Los programas de Semana Santa de los años cincuenta y sesenta del pasado siglo, denominaban la procesión de la noche del viernes santo como “Solemnísima procesión del Santo Entierro de Cristo”. De esa misma manera podemos hacerlo con la de este año, en la que la solemnidad, el silencio y la coordinación, entre las dos cofradías que la organizan, ha sido lo más destacado. De forma solemne, con algo de viento en el inicio y parte del recorrido, se celebró la procesión de este año.
La principal novedad en la tarde noche del viernes santo, fue la salida de los dos pasos de la cofradía de la Virgen de las Angustias que, por primera vez, lo hacían desde su guarda pasos, en la calle Águila, muy cerca de su sede que es la ermita del Calvario.
En primer lugar, desfiló la Virgen de las Angustias, que el presente año estrenaba una bandera donada a la cofradía. Realizó el recorrido, como es habitual, llevada por sus costaleros. Le siguió el paso de la Santa Cruz, haciendo una parada en la puerta de la Residencia “Virgen de Peñarroya” para que fuera contemplada por los residentes.
Seguidamente, acompañados por la banda de cornetas y tambores de Jesús Rescatado, marcharon en procesión hasta la plaza de Santa Quiteria, donde se unieron a los pasos de la Hermandad del Santo Sepulcro, organizándose la procesión del Entierro de Cristo.

Se hizo el silencio
El numeroso público congregado en la plaza de Santa Quiteria quedó completamente en silencio cuando la Banda Municipal de Música entonaba la marcha de ese nombre, al aparecer el Sepulcro en el pórtico de la ermita, seguida de la marcha “La Muerte no es el final”.
En ese momento, se organizaba la procesión oficial, que abría la cruz parroquial y el estandarte del Sepulcro. Marchaban detrás dos pasos de la Hermandad del Sepulcro: el Cristo de la Agonía, acompañado por la Agrupación Musical de San Sebastián, seguido del Calvario con las imágenes del Crucificado, la Virgen. San Juan y la Magdalena, continuando con las Juntas Directivas de las cofradías de Pasión.
El nuevo estandarte de la Virgen de las Angustias daba paso a los nazarenos de túnica y capirote negro, cruz de madera en el pecho y capa azul, acompañando a la Virgen de las Angustias, llevada por sus costaleros.
La banda de cornetas y tambores de Jesús Rescatado, marchaba entre el primer paso y el de la Santa Cruz con los símbolos de la crucifixión, desde la escalera, la lanza y otros detalles de la misma.
Los nazarenos de túnica y capirote negro, con capa y fajín de raso blanco, entre los que figuraban el sol y la luna arrastrados por niños, precedían al severo paso del Santo Sepulcro, llevado por sus anderos de túnicas y capirotes completamente de color negro, escoltando al paso seis agentes de la Guardia Civil.
Un grupo de “Manolas”, completamente de negro, así como las figuras vivientes de la Verónica, la Magdalena y la Samaritana, precedían al paso de la “Virgen de la Soledad”, llevada por sus portadores.

Los párrocos de San Juan Bautista de la Concepción, Oscar Casas y el de Santa Catalina, Benjamín Rey, marchaban detrás del paso, seguidos de la representación municipal en la que figuraban concejales de los grupos popular y socialista, con la alcaldesa Luisa Márquez.
El silencio fue generalizado en el recorrido, salvo al paso por la Plaza Mayor, donde en una zona de bares hubo cierta algarabía. Pero ese silencio fue totalmente sepulcral en calles como la de las Monjas y parte de Carrera, cuando en el momento en el que las bandas dejaron de tocar, no se escuchaba nada más que la campanilla de los portadores del Sepulcro.
A la altura de la calle Pozo Ermita, se apartaban los dos pasos de la cofradía de la Virgen de las Angustias, que por esa vía se desplazaron hasta su nuevo guarda pasos, continuando los cuatro pasos de la hermandad del Sepulcro hasta la ermita de Santa Quiteria.
Allí volvió a concentrarse numeroso público para contemplar la entrada. El último paso que se introducía era el de la Virgen de la Soledad que entró a las doce y veinte de la noche. Una hora después, comenzaba a llover intensamente sobre la localidad.
Por último, señalar que las saetas estuvieron presentes en diferentes puntos de los recorridos procesionales, en los que el aroma del incienso tampoco faltó en el aire que se respiraba por nazarenos y espectadores en las aceras.
