- ‘Naturalmente’, dijo Hotch, ‘¿quién no querría?’
- ‘Ése es mi Pecas. ¿Veis por qué me gusta El Pecas? ¿A quién no le gustaría?’
- ¿Qué tengo que hacer?’, preguntó Hotch.
- Haz exactamente lo que yo haga (…) Después te vas para la barrera y haces lo que Papa (Hemingway) te diga.
- ¿Tengo que matar los toros?
- ¿Qué clase de actitud es esa?
- Solo quería saberlo. (…)
- Recuerda que no tienes que dejar mal a los matadores en tu primera aparición, Pecas- le dije- Sería descortés, al menos hasta que no te afilies al sindicato.
- ¿Me puedo afiliar al sindicato ahora? Tengo dinero en la cartera.
- No pienses en dinero ahora- le dijo Antonio”.
- No, soy un viejo aficionado.
- ¿Cuándo se toreaba mejor, cuando usted comenzó a ver corridas o ahora?
- Con menos toro, pero ahora se torea mejor.
- Dado su constante viajar, no escribirá mucho.
- Sí, todos los días a las seis de la mañana trabajo. (…)
- ¿No estuvo antes por aquí?
- “De paso por la provincia”.
Nuevas páginas escondidas de Lanza vuelven a emerger este domingo dentro de la oportunidad que el diario permite, gracias a la magia de la tecnología, para asomarnos al presente congelado de unos hombres que ya no existen. Hombres que, como todos, vivieron y escribieron cargados de ideología, de prejuicios, y en un determinado contexto.
En esta ocasión, se trata de la presencia del escritor norteamericano Ernest Hemingway en Ciudad Real en agosto de 1959, siguiendo el mano a mano de los cuñados Antonio Ordóñez y Luis Miguel Dominguín, matadores protagonistas de El verano peligroso, uno de los últimos libros del premio Nobel. Coincidiendo con el 65 aniversario de su primera estancia (también recaló en la plaza ciudarrealeña en 1960) y del artículo publicado el 18 de agosto sobre la corrida celebrada el día anterior dentro del programa festivo en honor a la Virgen del Prado, ofrecemos un nuevo ‘tesoro’ de Lanza con la crónica de un acontecimiento singular, en el que no faltó hasta un falso torero.
Los antecedentes
La primera noticia sobre la historia que conducirá a Hemingway a Ciudad Real, la encontramos en las páginas de Lanza el 10 de septiembre de 1954. Es apenas un suelto, firmado por la agencia EFE en La Habana, en el que se informa de la intención de Luis Miguel, que se encontraba pasando las vacaciones en la Cuba precastrista, de acompañar al escritor a África para cazar búfalos. El premio Nobel conocía bien España, sobre la que había informado ya en la Guerra Civil, y se había enamorado de las corridas de toros, forjando lazos con algunas de las figuras de la época.
El tercero de los protagonistas del verano peligroso, Antonio Ordóñez, también aparece en las páginas de nuestro diario en relación con el escritor y periodista norteamericano. En mayo de 1959, poco antes de la visita a Ciudad Real, es la agencia Cifra la que nos informa de que Hemingway está en Madrid, en la feria de San Isidro, viendo torear a su socio Antonio Ordóñez, con el que tiene “varios negocios en común en toda América “.
La visita a Ciudad Real
“Yo soy sato”, le decía a Lanza, a ‘Uno del Tendido’, Cecilio López Pastor, que no conocía la palabra. “Es un término que se usa en Cuba, que significa ‘de media casta’, tirando a malo”, aclaraba un Hemingway medio español.
El caso es que Ciudad Real fue uno de sus destinos, allá por agosto de 1959, un verano caluroso. Y peligroso, a juicio del que ya era premio Nobel. La temporada taurina se movió ese año en torno a la rivalidad de dos cuñados: Antonio Ordóñez y Luis Miguel Dominguín. La revista norteamericana Life buscaba reportajes impactantes, de calidad. Ambas cosas confluyeron en que Hemingway, que contaba entonces 60 años, viajó junto a Antonio Ordóñez para escribir su última gran crónica, la de los mano a mano que llevaron a cabo los dos matadores a lo largo y ancho de toda España.
De hecho, al que se le fue la mano fue a Hemingway, que mecanografió un enorme manuscrito de 75.000 palabras, inasumible, por su supuesto, por la revista. Al final, Life publicó un resumen en tres artículos que no gustaron a casi nadie. Su más cercano colaborador en sus últimos días, A. E. Hotchner, que como veremos tuvo un papel principal en la visita a Ciudad Real, le ayudó a cortar el texto, pero la mente de Hemingway estaba empeorando a pasos agigantados y “his vaunted ability to leave out what was irrelevant, his great talent for synthesis, were malfunctioning”, es decir, que su “extraordinaria habilidad para dejar fuera lo que era irrelevante, su talento para la síntesis, funcionaba mal”, como describe William Kennedy en The New York Times cuando el manuscrito completo, algo remozado, vio la luz, hace ahora 39 años. El libro se titulaba El verano peligroso. Hemingway se había suicidado en 1961, pegándose un tiro, después de describir un viaje del periodismo a la literatura para acabar, con su crónica de la lucha entre Ordóñez y Dominguín, de nuevo en el periodismo.
“Parecía como si uno u otro fuera morir y Life quería cubrirlo (…) Yo tenía que dejar claras la personalidad y el arte y las diferencias básicas entre los dos grandes artistas y mostrar lo que pasaba y eso es algo que no puedes hacer en 4.000 palabras”, explicaba Heminway a Hotchner en una carta para justificar su exceso, gracias al cual tenemos la descripción de lo que ocurrió en Ciudad Real, donde el escritor norteamericano asistió a la corrida que tuvo lugar el 17 de agosto.
La versión de Heminway no es la única de su paso por Ciudad Real. El premio Nobel no viajaba, ni mucho menos, solo, sino con una cuadrilla, cuyos componentes iban cambiando a menudo. Entre los miembros de la “troupe”, Mary, su mujer; el citado Hotchner, amigo y confidente; Bill Davis, algo parecido; la joven irlandesa Valerie Danby-Smith, que luego fue su secretaria y se casó y se divorció del hijo menor de Hemingway; y un largo etcétera, entre los que encontramos, en Málaga, donde el escritor celebró su estrambótico 60 cumpleaños, a Juan Luis Goytisolo. Hotchner y Valerie Danby-Smith, luego Valery Hemingway, nos regalan algunas pinceladas del paso por Ciudad Real, que quedó reflejado en la prensa de la época, el Lanza, por supuesto.
‘El Pecas’
La narración de Hemingway sobre su estancia en Ciudad Real se sustenta sobre el juego de personalidades entre Ordóñez y Hotchner, ‘El Pecas’, ex jugador de béisbol, que había introducido al torero en los misterios del deporte más americano. “Antonio había estado en La Cónsula (la finca de Hemingway en Churriana). Hotch decidió enseñarle a jugar al béisbol usando el bate y el guante de Teo Davis (…) ‘¿Qué te parece si El Pecas hace de sobresaliente en Ciudad Real?’, sugirió Antonio. Imaginando el cachondeo, Hotch accedió (…) Cuando llegamos a Ciudad Real, nos encontramos en el cartel, bajo los nombres de Antonio y Luis Miguel, El Pecas, sobresaliente”, cuenta Valery Hemingway en su libro, Running with the bulls: My years with the Hemingways.
Volvamos a Ernest:
“- ¿Quieres hacerlo, Hotch?’, Antonio preguntó a Hotch.
En el viejo y oscuro hotel, con sus escaleras estrechas y habitaciones sin baño ni ducha, degustamos una buena comida de la zona en el ruidoso y apelotonado comedor. Ciudad Real estaba llena de gente de las localidades vecinas. Se encuentra en el borde de una gran área vinícola y se podía ver mucha bebida y mucho entusiasmo. Hotch y Antonio se vistieron en la pequeña habitación de Antonio (…).
Esta conversación, propia de una película de los hermanos Marx dio paso al paseíllo, ya con ‘El Pecas’ bastante más preocupado. Perfectamente vestido, ‘El Pecas’ desparece poco después. Miguelillo, uno de los banderilleros, le pregunta a Hemingway entonces “¿Dónde está El Pecas?”. “Rezando en la capilla por la salud de los otros matadores”, le responde Hemingway.
El mismo Hotchner nos confirma su humor, en su libro Papa Hemingway: “Mi recuerdo hasta llegar al ruedo es bastante confuso, aunque recuerdo que casi me caigo por las escaleras. (…) Pasamos una multitud que nos esperaba en el lobby (…) ‘¿Papa, qué demonios hago?, dije. ¿Tengo que hacer el paseíllo, no? ¿Es una plaza grande?’ ‘Caben 8.000 espectadores, una de las más grandes fuera de Madrid’ (…) ‘Hay solo tres cosas que un matador debe hacer’, dijo Ernest. ‘Recuérdalas y todo irá bien. Primero, mira siempre trágicamente, como si estuvieras a punto de llorar (…) Segundo, cuando estés en la plaza, nunca te inclines, no le viene bien al traje. Y tercero, cuando vengan los fotógrafos, pon la pierna derecha por delante. Es sexy”.
El relato continúa con la llegada a la plaza y “el deseo de escapar” que sobreviene a ‘El Pecas’. Entonces, Hotchner se da cuenta de que algo no va bien, viendo el bulto en los pantalones de Ordóñez y Dominguín. “Soy una desgracia para los Estados Unidos”, le dice a Hemingway, que le responde: “¿Cuántos pañuelos te has puesto? Ellos llevan dos, pero se dice que Chicuelo II usa cuatro”. “El Pecas” queda francamente sorprendido de la costumbre, antes de hacer definitivamente el paseíllo.
Este es el tono en el que Hemingway y Hotchner narran aquel “peligroso verano”, lo que ha llevado a que algunos crean que la narración tiene un aire burlesco mucho más acusado que trágico, lo que es evidente en su estancia en Ciudad Real.
Hasta una pata
Entre los espectadores aquel día estaba ‘Un aficionado del 5’, Juan Pérez Ayala, que escribió la crónica para el Lanza y el citado ‘Uno del Tendido’ (Cecilio López Pastor), que se ocupó de lo que rodeaba la corrida. Como en casi todos los mano a mano, Ordóñez salió triunfador. Cortó una oreja a su primero, dos y el rabo a su segundo y las dos, rabo y pata a su tercero. Casi nada. “Ayer, Antonio Ordóñez explicó que el toreo no es cálculo y sí inspiración, genialidad”, decía el cronista. Luis Miguel Dominguín, con peores toros al parecer, solo cortó una oreja a su segundo.
La entrevista de Lanza, que advirtió la presencia del falso torero
“Uno del Tendido”, López Pastor, se dio cuenta del engaño de ‘El Pecas’. Decía, después de informarnos de que Ordóñez había apadrinado, junto con la Dulcinea de 1959, Mari Loli Novillo, al hijo del sastre Isaac Ordóñez, “cualquier día por ahí vemos al autor de Fiesta saliendo vestido de picador – un picador con barba- a hacer por lo menos el paseíllo. Porque si no un picador, en la plaza hubo ayer un falso torero. Quizá a algún aficionado observador no le pasara desapercibido que Ordóñez traía cuatro peones de varas- los tres habituales de su cuadrilla y Curro Chaves, que, por cierto, corrió muy bien un toro- y uno falso, que no hizo más que el paseíllo. Pues bien, se trataba de un amigo del diestro, un jugador de baseball (béisbol) americano al que habría puesto en un aprieto si le piden el carnet”.
López Pastor, en las antípodas ideológicas de Hemingway, republicano y entusiasmado con Fidel Castro, le hizo al norteamericano una pequeña entrevista, en la que, por supuesto, obvió el asunto político:
“- ¿Aplaude mucho en los toros?
Por cierto, que en la misma página del Lanza hay un anuncio por el que sabemos que estaba prevista la presencia de Antonio Ordóñez, Luis Miguel Dominguín y Pepe Cáceres en Almagro para el martes 25 de agosto, con toro de Domecq, pero las cogidas tanto de Ordóñez como de Dominguín lo impidieron y fueron sustituidos por Miguelín y Victoriano Roger Valencia. Así que en Almagro pueden colgar el mismo cartel que aparece en un bar de la plaza Mayor Madrid, que, harto de la publicidad, casi siempre falsa de sus rivales, colgó un enorme cartel a la entrada, en el que podía leerse: “Hemingway no estuvo aquí”. En Ciudad Real sí estuvo. Y Lanza lo contó, claro.
Apadrinamiento
Aquel día en el que Ordóñez triunfó en Ciudad Real también tuvo otro protagonista especial, de corte social, fuera del ambiente “extraordinario” que se vivió en la capital todo el día, según relata Lanza en una crónica ‘rosa’ a dos columnas titulada ‘Al margen de la corrida’.
Cuenta que tras salir por la puerta grande por su triunfo y “desasirse” de sus admiradores, se dirigió a la Parroquia de la Merced para ejercer de padrino en el bautizo de “un mancheguito” que había nacido el 8 de agosto. Era hijo del sastre Isaac Ordóñez, al que pusieron el nombre de Antonio, y, por lo tanto, coincidió con el nombre y primer apellido del diestro.
Según el rotativo ciudarreleño el torero aceptó la invitación realizada por el padre “de la criatura” y fue pareja de apadrinamiento con “la guapa” Mari Loli Novillo, Dulcinea 1959. El párroco Juan Becerra encabezó el acto, en el que también participaron los toreros ‘El Trianero’ (fue testigo) y Alfonso Ordóñez. “Ni qué decir la aglomeración de público fuera y dentro del templo”, relataba Lanza, antes de informar la visita que el padre de Carmina Ordóñez hizo al sanatorio para visitar a Vergara y donde, ya en su Mercedes, para iniciar camino a Bilbao, respondió algo incómodo a unas preguntas de Lanza sobre sus futuros lances.
Sigue la historia
Y volviendo a la relación entre Ordóñez, Luis Miguel y Hemingway, la hemeroteca de Lanza nos permite reconstruir lo que pasó. Intuirlo al menos.
Justo un año después de su visita a Ciudad Real, el 17 de agosto de 1960, el escritor norteamericano volvió a Ciudad Real para disfrutar de otra corrida de Ordóñez, pero esta vez sin mano a mano con Dominguín, con quien ya estaba tensionado. Compartió faena, tal y como recoge el diario ciudarrealeño en sus ‘Notas taurinas’, con Curro Romero y Diego Peralta y, al parecer, el festejo fue “un fracaso artístico” por “la desgana de los toreros y el ganado”. También, en la misma página, se anunciaba el cartel de Almagro para el 25 de agosto, con el propio Ordóñez como figura, junto a César Girón y Gregorio Sánchez, además de los rejoneadores Ángel y Rafael Peralta.
Cuatro meses después, en diciembre de 1960, Luis Miguel estaba de gira americana. En Bogotá hace unas declaraciones al periódico El Espectador, de las que se hace eco Lanza. En ellas, el matador afirma que Hemingway es “un mal novelista y peor crítico taurino … Le gusta figurar en asuntos taurinos porque sus lectores, generalmente, son tan profanos como él “. Como se puede comprobar, los amigos que cazaban búfalos juntos en África, habían dejado de serlo. No ocurrió lo mismo con Ordóñez, que, tras la muerte del norteamericano, concedió varias entrevistas, algunas de ellas publicadas en nuestro medio y que pueden consultarse en su hemeroteca, en las que siempre recuerda con mucho cariño al escritor.
La muerte
El 8 de julio de 1961, Lanza informa del fallecimiento de Hemingway. Ilustra la información con la fotografía que Herrera Piña tomó en Ciudad Real junto al peón Curro Chaves y Hotchner, personajes secundarios de El verano peligroso. En el largo pie de foto se explica la visita a la capital de nuestra provincia. Se achaca su muerte a un accidente mientras limpiaba su rifle.
El escritor norteamericano seguirá apareciendo en las páginas de Lanza de vez en cuando, pero sin el brillo que tuvo cuando estuvo en Ciudad Real, siguiendo a Ordóñez y Luis Miguel e incitando las travesuras de su amigo Hotchner.