Plaza de toros de Las Ventas. Menos de media plaza.
Se lidiaron dos utreros y seis erales deJandilla/Vegahermosa. El primero noble y con calidad pero blando. El quinto noble igualmente pero sin entrega y falto de chispa.
Carlos Aranda: ovación con saludos tras aviso y vuelta al ruedo.
Carlos Aranda volvía a Las Ventas después de cortar una oreja el pasado 11 de agosto. Y lo hacía de manera algo peculiar aunque perfectamente válida: en un cartel junto a otros tres novilleros (sin picadores) que disputaban la final del certamen Camino hacia Las Ventas (por cierto, Álvaro Burdiel salió a hombros tras cortar una oreja a cada uno de sus novillos).
A nosotros, lógicamente, nos interesó especialmente la actuación del novillero de Daimiel, quien tuvo la desdicha de encontrarse un ambiente a la contra en los tendidos de Sol en el que abrió plaza; los programas de mano se agotaron antes de lo debido y pronto se escuchó el comentario correspondiente. Y también -es de justicia reconocerlo- por la floja condición del de Vegahermosa, de nombre Miserable. El novillo se cayó -sin llegar al derrumbe- varias veces, algo que no arredró a Carlos, que lo brindó al público, en un gesto que denotaba su determinación. Y ésta fue notable. La faena tuvo firmeza de plantas y gusto en el trazo, aunque el trasteo tropezó con un hándicap difícilmente salvable cuando el novillo doblaba las manos, y había, de nuevo, que recobrar el crédito y la atención de los tendidos, no sin esfuerzo. Mas era precisamente esfuerzo lo que no denotaba la cara del de Daimiel, que pareció disfrutar toreando las nobles, enclasadas y, por momentos, blandas acometidas del utrero extremeño. Dejó varios carteles de toros a los que no echaron demasiadas cuentas. Mató de entera algo trasera y desprendida, tardó en doblar, y aunque se le pidió una oreja, la petición no tuvo la fuerza suficiente para su concesión, saludando una ovación.
No perdió crédito Carlos frente al cuarto, noble aunque llevando la cara a media altura y, por ende, falto de entrega. Volvió a mostrar firmeza de plantas, sobre todo con la muleta, aguantando alguna duda del de Jandilla y componiendo con garbo ocasionalmente. Antes no hubo tanta conjunción a la hora de manejar el capote e intentar cuajarlo a la verónica, momento en el que hubo algún antiestético pasito atrás por no cogerle la distancia idónea a la hora de echar el capote a volar. También faltó, en ocasiones, acompañar más las embestidas con la cintura. No obstante hubo un buen tono general con la muleta. A mí, al menos, me gustó lo que pudimos ver, y quizás más lo que se atisba que, en este momento, sería capaz de hacer si un novillo le metiera la cara de verdad. Los de hoy se dejaron, sin más, y a Carlos no le pesó, aparentemente el compromiso. El año que viene más. Y esperemos que mejor. Es el único camino. Analizar y mejorar para avanzar.
