y me parece mucho una cosa de mi pueblo”, dice.

Muy unidos siempre a los armaos
Algo similar opina Jorge Aldavero, un joven de 18 años que, como Paula y Jaime, empezó de pequeño, desde los cinco años, en la Compañía Romana, donde su papel actual es redoblar con la caja. Se hizo miembro de la agrupación porque sus padres “han estado siempre muy unidos a los armaos”. Aunque ahora ya ha cumplido la mayoría de edad y los intereses cambian, asegura que “va a seguir” en la agrupación, porque “los armaos y la Semana Santa me gusta mucho”, asegura, además de sentirse muy identificado con el tema de “la pasión”. La presencia de sus familiares y algunos amigos en la compañía que hace que “esto esté muy enlazado a mí”, comenta.
Tradición familiar
Y es que la Compañía de Armaos de Moral de Calatrava se nutre, principalmente, de la tradición familiar. Aunque se producen nuevas incorporaciones (ocho en el último año), una buena parte es producto del legado que se transmite dentro de las familias. De padres a hijos o de abuelos a nietas, como en el caso de Marisa Barato, primera mujer en incorporarse a la agrupación en 1994. Según cuenta, pertenece a ella desde los 14 años por la tradición que le inculcó su abuelo, que fue primero tambor y luego abanderado de la compañía durante muchos años. En la actualidad, tanto su marido como su hijo son también armaos y ella, sargento segundo, primera mujer que accede a esta posición dentro de la compañía, se ha convertido, además, en la pregonera de la Semana Santa del pueblo este año.
En su pregón, comenta, ha querido destacar precisamente lo que los armaos han representado en su vida, desde su infancia, y como “el gusanillo” se lo metió en el cuerpo su abuelo. “Para mí significa muchísimo pertenecer a esta compañía. Significa todo. Los armaos en mi casa son todo”, afirma. También por la vertiente más pasional de la Semana Santa, porque al final un armao es también “un penitente”, señala. Barato ha aprovechado la exposición que le ha dado el pregón para recalcar “muy mucho” el papel “fundamental” de la mujer en la compañía, por lo que ha supuesto de “relevo generacional” y de impulso, “porque esto tendía a desaparecer”. Se refiere a que “cuando se quedó muy pobre de picas, porque todo el mundo quería tocar un instrumento, las mujeres fuimos las que cogimos el relevo”. Gracias a esto, asegura que “la compañía ha crecido”. No obstante, recuerda que al principio no fue fácil, hubo “sus tiras y aflojas” con los compañeros, “porque no habíamos hecho la mili y eran muy estrictos”. Luego la presencia femenina se ha convertido en algo normal y aplaudido. Y, destaca, que “las mujeres tienen mucho interés y son muy participativas”.

Con compromiso, hay futuro
Pese a ser una histórica, haber tenido el honor de pregonar esta Semana Santa y estar emocionada por participar en la próxima celebración del 150 aniversario de la compañía, no le falta autocrítica. Barato reconoce que “hay cosas que mejorar”, como los ensayos, para los que reclama un “mayor compromiso”. Con todo, está convencida de que la compañía tiene futuro, porque “los armaos somos la Semana Santa moraleña, su seña de identidad”, por eso no cree que vayan a desaparecer y porque ve como “a los niños les gusta”. En las procesiones, dice, “van a nuestro lado marcando el paso, aunque no son armaos”. De manera que sí, cree que hay futuro, “pero se necesita también del compromiso de la gente”, insiste.
Pilar Sánchez, que toca el tambor, es otra de las históricas de la compañía, también por tradición familiar. “Yo desde pequeña veía a mi abuelo y le decía yo quiero, yo quiero, pero me decía que no podía haber mujeres, hasta que ya un año entraron cinco mujeres y al siguiente entró yo”. Lleva 29 años de armao y su intención es seguir en la compañía “hasta que pueda”. Asegura que es una tradición que le “encanta” que “lleva en la sangre” y que vive “intensamente”. Está convencida que “sin la Compañía Romana la Semana Santa de Moral no sería lo mismo”. Para ella son “imprescindibles”.

Tres ensayos semanales desde enero
El compromiso y la voluntad son fundamentales para continuar el proyecto. Hay que saber que desde mediados de enero y hasta la llegada de la Semana Santa se ensaya tres veces por semana, lunes, miércoles y viernes, a razón de hora y media cada día, según explica Antonio Ruiz. Que recalca que “son muchas noches de preparación”. Y luego está la participación, casi sin descanso desde la medianoche del Miércoles Santo, cuando después del Vía Crucis hacen “el toque de dianas”. El brigada explica que pasan toda esta noche tocando por las calles. Se recogen hacía las nueve y, prácticamente sin dormir, se visten y a las diez de la mañana del Jueves Santo, comienzan la búsqueda de Jesús por los cinco templos del pueblo, hasta que lo encuentran en la Parroquia de San Andrés. Es el paso previo para su procesión la de la Oración en el Huerto. En la plaza escenifican el prendimiento y comienzan el recorrido por las calles de la localidad.
Aunque esta es su imagen titular y su procesión, la Compañía de Aramos acompaña, siempre abriendo las comitivas, al resto de pasos el Viernes Santo, como “El Enterrico”, una imagen municipal a la que escoltan y tocan la pieza ‘La muerte no es el final’ cuando finaliza el recorrido. El sábado es día de descanso y otro de los platos fuertes para los armaos llega el Domingo de Resurrección. Esta procesión, con la que se cierra la Semana Santa moraleña, finaliza en la Plaza de España alrededor de las 13.30 cuando la compañía representa su tradicional y más aplaudida formación, la caracola.

Un traje de 2.000 euros
El traje de armao es una réplica de las vestimentas que se atribuyen a los romanos en la época de Jesús de Nazaret. Se compone, como elemento principal, de la armadura o chapa, con brazaletes a juego. Antes, comenta Diego Ruiz Ontiveros, estas piezas las hacía uno de los capitanes de la compañía, que era hojalatero, pero desde que falleció se encargan a un taller de Almagro. En la actualidad la armadura es de acero inoxidable porque facilita el mantenimiento. El traje se completa con la camisa, las galas o borlones y la capa de color rojo, pantalones y guantes blanco, que combinan con el color de las plumas del casco militar romano. Otro de los elementos más destacados de la indumentaria con las botas rojas de gala, que las fabrica a mano un zapatero local.
En total el traje de armao puede costar unos 2.000 euros. Antonio Ruiz, el brigadista, señala que quien puede y quiere costeárselo lo hace, pero que también existe un guardarropa de la compañía para proporcionar la vestimenta a quienes no pueden correr con tal desembolso. En la actualidad de los 160 inscritos en la compañía, que contribuyen anualmente con 15 euros a la hermandad, son 107 los que procesionan con la indumentaria militar romana.



