Plaza de toros de Almodóvar del Campo. Tercer festejo de feria. Algo más de media entrada.
Se lidiaron toros de Soto de la Fuente, bien presentados. Nobles y sosos a partes iguales, con la raza muy justa.
López Simón: oreja y oreja.
Ginés Marín, que sustituía a Cayetano: dos orejas y oreja.
David de Miranda: oreja y ovación con saludos tras aviso.
López Simón y Ginés Marín salieron a hombros. Fini saludó tras parear al segundo. Antonio Manuel Punta y Manuel Izquierdo en el quinto.
Las magníficas hechuras que lucieron los ejemplares de Soto de la Fuente no estuvieron acompañadas de empuje y emoción, por lo que las faenas realizadas en el cierre de Almodóvar del Campo tuvieron tanta corrección como, a veces, sosería. Toros tan bajos y bien hechos deberían haber embestido. Pero al continente hay que dotarlo de contenido, y eso fue lo que faltó en la corrida de la ganadería sevillana.
Abrió festejo un toro bien hecho, noble pero falto de chispa en la embestida. Con él anduvo relajado López Simón, algo empeñado en el toreo por la espalda cuando las mejores acometidas vinieron por el pitón derecho en las dos primeras tandas, tras las que el de Soto de la Fuente se vino muy abajo. Dejó media arriba que le sirvió para cobrar la primera oreja de la tarde.
Al margen del entonado recibo de capote, poco que resaltar respecto al deslucido y descastado cuarto, al que el de Barajas se arrimó y, más tarde, despenó de una contundente estocada entera algo contraria por atracarse de toro.
Ginés Marín es un torero distinto. Tiene un concepto claro, clásico, y no se sale de él salvo en guiños leves. En su primero no se alejó de ese guión, a pesar de la sosería del de Soto de su oponente, que tuvo buen embroque pero salía con la cara alta desluciendo el encuentro, falto de empuje. Sin embargo Marín exhibió aplomo y encaje en todo lo que realizó, rubricando con estocada entera desprendida que ya le abrió la puerta grande.
Le buscó las vueltas al reservón y remiso quinto, arrimándose a pesar de saber que poco en claro sacaría del ejemplar de Soto de la Fuente, al que mandó al desolladero después de tirarse por derecho y dejar estocada entera desprendida.
David de Miranda tampoco es torero de alharacas. Más bien todo lo contrario. Quizás sea demasiado apocado por momentos. Su actuación discurrió por el cauce de las buenas formas toreras, trazo de muletazo no demasiado largo ni saleroso, pero sí sabroso cuando acertó a conducir con templanza y gusto las evoluciones nobles y justas de empuje de su antagonista, con dos naturales especialmente logrados. No tan acertado anduvo en el inicio por estatuarios, que más que aliviar, castigan los riñones, haciendo rodar al toro por la arena. Una estocada entera baja no evitó que la oreja cayera en sus manos.
Anduvo por encima del sexto, soso como sus hermanos aunque con algo más de acometividad a media altura, cerrando por manoletinas y marrando a la hora de matar, perdiendo la más que probable puerta grande.