Durante los últimos años a las páginas -físicas antes y ahora digitales- de Lanza hemos intentado traer reportajes de ganaderías de todo tipo, incluyendo vacadas de menor relevancia en la temporada española, pero también muchas de aquellas que marcan el devenir de la temporada en las tardes clave. Ganaderías como las de Victorino Martín, Juan Pedro Domecq, Zalduendo, Torrealta, Cebada Gago, Adolo Martín y un etcétera no corto se cuentan entre ellas. Y hoy añadimos otro de los pesos pesados, como es el hierro de Jandilla, una de las tres escisiones creadas a partir de la ganadería de Juan Pedro Domecq y Núñez de Villavicencio, en 1983.
La temporada de Jandilla en 2017 fue, casi, de ensueño. El sueño habría sido completo, a buen seguro, si algunos de los complejos que inundan los tendidos de Las Ventas se hubieran dejado en casita la tarde en que un toro de nombre Hebreo saltó al coso madrileño para derrochar bravura a diestro y siniestro en las telas de Sebastián Castella, a quien se le concedió una oreja. Como decimos, si se hubieran dejado ciertos complejos de no sé qué naturaleza, alguien debería haber pedido el indulto para ese toro en esa plaza (y, claro está, en cualquier plaza). Pero tal extremo no se produjo, para descrédito de la Tauromaquia, porque el indulto, el merecido, es posiblemente uno de los mejores argumentos a favor de la Tauromaquia, y no se es peor aficionado por defenderlo debidamente, ni se va a acabar el mundo ni a hundir Las Ventas por presenciar un nuevo indulto desde que se produjera el último en 1982 con el toro Belador de Victorino Martín, al que Hebreo, por cierto superó con creces en todos los órdenes de la lidia.
Pero lo que hoy ocupa el reportaje de campo de Lanza no es hablar de los indultos, sino de la ganadería de Jandilla, vacada pacense que el año pasado vivió una de sus mejores temporadas, con corridas de nota en Valencia, Sevilla, Madrid, Bilbao o Nimes, por citar varios ejemplos representativos.
Para conocer la finca y los toros de saca para este 2018 nos desplazamos a Don Tello, la hacienda distante escasos 8 kilómetros desde Mérida –ciudad que se puede observar en lontananza desde la finca- donde Borja Domecq Noguerola cría sus toros, con la ayuda de su mayoral Ángel Pérez Trinidad, que fue quien nos enseñó la camada, atendiéndonos con amabilidad a la vez que recibía y contestaba a no pocas llamadas de teléfono en el transcurso de la visita; y es que muchos mayorales, además de responsables del día a día en el campo con los toros, también bregan con personas del mundo taurino en ámbitos que sobrepasan su cometido primigenio.
Don Tello es una extensión de alrededor de 700 hectáreas, de las cuales 500 aproximadamente están dedicadas a la labor agrícola, y las 200 restantes a albergar los distintos lotes de machos de Jandilla. No obstante, la siembra es también aprovechada por los añojos, los cuales se solazan en el verdor de unas praderas que anhelan lluvias más duraderas; en realidad es Ángel quien se queja de la falta de lluvias en estos campos pacenses, a pesar de las precipitaciones recientes.
Los toros lucen ya un cuajo imponente. Llevan moviéndose –es decir, se les hace que corran a ritmo moderado- desde el pasado mes de septiembre, dos veces a la semana, y lucen unas hechuras elitistas, porque en Jandilla solo llegan a cuatreños los mejores ejemplares, por nota y por conformación morfológica. No vimos en ningún caso un toro feo o basto de hechuras, si exceptuamos la corrida de Pamplona, a la que vimos de lejos y que, tradicionalmente, suele ser la más descarada y grande de la camada, en esta ganadería y en el resto de las que se anuncian por San Fermín.
Los destinos que aguardan a los Jandillas en 2018 son cosos como los de Valencia, Sevilla, Madrid, Nimes, Santander, Istres, o Pamplona, entre otros. No repetirá, sin embargo, en Bilbao, plaza con la que no se llegó a un entendimiento económico, a pesar de que la corrida estaba elegida y aparatada en uno de los cerrados de Don Tello; algo que no importa en esta casa ganadera, pues a buen seguro le saldrán novios, y si no son suficientemente “apuestos”, siempre se puede dejar la corrida para tener un cartucho más para Madrid en 2019.
Un año más, los “jandillas” serán lidiados por las figuras del toreo actuales, algo que, en opinión de la gran mayoría de los ganaderos, asegura que a sus toros se les sacará un rendimiento casi óptimo, pues conocido es el argumento que asegura que las figuras hacen de un toro malo uno regular, del regular hacen uno bueno, y el bueno lo pueden convertir en extraordinario. También los hay que, de manera absolutamente legítima, prefieren no ver los nombres cimeros del escalafón anunciados con sus corridas. Y sus motivos tendrán, con seguridad. Pero para gustos colores.
Según el mayoral, el éxito de 2017 fue la consecuencia lógica de un trabajo serio y severo en cuanto a selección en los tentaderos de machos y hembras. También el lidiar los toros en tipo ayuda a que puedan desenvolverse con mayor facilidad en la lidia.
De cara al inminente inicio de campaña para Jandilla este año (tuvo lugar en el día de ayer en Valencia, con un resultado poco brillante), el juego de los toros herrados con la estrella de seis puntas debería ser similar al del exitoso 2017. Sin embargo Ángel Pérez confiesa que tampoco sería increíble que los resultados no fueran los esperados, pues así de imprevisible e incontrolable es la genética y muchos de los factores que influyen en el juego de una corrida un día determinado a una hora fijada en una plaza concreta. De todo puede pasar cuando un toro salta a un recinto para ser lidiado.
Llama la atención el hecho de que no se lidiará ninguna novillada picada este año, aunque sí varias sin picadores, es decir, de erales –novillos de dos años-, para probar el comportamiento de sementales nuevos, o para eliminar machos que no tengan las hechuras que se requieren para llegar a ser lidiados de cuatreños.