La tradicional procesión que ‘Los Capuchinos’ protagonizan cada Sábado Santo pudo completarse ayer sin que la lluvia hiciera acto de presencia. Al inicio de la procesión, que tuvo lugar a las 20:00 horas desde la iglesia de Santa María, la composición musical del Cristo de la Buena Muerte fue interpretada por la Coral Municipal Molto Vivace y la Banda de Música de Daimiel, enriqueciendo la solemnidad del acto, informa el Ayuntamiento en nota de prensa.
Seguidamente, se llevó en procesión el paso del Divino Niño de la Pasión, que representa diversos elementos de la Pasión del Señor, como la corona de espinas, la columna, los azotes, la cruz, los clavos, la esponja y la lanza. También se incluyen detalles como las treinta monedas de Judas, el gallo de la negación, el jarro, la palangana del lavatorio, el velo de la Verónica, la túnica sin costura, los dados, el martillo, la escalera y las tenazas del descendimiento. A los pies de este calvario, se sitúa el Divino Niño de la Pasión.
Cerrando el cortejo, el rostro afligido de María Desolada cautivó a la multitud que quiso acompañar a la Virgen en su dolor por la pérdida de su hijo. Su imponente imagen provocó la admiración de todos los presentes que, este año, por fin pudieron contemplar el impresionante manto de terciopelo negro.
También impresionaron las siete cruces penitenciales, que representan los siete dolores de la Virgen y que desde 1969 forman parte del desfile procesional. En esta ocasión, la predicación de los siete dolores de María Desolada corrió a cargo del hermano capuchino Javier García Simal.


