El pasado sábado 25 de junio, en Abenójar, tuvimos la ocasión de volver a ver torear a Víctor Puerto dentro de los límites de la provincia de Ciudad Real, en la cual no nació, pero con la que existe un intenso vínculo personal, familiar y profesional. En una plaza ciudarrealeña debutó con picadores (Alcázar de San Juan), y en la capital manchega tomó la alternativa, entre otras efemérides que han tenido lugar en la ya dilatada carrera de Víctor Puerto, no en vano esta temporada cumplirá 27 años como matador de toros.
Como dimos cuenta en la crónica publicada en lanzadigital.com/toros, en Abenójar a Víctor le correspondió el lote menos bueno de una gran novillada de Enrique Ponce. Sin embargo, tal circunstancia desfavorable no propició en el menor de los Puerto una salida del concepto clásico del toreo, y pudimos volver a disfrutar de su mecida verónica, y de su oficio con la muleta.
De tentadero en Hato de Garro
Pero donde el disfrute se acrecentó fue hace escasos días en la finca de José Ignacio de la Serna, en Hato de Garro, ahora abrasada por el sol veraniego, y que fue escenario de un tentadero-reencuentro de varios amigos matadores de toros, entre ellos Antonio Sánchez Puerto, Enrique Martínez “Chapurra”, Victoriano Marín y el propio Víctor Puerto, auxiliados a caballo por el banderillero Óscar Castellanos.
Sánchez Puerto volvió a deleitar; Victoriano Marín, menguado de capacidad física, dejó algunos muletazos de verdadera enjundia; Chapurra se recreó con una becerra extraordinaria por los dos pitones; y Víctor Puerto ejerció ya de auténtico clásico, dando indicaciones a los incipientes toreros que también se dieron allí cita, entre los que podemos citar a la novillera ciudarrealeña Miriam Martín.
Víctor se las vio con una becerra a la que había que hacerle las cosas muy bien para que no se cayera y para evitar ciertas asperezas. Dio gusto ver el reposo con el que hablaba, y con el que toreaba. Sin brusquedades, echando la bamba del capote para traerse las embestidas toreadas, ceñidas, y sintiendo pasar lentamente las acometidas con la muleta por la barriga.
Eran vacas de tentadero, es cierto, pero dio gusto ver a Víctor ya sin las urgencias del triunfo. Disfrutando y haciendo disfrutar del toreo que, al fin y al cabo, es de lo que se trata. ¿No creen?