Plaza de toros de Consuegra (Toledo). Novillada con picadores. Alrededor de cuatrocientas personas en los tendidos sobre un máximo de quinientas permitidas.
Se lidiaron seis novillos de Soto de la Fuente, de correcta presencia, no sobrados de carnes. Nobles y justos de fuerza. Mejores cuarto, quinto y sexto.
Manolo Vázquez: silencio en ambos.
Diego García: oreja con petición y vuelta al ruedo tras aviso.
Ángel Bustos, que debutaba con picadores: silencio y oreja.
El pasado 11 de marzo dábamos cuenta del nuevo proyecto de apoderamiento en el que se acababa de embarcar Aníbal Ruiz. El diestro alcazareño dirigiría la carrera del novillero Manolo Vázquez, nieto del gran torero del mismo nombre e hijo de otro Manolo Vázquez, en este caso apoderado durante un tiempo del propio Aníbal.
Ayer, al reclamo de una novillada con picadores anunciada en la coqueta plaza de toros de Consuegra, situada a pies del cerro Calderico, con su castillo y sus molinos de viento, nos desplazamos para ver en directo al pupilo del matador manchego, el cual apuntó un interesante toreo sin efectismos, si bien, como es lógico, no son pocos los aspectos a trabajar de cara al futuro y queda mucho camino por andar.
Daban lluvia en Consuegra, y ni una gota cayó, lo cual permitió que se celebrara la novillada en la que una terna con escaso rodaje se enfrentaba a una novillada de Soto de la Fuente, que a la postre ofreció nobleza sin demasiado fondo de casta ni fuerza.
El primer novillo topó en el entonado recibo a la verónica del joven Manolo Vázquez, si bien es cierto que en algunos capotazos de brega el utrero sevillano metió la cara abajo con temple y clase, sobre todo por el pitón derecho. Pero fue un espejismo. Cuando el nieto de Manolo Vázquez tomó la muleta su antagonista volvió a soltar la cara feamente sin rebosarse. Hubo algunos derechazos encajados de buen aire, incluso algún destello a pies juntos que recordó a su señor abuelo, pero el trasteo no tomó vuelo. Pinchó varias veces hasta acabar con el novillo de entera arriba, silenciándose su labor.
En el cuarto, al contrario de lo que ocurriera en el que abrió festejo, el joven novillero sevillano logró lo más armónico al natural, aunque sin alcanzar el trasteo altura. Menos confiado anduvo por el derecho, matando con corrección pero sin que los pañuelos asomaran al terminar con su oponente.
Diego García derrochó animosidad en los tres tercios. Recibió a su novillo con larga cambiada de rodillas y banderilleó con vistosidad a novillo pasado, siempre clavando por el pitón derecho. El de Soto de la Fuente llegó al último tercio con el depósito del empuje ya en la reserva, aunque con el de la nobleza lleno. Hubo mejor expresión de Diego García manejando la muleta con la izquierda, y no tanto con la derecha. Mató con contundencia al primer intento y se le pidieron las dos orejas, aunque el premio quedó en singular.
El manejable y flojo quinto pedía buen trato; es decir, suavidad en el manejo de las telas, una especie de mando de seda que el novillero madrileño no acertó a ofrecerle, manejando los engaños con escasas sutilezas. No faltaron ganas, pero sí templanza. Dejó una estocada casi entera algo contraria al tercer intento, escuchando un aviso y sin que el palco atendiera una petición ruidosa pero no mayoritaria.
Ángel Bustos debutó con picadores frente a un utrero tan noble como flojo; quizás fuera por falta de raza, o de poder, porque las carnes no le sobraban al de Soto de la Fuente. Bustos anduvo más suelto con la muleta que con el capote, aunque fue una faena sin continuidad ni brillantez. Simplemente correcta para un debutante y su previsible falta de oficio, que se hizo más evidente a la hora de matar, tanto con estoque como con descabello.
El sexto se dejó bastante, aunque tampoco anduvo sobrado de fuerza. Bustos volvió a evidenciar bisoñez con el capote, aunque con la muleta dejó retazos interesantes unas veces, dando el pecho y acompañando las embestidas, intercaladas con otras fases de menor profundidad y armonía. Acertó a dejar una casi entera trasera y cerró festejo paseando una oreja.