La Semana Santa 2025 ha finalizado, durante siete días las calles se han llenado de procesiones en el que se ha revivido la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo. En la capital cuya Semana de Pasión está declarada de Interés Turístico Nacional las 24 hermandades no han faltado a la cita siempre que el tiempo lo ha permitido (algunas han tenido que suspenderse a causa de la lluvia). Más a allá de la composición principal las procesiones están llenas de detalles que muchas veces no se ven a simple vista pero componen un parte importante que ayuda a enriquecer el resultado final.
Las procesiones comienzan mucho antes de que la cruz de guía cruce la puerta del templo, empiezan en esas espera de los participantes ya preparados. Tanto fuera como dentro del templo se arremolinan una mezcolanza de nazarenos, costaleros, músicos y público que espera expectante al inicio de la estación de penitencia.

Una vez que ya está en la calle empiezan a suceder multitud de pequeñas cosas que no siempre se ven, como esos momentos en los que los costaleros salen del paso para descansar, o beber agua, penitentes colocándose las túnicas o incensarios que necesitan ser recargados.


Pero también hay gestos que dan belleza o emocionan como esas palabras pegadas al paso del capataz para dar animo o una orden a los costaleros. Las lágrimas de un cofrade cuando se enteran que la salida no va a ser posible, o el consuelo y el abrazo que reconforta ante la adversidad de no poder cumplir con la estación de penitencia. Pero también las miradas de alegría e ilusión de los que portan túnica.




Son las cadenas de un hermano del Silencio en el suelo esperando al año que viene para poder salir, es la oración mientras se hace una petición de silencio que no abandona el templo en esta ocasión.



Y es que al ser primavera el tiempo toma en muchas ocasiones el protagonismo de la Semana Santa y es usual ver paraguas y gente resguardándose, e incluso a las imágenes buscando refugio donde evitar mojarse.


Los niños tienen su papel y buscan diversos entretenimiento durante la celebración de las distintas estaciones de penitencia tanto si están entre los espectadores como si participan. El reparto de estampas con los titulares de las hermandades, así como su colección y el realizar bolas con la cera que se derrite de los cirios de los penitentes, son dos tradiciones a las que no suelen faltar los más pequeños.


La expectación que provocan las procesiones es máxima, tanto que es usual ver a gente grabando y haciendo fotos con sus dispositivos móviles. Nadie se quiere perder un detalle e inmortalizarlo para siempre. Los balcones se llenan para observar el paso de un trono mientras mientras el lamento de una saeta se diluye en el aíre.

Y es que la música es una parte indispensable así como su ausencia en aquellas en las que el silencio se impone para favorecer a la oración.
Siete días en el que las vivencias son muchas y que ya dan paso al capitulo siguiente después de que el Resucitado vuelve a la Catedral.