Plaza de toros de Almadén (Ciudad Real). Corrida de toros. Más de media entrada.
Se lidiaron seis toros de Manuel Blázquez, desigualmente presentados. Nobles y justos de raza y fuerza en general. Mejores tercero y cuarto, de gran clase.
Antonio Ferrera (de grana y oro): pinchazo hondo y descabello (oreja con aviso ); estocada entera arriba al encuentro (dos orejas tras aviso).
Sánchez Vara (de caña y oro): estocada casi entera tendida (oreja); estocada entera arriba (oreja).
Esaú Fernández (de sangre de toro y oro): pinchazo y casi entera arriba atravesada (oreja); pinchazo, pinchazo hondo y descabello (oreja).
Se guardó un minuto de silencio por el fallecimiento de Pepe Luis Vázquez.
Los tres toreros salieron a hombros.
Acudíamos a Almadén ilusionados por poder pisar un año más su precioso coso hexagonal, y también por el anuncio de la lidia de una corrida de Toros del Ojailén de la familia Gallego. Lo primero lo pudimos cumplir, pero lo segundo se vio truncado al cambiarse los toros a lidiar por motivos seguramente justificados. Ojalá allá donde se lidien, ofrezcan el juego que todos deseamos.
Sobre lo ocurrido en el coso manchego diremos que Antonio Ferrera protagonizó una inspirada faena a un enclasado toro de Manuel Blázquez, mientras Sánchez Vara y Esaú Fernández puntuaron con un apéndice en cada uno de sus antagonistas en el precioso coso hexagonal ciudarrealeño.
El primero de la tarde quiso más que pudo. Después de un vistoso recibo por verónicas y delantales, el de Blázquez resultó noble y, dándole tiempo entre muletazo y muletazo, se mantuvo en pie, aunque a veces tambaleante. Antonio Ferrera vistió mucho todo lo que hizo, siempre a media altura, y después de resultar feamente cogido sin consecuencias al intentar descabellar, paseó una oreja.
El cuarto tuvo una calidad pareja a su sosería: enorme. Y con este mimbre Ferrera construyó una faena sui generis, ora toreando, ora hablando con la banda de música, y siempre en el centro de la escena y del foco. Hubo naturales mecidos, de mentón hundido, y un epílogo entrando a matar de lejos, pausadamente, y con acierto, por lo que desorejó a su antagonista, haciendo las delicias de unos tendidos entregados. Y es que, guste más o menos, Antonio Ferrera se erige como un torero diferente, de los que no dejan indiferente a nadie, bien porque te gusten sus excentricidades o por lo contrario. Y eso es de agradecer. Oscar Wilde ya dijo que solo hay una cosa peor que hablen de ti, y es que no lo hagan.
Por su parte Sánchez Vara se enfrentó a un abanto segundo de la tarde. El toro metía la cara abajo en el embroque pero a continuación salía suelto buscando tablas. El alcarreño lo banderilleó pulcramente y en el ultimo tercio lo pasó por la periferia, lo mató a la primera y cortó una oreja.
Arreado salió Sánchez Vara en el colorado y cuajado quinto tras ver a Ferrera llevarse el favor del público en el cuarto. Hubo varias largas cambiadas de rodillas, un vibrante tercio de banderillas y un trasteo de muleta -brindado a Ferrera- al que el de Blázquez llegó ya sin gasolina, impidiendo redondear faena.
Esaú Fernández no se dejó nada dentro frente al nobilísimo tercero. Lo recibió a porta gayola, recetó una larga cambiada de rodillas en el tercio, y con la muleta lo llevó templado, sin apretarlo por abajo pues su fuelle estaba medido. El de Blázquez se fue apagando como una vela sin oxígeno, y fue arrastrado sin una de sus orejas, que fue a parar a la mano del torero sevillano. Habrían sido dos de matar a la primera.
El copioso y pulcro recibo a la verónica de Esaú Fernández al sexto sirvió de prólogo a una labor de pundonor ante un toro falto de empuje y emoción.